
El economista Joseph Stiglitz
Stiglitz, el icono progresista ante la nueva era Trump: "Se da libertad a los lobos frente a las ovejas"
El economista responsabiliza en 'Camino de libertad' al neoliberalismo por desregularizar la economía durante años, desde Reagan y Clinton, facilitando la llegada de los populismos
La lección de Snyder: la libertad por encima de todo, pero con las "estructuras" que pide la izquierda
La libertad en el centro de todo. ¿Pero, qué se entiende hoy por libertad en tiempos de populismos? Llega Trump, con todo, con los suyos. ¿Y delante? Aparece Josep Stiglitz. Again.
La crítica es fácil. Joseph Stiglitz, claro, ya lo sabemos. Es un refrente del progresismo. Es un economista liberal (en el sentido de Estados Unidos), un icono para el personal de izquierdas en Europa. Esos 'progresistas' que viven bien y tienen grandes debates en el salón de sus casas. Sí, es muy fácil caer en la caricatura. Pero Stiglitz lleva años defendiendo un discurso que se ha despreciado. "Se ha dado libertad a los lobos a costa de las ovejas", asegura con tristeza.
Es la tesis de su nuevo trabajo, Camino de libertad, que, por fuerza, y ese es su propósito, evoca al Camino de servidumbre de Friedrich Hayek. El economista austríaco, el referente de la economía de la oferta, del neoliberalismo --muchos dirán que de la economía de la sensatez frente al intervencionismo de los estados socialistas-- quiso apuntar los peligros que podían llegar por parte de gobiernos que buscaban, tras el desastre de la II Guerra Mundial, rehacer sus sociedades desde la solidaridad. Hayeck veía fantasmas --con la Unión Soviética en su retina-- y la posibilidad de que esos gobiernos ahogaran a los ciudadanos en una gran cárcel a través de impuestos y decisiones colectivas frente al individuo, pensando en los laboristas que accedieron al Gobierno en el Reino Unido.
Stiglitz habla con voz diáfana. Se le entiende todo. Si los populismos han llegado, si Trump es el nuevo rey del universo, no es debido a un error de la izquierda --que no deja de fustigarse por su deriva hacia la defensa de colectivos y de identidades-- sino, precisamente, porque no ha podido o no ha sabido imponer un discurso alternativo que pudiera implementar. Y se ha visto inmerso en la corriente que ha marcado el neoliberalismo desde los tiempos de Reagan y Thatcher. Es decir, ha perdido por 'no ser de verdad de izquierdas'.
Sí, la economía de la oferta ganó la partida. Las políticas impositivas se vinieron abajo. Y quien osara, en los países occidentales, proponer algo distinto era acusado de 'socialista' por parte, --y esa es la gran cuestión latente-- de los propios medios de comunicación de alcance internacional, que levantaron la bandera de la desregulación, de los mercados abiertos y de la colaboración del capital internacional en todos los países.
¿Resultado? "La desregulación y la liberalización preparon el terreno para la debacle financiera de 2008. Reagan y Clinton --(sí, Clinton, del Partido Demócrata)--habían dado libertad a los lobos (los banqueros) a costa de las ovejas (los trabajadores, los inversores ordinarios y los propietarios de viviendas)". asegura Stiglitz en su libro.
Lo que combate el ex economista en jefe del Banco Mundial es que el sentido de libertad se tergiversó. Ahora se entiende como algo parecido a "tomar cañas", como señala Isabel Díaz Ayuso en Madrid. La libertad siempre está en función del resto de ciudadanos. Es decir, puede suceder que se ejerza la libertad en contra de otras personas. Es, de hecho, lo que ocurre.
Los crímenes del neoliberalismo
Los economistas no se han llevado bien con el concepto de libertad. Así lo considera Sitglitz, al criticar referencias como Milton Friedman, otro de los gurús de los neoliberales. Con Trump dispuesto a desregularizar más los mercados financieros, con la petición de que lo haga rápido por parte de banqueros españoles, como Ana Botín, Stiglitz recuerda lo sucedido:
"Entre los crímenes del neoliberalismo están la liberación de los mercados financieros que precipitó la mayor crisis financiera en tres cuartos de siglo, la liberación de las empresas para explotar por igual a los consumidores, los trabajadores y el medioambiente".
¿Palabras para Friedman? "Al contrario de lo que sugería Friedman en el libro Capitalismo y libertad, publicado por primera vez en 1962, esta forma de capitalismo no aumenta la libertad en la sociedad. Más bien ha promovido que unos pocos tengan libertad a costa de la libertad de la mayoría. Libertad para los lobos, muerte para las ovejas".
No se puede decir que Stiglitz no ahonde en lo que siempre ha defendido. Lo detectó con claridad en El malestar en la globalización, publicado en un lejano 2002, donde constataba que era necesario algún tipo de gobernanza mundial, con organismos como el propio FMI que estaban al servicio, --señalaba--, del accionista más grande: Estados Unidos, frente a los países pobres y en vías de desarrollo que necesitaban, realmente, sus ayudas.
Tras 23 años con las mismas políticas, ya inciadas a principios de los años ochenta, lo que ha llegado es la devastación política. Es decir, el malestar continuado, con clases medias que no han recuperado su poder adquisitivo en décadas, -al revés, lo van perdiendo--ha provocado la llegada de los populismos, que --y esa es la gran paradoja-- culpan a la izquierda de ser la causante de todos los males.
