La periodista gallega Tereixa Constenla

La periodista gallega Tereixa Constenla

Ideas

Tereixa Constenla: "La Revolución de los Claveles democratizó Portugal, pero no pudo desarrollarlo por completo"

La periodista gallega, corresponsal en Lisboa, acaba de publicar Abril es un país (Tusquets), un libro donde analiza los antecedentes, los personajes y los sucesos de la transición del país luso desde la dictadura a la democracia

19 mayo, 2024 19:00

Corresponsal del diario El País en Lisboa, la periodista gallega Tereixa Constenla conoce de primera mano la historia y la cultura portuguesa. Cuando se cumple medio siglo de la Revolución de los Claveles que permitió al país luso derrocar la dictadura y convertirse en un país democrático, Constenla publica Abril es un país (Tusquets), donde no solo narra lo acontecido aquel 25 de abril de 1975, sino también sus precedentes, así como el futuro, teñido de amargura, que vino después. Constenla reivindica a militares como Salgueiro Maia por su compromiso con la democracia y su altruismo. “Ninguno de ellos hizo la revolución para ocupar el poder”, señala la periodista, para quien esta generosidad, unida a la ausencia de violencia -no hubo víctimas aquel 25 de abril- convierte la Revolución de los Claveles en un hecho excepcional.

En su reconstrucción de los hechos que tuvieron lugar el 25 de abril en Portugal, reivindica las figuras del capitán Salgueiro Maia y de José Alves da Costa. Se pregunta qué hubiera pasado con su memoria si algunos periodistas no hubieran dado a conocer su papel. ¿Su libro tiene la voluntad no solo de narrar lo acontecido, sino de reconocer a aquellos militares?

Para contestar, distinguiría entre lo que sucede en España con respecto a estas figuras y lo que pasa en Portugal. Los héroes que protagonizaron el 25 de abril y tumbaron la dictadura son desconocidos en España, pero no en Portugal. Sin embargo, es cierto que en el caso del cabo Costa, no se tuvieron noticias durante cuarenta años hasta que unos periodistas recuperaron su historia, contando la importancia de su decisión de no acatar la orden de disparar contra sus compañeros, algo sorprendente y definitivo a la hora de impulsar la revolución. Habría sido injusto pque no tuviese un reconocimiento público. Los portugueses sí que conocen estas figuras; quizás, les resulte más sorprendentes y desconocido el papel de los misioneros españoles que participaron en la denuncia de la masacre de Wiriyamu. Lo que quiero decir es que, en este libro, no cuento historias que los portugueses no conozcan, pero sí historias que en España se desconocen. Tenemos un conocimiento muy superficial y vago de lo que fue la Revolución de los Claveles.

La periodista Tereixa Constenla

La periodista Tereixa Constenla TUSQUETS

¿Cómo se vivió desde una España que todavía era una dictadura?

Hubo mucha curiosidad por parte de la oposición a la dictadura española porque aquellos sucesos convirtieron a Portugal en un faro. Portugal representaba una esperanza. La revolución de 1975 contribuyó a reforzar la Unión Militar Democrática. En España, este grupo de militares en favor de la democracia era minoritario, pero en Portugal el ejército estaba plagado de mandos intermedios que creían en la libertad. En España eran muy pocos y se jugaban el pescuezo. Tras el 25 de abril se envalentonaron y contactaron con los militares portugueses. También despertó interés lo sucedido entre los estudiantes y algunos políticos que ejercían en clandestinidad una cierta oposición al régimen. De hecho, fueron muchos los que viajaron en los meses siguientes a Portugal para ver qué había pasado en este país y respirar la libertad que en España todavía no existía.  

Mencionaba antes a los misioneros españoles que dieron a conocer internacionalmente la masacre de Wiriyamu. ¿Fue un punto de inflexión con respecto a la percepción que se tenía de la dictadura portuguesa en Europa?

