Gil de Biedma y 'Ancha es Castilla'

“La alternancia entre Cataluña y Castilla, es decir: entre la ciudad y el campo –o, para ser más exacto, entre la vida burguesa y la vie de château–, ha sido un factor importante en la formación de mi mitología personal”, decía Jaime Gil de Biedma en la contraportada de Las personas del verbo. Ese espíritu a la vez urbanita y campestre, cosmopolita y castizo es el que sigue vivo en la Factoría Cultural Martínez que dirige Inés García Albi, sobrina del poeta y una de las últimas grandes anfitrionas que quedan en Barcelona, ciudad en la que muchos ya nos sentimos como Baudelaire cuando exclama en 'El cisne: “La forme d'une ville / Change plus vite, hélas,  que le cœur d'un mortel” (“La forma de una ciudad / cambia más rápido, ay, que el corazón de un mortal").

Pero hay algo de la capital del siglo pasado, de su mestizaje cultural como de su excitante imprevisibilidad, previa a cualquier determinación ideológica, que pervive en todas las actividades que organizan Inés y su marido Marcos Isamat –brillante mezcla de científico, dibujante y cocinero– a través de la Factoría Martínez, con sede en Barcelona y en Castilla. En el barrio de Gracia, Inés y Marcos reciben en una casa de tres plantas, desenfadada, luminosa, de impresión griega, siempre acogedora.

Inés García-Albi Gil de Biedma, directora de la Factoría Cultural Martínez

Ahí se organizan conferencias, clubs de lectura, obras de teatro –a menudo con la estupenda actriz Patricia Jacas–, conciertos, recitales, talleres artísticos y filosóficos, muchas veces seguidos de largas cenas. El público que frecuenta todas las actividades es inevitablemente el más curioso, atento, divertido y desprejuiciado que queda en la ciudad. A partir de cierta edad, como decía Gil de Biedma, uno deja de vivir y ya solo le ocurren cosas. Por eso hay que esforzarse para que la pocas cosas que nos ocurren sean al menos intensas, sorprendentes, incómodas para nuestra rutina magnética. Y la Factoría Martínez es el lugar para ello.

Además de la incansable actividad que despliega en Barcelona, Inés organiza también cada año en Fuente-Olmedo, en la provincia de Valladolid, un ciclo de conferencias titulado 'Ancha es Castilla' en el que se invita a un conferenciante a exponer un asunto de su elección ante un grupo de unas cuarenta personas. Fuente-Olmedo es un diminuto pueblo castellano, colonizado por toda la familia Gil de Biedma, que en sí misma es una síntesis feliz de la diversidad de este país.

Segovianos de origen, los abuelos se instalaron en Barcelona a principios del siglo pasado y sus hijos se fueron luego dispersando por Madrid, el País Vasco y otras regiones. Aunque la familia vendió hace mucho tiempo la casa familiar de la Nava de la Asunción –esa casa a la que el poeta siempre terminaba por volver–, Fuente-Olmedo, muy cerca de la Nava, se ha convertido en el lugar en el que el clan ha recreado el calor de aquella vie de château. Todos los hermanos de Inés tienen casa en el pueblo, a cual más encantadora y hospitalaria, traspasadas todas por el recuerdo de la original.

Casa de la familia Gil de Biedma en Nava de la Asunción

En lo que ha sido la quinta edición de 'Ancha es Castilla', este año he tenido el placer de oficiar como conferenciante durante tres días inolvidables, hablando de la transformación que el concepto de naturaleza sufrió en el tránsito del mundo antiguo al mundo moderno, a partir sobre todo del Romanticismo. Planteado como un homenaje a la genealogía crítica de Gil de Biedma, el seminario empezó glosando unas 'Notas sobre poesía a propósito de Jorge Manrique' que el poeta dejó a su muerte y que probablemente fueron el guion de una conferencia.