Porque, en realidad, no ha habido izquierda. No se ha presentado nadie al partido. Los mercados se han liberalizado de forma constante, y, tras la enorme caída que supuso la crisis de 2008 --primero financiera y luego económica-- y, a pesar de los propósitos de enmienda, con un cariacontecido Sarkozy que apuntaba hacia una refundación del capitalismo, no se ha hecho apenas nada. Al revés. La derecha cree que se debe desregularizar de nuevo.

Portada del libro de Stiglitz
Hay pensadores que incidían en esa cuestión, como el historiador Tony Judt, quien en Algo va mal, un libro esencial, de pocas páginas y de enorme calado, insistía en que la izquierda se había confundido y había abrazado la vía neoliberal, con falsos caminos como la Tercera Vía que en su día lanzó Tony Blair en el Reino Unido.
En descargo de esa izquierda, sin embargo, hay que señalar a los medios de comunicación. ¿Se premiaba o se alentaba una política impositiva algo atrevida? Todo lo contrario. La presión para bajar impuestos ha sido constante, en España, en el Reino Unido, en Francia o en Alemania. Cada país ha actuado como ha podido, pero la ola que llegaba desde Estados Unidos era demasiado grande.
La 'coerción' de los impuestos
La otra cuestión se llama China. La entrada de China en la OMC (Organización Mundial del Comercio), en 2001, era la gran oportundidad de Occidente. Si China avanzaba, si sus clases medias se veían seducidas por los bienes de consumo, acabarían reclamando derechos políticos y, por tanto, querrían tener mejores salarios y participación en la vida política. Sucedió en España, sucedió en Italia, en Francia, ¿por qué no en China?
El error fue mayúsculo, porque en China, con la idea de la "armonía", de la querencia por una sociedad equilibrada, sin alardes individuales, eso no se produjo. La civilización china ha 'legitimado' un régimen autoritario que se maneja de maravilla en el mundo capitalista y que deja a Europa en una situación delicada.
La reflexión de Stiglitz indaga una y otra vez en el concepto de libertad, y las necesarias "coerciones" que se deben dar para garantizar, precisamente, la mayor cota de libertad para el mayor número posible de personas.
Los impuestos, ¿son una coerción insufrible? El neoliberalismo ha impuesto esa tesis. El desarrollo de la ciencia económica, siempre desde esos postulados neoliberales, ha llegado a calcular el porcentaje de fiscalidad que se considera "confiscatorio". La libertad de alguien que gana mucho dinero está por encima de la libertad que se ganaría en función de los beneficios que esos impuestos ofrezcan al conjunto de una sociedad.
Más mercado, menos libertad política
Sitglitz, Premio Nobel de Economía, adopta una posición clara: "Si bien puede haber debates económicos sobre el nivel y el diseño de los impuestos, demuestro que los ingresos del mercado de las personas --los ingresos que obtienen en la economía de mercado, ya sea de salarios, dividendos, ganancias de capital u otras fuentes-- tienen escasa o nula primacía moral y, por lo tanto, la razón moral para no gravar esos ingresos es escasa o nula".
Los mercados desregulados, ¿han ofrecido más libertad, o han dado pie a una mayor desigualdad, y a un auge de los populismos que pone en riesgo la libertad política?

El economista Friedrich Hayek
Lo que muestra en su libro este economista es que ha pasado más bien lo segundo. En el lenguaje económico se utiliza con frecuencia el término trade-off. Es decir, la necesidad de elegir entre el beneficio de una decisión por delante de otro beneficio que se pierde. ¿Pierde libertad el que genera más ingresos, pero gana libertad el conjunto social? ¿Quién y cómo se decide?
Economistas como Hayek o Friedman impusieron su visión sobre el mundo, basada en una pobre naturaleza humana. Stiglitz los califica de "sombríos". La idea de que la restricción económica iba a llevar a un poder político cada vez más restrictivo, a ese camino de servidumbre, no se ha plasmado en la realidad de los países que apostaron por ello, como los nórdicos europeos.
En cambio, esa mayor libertad económica, con mercados desatados, sí ha hecho mella en países como Brasil, Estados Unidos, Rusia o Hungría.
La visión neoliberal ha transformado la forma de pensar sobre las relaciones humanas. Stiglitz entiende que la alternativa es "un capitalismo progresista" o "una socialdemocracia revitalizada", donde mercado y Estado encuentren un equilibrio. El resultado será una mayor libertad real para el conjunto de los ciudadanos. Porque, ¿es libre una persona que no alcance un mínimo vital, que no pueda acceder a un bien como la vivienda?
Egoísmo materialista
No se trata de experimentar, si no de recuperar viejas fórmulas que exigen, eso sí, un forma solidaria de acercarse al otro, abandonando el egoísmo que ha conllevado el neoliberalismo.
Stiglitz se pregunta por el propio concepto de la propiedad privada, por los contratos, por la forma en la que nos hemos relacionado desde el punto de vista económico, y cómo se ha cegado cualquier otra posibilidad. Ni se plantea modificar ciertos esquemas que se creen intocables.
"El neoliberalismo no es autosostenible. Se contradice a sí mismo. Ha deformado nuestra sociedad y a las personas que la componen. Ha cultivado un egoísmo materialista y extremo que ha socavado la democracia, la cohesión social y la confianza, lo cual ha acabado debilitando el funcionamiento de la economía. Ninguna economía puede funcionar bien sin cierta dosis de confianza; un mundo en el que todo está sujeto a litigios es un mundo disfuncional", sentencia.
El capitalismo "desatado" no ha asegurado la libertad política. Al revés. Ha abierto la puerta hacia "el fascismo del siglo XXI".
Claro que Stiglitz, sí, ya lo sabemos, es un icono del progresismo. Ya se sabe. Está en otra época, asegurarán sus críticos. No nos interesa, añadirán.