Fue, sin duda, determinante. Portugal era ya un país apestado a nivel internacional, porque era una dictadura y no un régimen democrático, y porque mantenía contra viento y marea no solo las colonias, sino , desde hacía más de 13 años, una guerra colonial sin visos de concluir, algo que Europa ya había dejado atrás. Cuando en 1973 salió a la luz la masacre de Wiriyamu, Portugal se convirtió en un país paria. La ONU abrió una investigación para ver qué había ocurrido y la que debía ser la gloriosa visita del presidente Caetano a Londres para celebrar la alianza luso-británica se encontró con abucheos y manifestaciones de protesta en contra del presidente portugués por su presencia en Reino Unido.

Todo esto fue posible gracias a misioneros españoles, pero también mozambiqueños, que colaboraron para hacer un informe de la masacre cometida por el ejército portugués. Fue una acción en cadena, heroica, llevada a cabo por los misioneros, que recopilaron toda la información para denunciar la masacre y proteger a los supervivientes. Los misioneros españoles sabían que debían filtrar el informe; lo llevaron a Madrid escondido entre la ropa que llevaban puesta. Allí no tenían mucho que hacer debido a la dictadura de Franco. Hicieron un primer intento, y lo publican en un medio italiano, pero pasa sin pena ni gloria. Es entonces cuando aparece el padre Hastings, un religioso británico anticolonialista, muy sensibilizado con el tema. En una visita que hace a Madrid, le dan el informe y lo filtra a The Times, que es donde, finalmente, se publica. La noticia es portada y la masacre se convierte en un escándalo a nivel internacional.

Cartel en catalán en homenaje a la Revolución de los Claveles

Cartel en catalán en homenaje a la Revolución de los Claveles

Para comprender el 25 de abril hay que mirar a las colonias y al ejército portugués, que se encontraba en una guerra que no iban a ganar y solo provocaba bajas. Usted comenta que a Maia, que estuvo en África como capitán, lo que le importaba era regresar vivos a casa con sus soldados.

Todo el mundo, menos la dictadura, consideraba que aquella guerra no tenía sentido y que era anacrónica. En realidad, la revolución nace allí, en Guinea-Bissau y en las batallas en el Mato, en Mozambique y en Angola. Los militares que estaban haciendo la guerra en el terreno se enfrentan al mayor drama que puede enfrentar un militar: descubrir que te estás jugando la vida y matando a personas por una causa que no tiene justificación ética. Esto es algo que los capitanes tienen claro. Es lo que hace que se movilicen por cuestiones profesionales y corporativas; sin embargo, esta movilización se convierte a continuación en un movimiento político-militar que pretende acabar con la guerra y democratizar el país. De ahí que, sin la guerra colonial, quién sabe si se hubiera producido, tal y como se produjo, la revolución del 25 de abril. 

Maia y Matos Gómez se encuentran en África matando a sus compañeros de colegio.

Maia y Matas Gómez eran externos, pero en su mismo colegio estudiaban como internos 300 jóvenes estudiantes africanos con los que, años después, se reencontraron combatiendo en África, siendo entonces enemigos. Como cuenta Matos Gómez, cuando llegan a Guinea-Bissau, descubren que parte de los mandos que están al frente de la guerrilla son antiguos compañeros. No pueden no preguntarse qué hacían allí. Esto es determinante, como lo es también saber que la guerra estaba condenada a la derrota: Portugal estaba aislado internacionalmente, los movimientos independentistas tenían el apoyo de varias potencias y el respaldo internacional. Es decir, Portugal estaba condenado a la derrota y los militares críticos no querían ser los chivos expiatorios.

Usted afirma que un elemento para tener en cuenta es que estos militares críticos ya no venían de clases pudientes, como pasaba en los primeros años de dictadura, sino que provenían de la clases trabajadora y de la clase media baja.