Comentamos así la idea de poesía, arte y cosmos que se refleja en ese poema medieval, con excursos a Grecia y el mundo judeocristiano para tratar de entender cómo cambió la visión del hombre en el mundo pagano y luego bajo el monoteísmo. En la segunda sesión ya abordamos la crisis de representación del Romanticismo, que es la de la modernidad, con ejemplos de la poesía y la pintura inglesas, la música y la filosofía, hasta concentrarnos en la aparición del paisaje como expresión de la pérdida de la divinidad. 

Sílvia Comes durante el concierto dedicado a Gil de Biedma

Todas las conferencias se hacen en la Cilla de Diezmos, un pequeño y mágico espacio destartalado que se abre aún con una llave de castillo y donde también pudimos disfrutar de un electrizante concierto de Sílvia Comes, que ha hecho nuevas versiones de poemas de Gil de Biedma. En los ratos libres se organizaron varias excursiones, por ejemplo a la ciudad de Arévalo, luego al monasterio de La Mejorada, restaurado por Rafael Moneo y su familia y convertido en una bodega cuyos vinos –excelentes– degustamos. También al imponente Museo de Escultura Nacional de Valladolid, un tesoro poco conocido que alberga obras de Alonso Berruguete y cuyo edificio es en sí una gran obra de arte. 

El paisaje de Castilla constituye siempre para los mediterráneos una especie de  trance expiativo. Acostumbrados a nuestra orografía abrupta y a la inestabilidad constante del mar, salir de pronto a esas planicies ondulantes, cubiertas de mantos amarillos y verdes, con algún campanario hundido en el horizonte y un ramo de árboles al fondo, nos despoja de todas nuestras seguridades, como si el mundo hubiera vuelto a crearse y se apareciera en su forma auroral, antes de su población, como en el Génesis, cuando “la tierra estaba desadornada y vacía”, en la traducción exacta de Casiodoro de Reina. Los cielos son oceánicos, desbordantes pero al mismo tiempo cercanos, palpables. Tanto los amaneceres como los crepúsculos parecen no tener foco ni origen sino extenderse por toda la circunferencia, como si no hubiera ni principio ni final. Y las noches adquieren una lisérgica profundidad estelar.

Juan Marsé y Gil de Biedma, durante un verano en Nava

Gil de Biedma solía decir que en su familia se hablaba mucho y muy bien, con un deliberado sentido estético. Son las “palabras de familia” a las que se refirió en algún poema. Y esa es otras de las virtudes que uno puede disfrutar en compañía de esa familia grande, generosa y divertida, tocada por el don de la fraternidad y bendecida por la constancia. Incluso los más jóvenes, encargados de servirnos las comidas y las copas, se entregaron a la causa con una educación y un sentido de la atención absolutamente conmovedores. Y es que hablar y hablar bien, con ese castellano jugoso en expresiones y palabras de otra época, sigue siendo un deporte favorito del clan. A ratos, la voz y la gestualidad de Pepe García Albi, hermano de Inés, componen el ectoplasma perfecto del poeta.

El seminario terminó con la lectura de “Ribera de los alisos”, uno de los mejores poemas de Gil de Biedma, en el mismo lugar que lo inspiró, “un pequeño rincón en el mapa de España, / que me sé de memoria porque fue mi reino”. La Ribera es una explanada en un frondoso pinar de resina, cerca de la Nava, que da una cañada por la que pasa el Eresma, resonante entre los álamos. Como testimonio espectral, queda la ruina del viejo pabellón de la familia, pero la impresión que produce el lugar sigue siendo la misma que se respira en el poema, un espacio ideal para comentar todas las cuestiones que habíamos abordado a lo largo del ciclo. Antes, el actor de doblaje Jordi Brau hizo una lectura perfecta y emocionante de “Ribera de los alisos” que repitió tras las explicaciones, cerrando con ello un círculo de tres días inolvidables, llenos de amistad, inteligencia, revelación y canto.