Imagen de la serie ‘Lazarus’

Imagen de la serie ‘Lazarus’

Cine & Teatro

‘Lazarus’: Un Harlan Coben paranormal

'Lazarus' funciona como entretenimiento de fin de semana, pero no está a la altura de previas miniseries basadas en novelas del señor Coben

‘Task’: es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo

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El escritor norteamericano Harlan Coben (Newark, Nueva Jersey, 1962) ha alcanzado un justo reconocimiento crítico y comercial como autor de unos thrillers vibrantes y de eficaz carpintería que mantienen al lector enganchado a sus páginas hasta el siempre sorprendente final (aunque los olvide a los diez minutos de concluida la lectura).

De un tiempo a esta parte, varias de sus novelas se han convertido en miniseries para la televisión de pago, aunque nunca producidas en los Estados Unidos, sino en lugares tan variopintos como el Reino Unido, Francia, Polonia, Argentina y hasta España.

Imagen de la serie 'Lazarus'

Imagen de la serie 'Lazarus'

Su nueva miniserie, Lazarus (Netflix, seis episodios) es la primera que no adapta ninguna novela, sino que parte de un material especialmente creado por el señor Coben y Danny Brocklehurst, escritor inglés que lleva años fabricando ficciones para la BBC y otras cadenas británicas y que tal vez sea el responsable del quiebro paranormal aplicado a las historias de su colega americano, que hace de Lazarus una rareza en el planeta Coben.

Muertos de antaño

Veamos: el psiquiatra Joel Lazarus (Sam Claffin) vuelve momentáneamente a su ciudad de provincias desde Londres tras el (aparente) suicidio de su padre, una institución de la psiquiatría británica. Años atrás, su hermana gemela fue asesinada y nunca se encontró al culpable.

A Joel lo de su padre le huele a chamusquina porque nunca le pareció que su progenitor fuese de los que se quitan voluntariamente de en medio. ¿Habrá vuelto a atacar el asesino de su hermana?

Fotograma de la serie 'Lazarus'

Fotograma de la serie 'Lazarus'

Para mejor darles vueltas a las cosas que le perturban, Joel se instala en el despacho de su difunto padre (el gran Bill Nighy). Y ahí es donde empiezan a pasar cosas que, digamos, se salen de lo corriente: a Joel se le aparecen muertos de antaño (incluido su señor padre) que, cada uno a su manera, aportan vagas pistas (como si estuvieran racionando la información) sobre lo que pudo sucederles a los infortunados miembros de la familia Lazarus y a sus conocidos.

Lazarus es un producto entretenido que se sostiene, principalmente, gracias al guion y a los actores, pero no estoy seguro de que los fenómenos paranormales les sienten del todo bien a las intrigas impecables y con los pies en la tierra (más o menos) del señor Coben.

Delirios paranormales

En ese sentido, sus lectores aceptaremos Lazarus como un experimento que tal vez vale más que no se repita. Ya hay otros autores especializados en lo fantástico que cumplen dignamente con su cometido.

No quisiera que le pasara a Coben lo mismo que al escocés John Connolly, cuyas aventuras del detective Charlie Parker leí con avidez hasta que empezó a trufármelas de ángeles, aparecidos y demás personal fantasioso que nunca entendí qué pintaba allí.

Llegó un momento en el que me desenganché del señor Connolly por sus delirios paranormales (o por mezclar, digamos, peras con manzanas), y no quisiera que me pasara lo mismo con Harlan Coben, a quien debo horas de honesta diversión, tanto en los libros como en la pantalla.

Recuperar los hábitos

En el caso de Lazarus, lo fantástico solo sirve para alejar el foco de la intriga fundamental, que se resuelve, además, de forma no muy satisfactoria. ¿Merece la pena verla? Yo diría que sí, pese a todas las distracciones paranormales que podrían haberse explicado sin recurrir a aparecidos, ectoplasmas y trasgos varios.

Lazarus funciona como entretenimiento de fin de semana, pero no está a la altura de previas miniseries basadas en novelas del señor Coben.

No sé si el escritor se ha traicionado a sí mismo o, simplemente, ha optado por experimentar. Que es lo mismo que puede decirse sobre su última novela, Gone before goodbye, recién publicada en España con el título de Sin decir adiós y escrita al alimón con la actriz Reese Witherspoon, una señora a la que no se conocía ninguna debilidad literaria.

En cualquier caso, le agradecería mucho que volviera a sus hábitos creativos habituales y se olvidara de fantasías animadas de ayer y hoy y de echarle una mano a actrices en busca de nuevos horizontes recreativos.