Sí, creo que el perfil sociológico de la generación de los capitanes que participaron en los hechos del 25 abril explica el tipo de revolución que se llevó a cabo. Eran personas que no se habían criado con privilegios, sino que crecieron en una cultura del esfuerzo y del trabajo. Eran personas, seguramente por ese ambiente, que tenían empatía por los demás hasta el punto de sacrificar la vida. Y esto es así porque se pusieron en el lugar del resto de los ciudadanos. Sabían que todo lo que habían conseguido era porque lo habían peleado, no porque se le debieran algo a alguien. No sentían que ellos le debieran algo a la dictadura. No habían tenido privilegios. Si eran oficiales del ejército era por su esfuerzo y porque el ejército había dejado de ser un reducto exclusivo para los hijos de la casta militar, que no querían ir a la guerra. Por eso dejó de haber militares suficientes procedentes de la élite que pudieran convertirse en oficiales y, por eso, comenzaron a nombrar oficiales a gente que provenía de las clases trabajadoras.

Eso marcó el tipo de revolución.

Efectivamente. Fue una revolución empática: para los militares, el pacifismo de la revolución estuvo sobre la mesa desde el principio. Evidentemente, si finalmente hubieran tenido que recurrir a las armas lo hubieran hecho, pero no querían. Ellos hacen la revolución para devolverle al pueblo el derecho a decidir sobre su futuro, para democratizar el país, no para ocupar el poder, no para quedarse en las sillas.  Esto es lo que convierte la Revolución de los Claveles en una cosa extraordinaria.

¿Todos volvieron a su sitio?

Algunos hicieron carrera política, pero fueron una minoría. Pienso en Ramallo Eanes, el primer presidente de la República elegido democráticamente, pero la mayoría volvió a los cuarteles. Esto es lo que hicieron Maia o Matos Gómez. Maia rechazó todos los cargos que le ofrecieron.Cuando llegó la ola conservadora al gobierno, fue arrinconado en puestos degradantes. No se le reconocía como el héroe que fue.

La revolución tuvo anécdotas curiosas: desde el becario que puso una publicidad cuando debía sonar la canción que era la señal para los militares hasta el joven militar que, conduciendo un blindado, se para en un semáforo.

A mí me llama la atención la cantidad de azares que hubo aquel día. Todo podía haber salido mal. Sin embargo, las cosas salieron como debían salir, a veces de manera algo surrealista y sorprendente, evidenciando el realismo mágico que tiene Portugal.

Maia contaba con soldados muy jóvenes.

Sí, algunos apenas sabían disparar. La mayoría de esos jóvenes no llevaban más de una semana en el ejército. Es gracioso al respecto la visita que hace Maia, unos días antes, a Otelo Saraiva de Carvalho para decirle que sus hombres apenas saben disparar y preguntarle cómo lo van a hacer. Le dice: "No te preocupes. Lleva carros, blindados, los soldados con cascos, metralletas y fusiles y nadie se va a dar cuenta". Lo sorprendente es que todos estos jóvenes reclutas, que estarían muertos de miedo, se ofrecen para participar. Todos quieren ir con Maia. Y cuando se encuentran en el momento final, estando en el punto de mira, después de que se ha ordenado a la otra parte del ejército, la que estaba aparentemente del lado de Caetano, dispararles a ellos y a Maia, esos jóvenes siguen ahí. Resisten sabiendo que si disparan perderán la vida, pero están dispuestos a inmolarse por la causa en la que creen.

'Abril es un país', de Tereixa Constenla

'Abril es un país', de Tereixa Constenla TUSQUETS

Hábleme de los grandes gestos que definen la revolución, como el del soldado que fue detenido a negarse a disparar a sus compañeros o el del otro soldado que se atrincheró en un tanque para que no le obligaran a hacer fuego.

En ese momento es cuando Maia se da cuenta de que ha ganado la revolución sin sangre. Kos cuerpos policiales o se rindieron o se unieron a la causa. Si hubieran disparado se habría producido una masacre: hubieran muerto muchos militares y los civiles que estaban ahí, porque ese día nadie fue al trabajo. El primero en morir habría sido Maia, que avazó con las manos en alto y una granada en el bolsillo. Si lo piensas bien, es algo ridículo: ¿qué iba a hacer con una granada ante los tanques que le apuntaban? Maia es un referente ético, pero como es portugués… Portugal es un país pequeño que no tiene la potencia para convertir a sus héroes en figuras internacionales. Si Maia hubiera sido americano y francés, se hablaría muchísimo más de él, todos sabrían quién era y cuál había sido su hazaña.

