Festejen a Joaquín Reyes
El show de Reyes, 'Festejen la broma' es hipnótico, al lograr una complicidad con un espectador plural, el más intelectual y el que se divierte con chistes de colegio mayor
11 septiembre, 2022 00:00Ha llegado a los escenarios la nueva versión del show de Joaquín Reyes (1974), Festejen la broma. Ahora bien: de vez en cuando, si me encuentro abúlico, preocupantemente abúlico, más abúlico de la cuenta, revisito una vez más algunos de mis sketches preferidos del programa La hora chanante y su sucesor Muchachada Nui, que son: los debates de Los tertulianos; los rap de El payaso o el de Me llaman Conejo; el falso documental sobre Los tontiploster (secta dedicada a extender por el mundo la tontería, y creadora, para conseguirlo, del confeti y de Andorra); etcétera. Hay donde elegir. Han envejecido muy bien. Siempre electrifican.
Así que, como homenaje particular a Joaquín Reyes y los suyos, ases del humor, en el vigésimo aniversario del nacimiento de La hora chanante he conculcado mi norma, asumida hace ya algunos años y cumplida desde entonces casi a rajatabla, de no entrar nunca más en un teatro, y el miércoles, día del estreno, fui a verle desde una butaca en la fila 5 de platea en el teatro La Latina.
Fue una hora y media de ininterrumpida diversión y complicidad con el jefe del grupo humorístico más creativo y más delirante y gracioso desde Martes y trece; o quizá sería más exacto decir desde Faemino y Cansado, pues a éstos algo le debe el ingrediente de costumbrismo provinciano injertado de surrealismo, tan sustancial en el trabajo durante doce años, de los albaceteños Pablo Chapiella, Ernesto Sevilla, Raúl Cimas y el mismo Reyes, y de los conquenses Julián López y Carlos Areces, que felizmente coincidieron en la facultad de Bellas Artes de Cuenca (universidad de Castilla La Mancha) antes de firmar La hora Chanante (2002-2007) y Muchachada Nui (2007-2010). Reyes es el mayor, los demás nacieron entre los años 1976 y 1978.
El teatro de La Latina es un coso más bien tronado, un tanto apolillado, pero es cálido, acogedor, y estaba abarrotado la noche del estreno. El olor corporal que desprendía mi vecino de butaca, que casi me rozaba fastidiosamente con el brazo, me hizo ser consciente de que había olvidado en casa la mascarilla –aunque no es obligatoria, en sitios populosos yo me la pongo—. Estar tan apiñados, con el covid aún circulando por ahí, le daba a la experiencia de ver de cerca a Reyes un plus de peligrosidad, de audacia, que la hacía más valiosa. Era un capricho que me podía costar caro. Pero en seguida me olvidé de mí mismo y del riesgo que estaba corriendo. Esa clase de artistas capaces de monologar sin tasa desde el escenario, con tanta naturalidad y gracia como si estuvieran en el salón de su casa hablando con un grupo de amigos, son hipnóticos, se te meten en el bolsillo, tienen algo de flautista de Hamelín.
Estuve, como todo el público, pendiente de los gestos, las bromas y disparates de Reyes durante la hora y media que dura el espectáculo, sin que una sonrisa bobalicona abandonara mi rostro ni por un momento; a pesar de que reiteradamente el humorista hacía bromas de carácter escatológico, chistes un poco de colegio mayor, de mal gusto, indignos de su talento rapidísimo. ¿Por qué insiste en la ordinariez?
Respuesta: para que nos sintamos cómodos. Recuerdo que le leí una entrevista en la que le preguntaban por este tema y explicó que insertaba esos chistes pueriles en sus monólogos con toda deliberación, o sea que rebajaba el tono de su humor con el objetivo que el público menos educado se sienta integrado y no desafiado intelectualmente.
A ritmo tecno
Ha dicho Reyes en alguna ocasión que Chanante –que transformó el humor tal como se hacía en España— “nació como una cosa joven, pequeña y bonita, no éramos maliciosos pero queríamos hacer algo especial”. Vaya si lo hicieron. Por desgracia, nada es eterno, el tiempo pasa y la gente cambia. Ha dicho Reyes alguna vez que el humor suele estar ligado al tiempo en el que surge, a una generación determinada con la que conecta el humorista, y que esa comunión suele tener fecha de caducidad. Debe de tener razón. Después de los dos programas citados, los “chanantes” se desbandaron. Están cada uno por su cuenta, como actores generalmente en películas o seriales televisivos o radiofónicos de humor. Yo creo que debería reunírseles de nuevo, para darles un premio importante, o una condecoración.
En La Latina, hacia el final del monólogo, el polifacético Reyes, que es director, guionista, ilustrador, dibujante de dibujos animados, actor, imitador, se presentó también como ventrílocuo, haciendo hablar a su muñeco “Braulio”, y ya me robó el corazón definitivamente, pues los ventrílocuos son para mí el sumum de la locura (por eso me inventé a mi muñeco diabólico).
Y como bis, para conmemorar los veinte años del nacimiento de La hora chanante y despedir al público, Reyes se encasquetó la gran peluca roja del payaso repulsivo y terrorífico que encarnaba en el programa y cantó una de sus canciones más celebradas, a ritmo tecno. Aunque así por escrito, en frío, pierde inevitablemente la gracia, no me resisto a reproducir la letra:
“…Hay que decir HIJO DE PUTA, eh?, HIJO DE PUTA, niños, ¡¡HIJO DE PUTA!!
No permitáis que la palabra HIJO DE PUTA desaparezca de nuestras vidas, de nuestras calles, de nuestras escuelas.
HIJO DE PUTA, hay que decirlo más.
¡¡HIJO DE PUTA más!!
HIJO DE PUTA, hay que decirlo más.
Hay que decirlo más.
HIJO DE PUTA qué sonoridad,
es el Alfa y el Omega de la vulgaridad,
cuando lo dicen te quedas guay
porque HIJO DE PUTA no tiene rival.
‘Gilipollas’ es más coloquial,
y ‘Cabronazo’ reconozco que no está nada mal,
pero HIJO DE PUTA es especial,
porque es un concepto como mucho más global.
HIJO DE PUTA, hay que decirlo más.
¡¡HIJO DE PUTA más!!
HIJO DE PUTA, hay que decirlo más.
Hay que decirlo más.
¿Hey?, ¿qué me 'hais' llamado?!
¡¡HIJO DE PUTA!!
¡¡Más alto, joder!!
¡¡HIJO DE PUTA!!
¡¡HIJO DE PUTA!!, para saludar.
¡¡HIJO DE PUTA!!, cuando te devuelven mal.
¡¡HIJO DE PUTA!!, cuando quieres faltar.
¡¡HIJO DE PUTA!!, en plan hermandad.
HIJO DE PUTA, hay que decirlo más.
HIJO DE PUTA ¡¡más!!
HIJO DE PUTA, hay que decirlo más.
Hay que decirlo más".