Da la impresión de que a Maia no le gustaba ser considerado un héroe. 

En absoluto. Él siempre decía que había hecho lo que debía hacer, que había cumplido con su deber. En estos tiempos tan turbulentos yen los que lo que predomina el individualismo y la falta de empatía, esa generación de capitanes a la que pertenecía Maia son un modelo por su sentido de la generosidad, su entrega y su capacidad de sacrificio por los demás. Maia, en los discursos de graduación de la academia militar que realiza antes de la revolución, siempre les dice a los jóvenes soldados que ser militar no es llevar la espada, sino estar dispuesto al sacrificio permanente. Esa generación de militares nos da una lección ética que haríamos bien en no olvidar. 

Hablemos de Celeste, la joven camarera que, al no tener tabaco, le regaló un clavel a un soldado y, a partir de ese momento, todos empezaron a ponerse los claveles que Celeste llevaba –era su cumpleaños– en los fusiles.

Celeste es una señora ya muy mayor, que tiene una pensión de 500 euros y que tuvo una vida bastante dura: fue madre soltera, tuvo que trabajar mucho para salir adelante… Tampoco ha tenido el reconocimiento que merece. No me refiero al que sí le brinda pueblo portugués, sino al institucional. Las instituciones apenas se han acordado de ella. La democracia ha sido un poco mezquina a la hora de garantizar una vida digna a estas personas que son todo un símbolo en su país. Maia ltenía un buen sueldo, puesto que era militar, pero Celeste, no. No hay ninguna placa que recuerde que ella fue quien dio nombre a la revolución del 25 de abril; ni ninguna plaza lleva su nombre. Lo absurdo es que en Lisboa encuentras un jardín con el nombre de Eduardo VII, pero ni una sola plaza con el nombre de Celeste Cairo.

Es curioso: tengo entendido los partidos, ya sean de derechas o de izquierdas, concuerdan en el relato sobre la importancia de la revolución.

Sí, la celebración y reconocimiento de ese día es transversal. Los principales partidos nacen después de la revolución, incluso la derecha democrática, si bien en ella acaban algunos de los que formaron parte de la dictadura. Es cierto que la reivindicación de la revolución es más fuerte en la izquierda, que se siente heredera de su espíritu. Sin embargo, también es cierto que el principal partido de centroderecha, el PSD, se funda a los cuatro días o cinco días de la revolución y nace impregnado por las mias ideas de justicia social, lucha contra la pobreza… Algunos de sus fundadores se opusieron a la dictadura. Dicho esto, hay que agregar que, en la práctica, ya en democracia, cuando ha habido gobiernos de derecha o centroderecha, es decir, gobiernos conservadores, se han hecho guiños a la dictadura: se han concedido pensiones por méritos extraordinarios a dos antiguos inspectores de la policía política y, en cambio, se la han negado a Maia.

Dice Lidia Jorge, y usted transcribe sus palabras, que “toda revolución es una alegría que anuncia una gran tristeza”. En las últimas páginas de su libro, usted muestra esa tristeza.

La frase de Lidia a mí me llamó la atención mucho antes de que yo empezara a escribir el libro y, tiempo después, cuando ya estaba escribiendo, me di cuenta de que el relato que estaba construyendo constataba aquello que ella había dicho. La revolución fue un momento sublime, de euforia, la alegría, de amor, de fraternidad y de paz. Lo que vino después fue agridulce. No podemos decir que todo fuese malo. Hoy en día, los portugueses viven infinitamente mejor que en 1974, pero hay como un regusto amargo por no haber avanzado en la lucha contra la desigualdad. La revolución consiguió democratizar y descolonizar el país, pero no desarrollarlo por completo. La sociedad portuguesa sigue siendo una sociedad profundamente desigual. Si bien se ha reducido la pobreza, todavía existe un 20% de la población que está en riesgo de exclusión social.