Imagen de 'La princesa y el chamán'

Imagen de 'La princesa y el chamán' NETFLIX

Cine & Teatro

La princesa y el chamán

'Realeza rebelde' resulta tan fascinante como los accidentes automovilísticos que no podían dejar de observar los protagonistas de la novela de J.G. Ballard Crash, llevada al cine por David Cronenberg

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Uno no ha ejercido nunca de cronista de la realeza (salvo cuando la difunta revista Interviu me envió a Mallorca a cubrir el juicio de la infanta Cristina y su Iñaki), pero hay momentos en los que siente obligado a hacerlo, aunque sea de manera un tanto oblicua: me tragué el documental de Netflix Realeza rebelde: Una insólita historia de amor, sobre la relación sentimental (y espiritual) entre la princesa Marta Luisa de Noruega y el chamán californiano Durek Verret (nacido Derek David Verrett) y me di cuenta de que no podía quedarme callado ante semejante despropósito. Supongo que están al corriente de la historia, pero, por si acaso, se la resumo:

La princesa noruega -que ya apuntaba maneras antes de conocer a su chamán, pues había organizado una especie de taller espiritual para hablar con los ángeles- conoció a Durek, antes Derek (Sacramento, California, 1974), poco después de que su ex marido (y padre de sus tres hijas) se suicidara.

La cosa le afectó, pero fue conocer a Durek y se acabó el sufrimiento. Es más, en un santiamén, reconoció en el chamán a su alma gemela, al hombre (negro, bisexual y con más pluma que los Locomía) con el que quería pasar el resto de su vida (ante la alarma de sus padres, los reyes de Noruega). Y aunque el chamán atesoraba cierta fama de cantamañanas y timador, la princesa Marta Luisa no hizo caso a las voces que la advertían de los peligros (para ella y la Casa Real noruega) de una decisión sentimental apresurada y se lanzó a preparar los planes de boda

El documental se empeña en presentar la cosa como una historia de amor con final feliz, no en vano está financiado por Netflix y la revista ¡Hola!, que pagó el bodorrio porque María Luisa renunció a sus actividades de royal, como el príncipe Harry de Inglaterra, con lo que la Casa Real (o sea, el pueblo noruego) se ahorró una pasta.

Abusar de las drogas

Dado el tono festivo de la propuesta, las presuntas trapisondas del chamán Durek apenas son abordadas. Pero la mascarada es de tal calibre que, tras verlo, es posible que a muchos les entre curiosidad por la vida oculta del cantamañanas californiano (el único timo que se cita en el documental es el medallón dorado que Durek se sacó de la manga cuando el covid y que, según él, era mano de santo para la enfermedad, aunque resultó, evidentemente, que no servía para nada).

La vida de Durek merece explicarse. El chamán cuenta que fue iniciado en sus prácticas y visiones por una abuela suya (que murió antes de que él naciera: ¡primer milagro!). También asegura haber tratado a niños cancerosos en un hospital de Israel en el que nunca han oído hablar de él. Ya puestos (¿para qué quedarse en simple chamán?), sostiene que es la reencarnación de un faraón egipcio, aunque sin precisar de qué faraón se trata (no indica ni la dinastía).

Imagen de 'Realeza rebelde: Una insólita historia de amor'

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Los progenitores de Durek son de origen haitiano (el padre) y noruego-antillano (la madre, aunque la cosa noruega suena a pegote para camelar a los suegros). De joven, se ganó la vida como modelo en Nueva York, trabajo que abandonó cuando, tras abusar de las drogas y el alcohol, sufrió un parraque que lo envió literalmente al otro barrio, de donde volvió renovado y chamanizado. El hombre insiste en su resurrección, pero lo más probable es que llevase tal colocón que tardó un poco en recuperar la consciencia.

Antes de su vida de modelo, a nuestro emprendedor muchacho le cayeron cinco años de trullo (solo cumplió uno) por montar una fiesta en una casa abandonada que se le fue de las manos, ardiendo por completo el edificio. Antes de pillar a la princesa, el bueno de Durek mantuvo dos relaciones más o menos largas. La primera, con una mujer checa que vivía en Los Ángeles y con la que no debió acabar muy bien, ya que consiguió que la deportaran después de acusarla de ser una residente ilegal. La segunda, con un masajista que lo puso verde cuando se separaron, acusándolo de pensar solo en él y obligarle a llevar una vida de esclavo. Tanto una como otro aseguraron que no se habían cruzado con alguien tan manipulador en su vida.

Tono de cuento de hadas

Cuando Marta Luisa lo conoció, el hombre era ya el chamán favorito de las ricachonas californianas, a las que sacaba los cuartos de manera ejemplar. Y lo curioso del caso es que a ella ya le parecía bien vivir en Los Ángeles con su nuevo amor, pero él insistió en convertirse en miembro de la Familia Real noruega.

Imagen de 'Realeza rebelde: Una insólita historia de amor'

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Cuando la prensa, la gente y los amigos de la princesa mantuvieron que se trataba de un timador y un sacacuartos, Durek recurrió al presunto racismo de los noruegos, que la tomaban con él por ser negro. Y, poco a poco, se fue saliendo con la suya: la princesa y la reinona se casaron el 31 de agosto de 2024 en la bonita (e inaccesible) localidad costera de Gerlanger.

Pese a sus limitaciones, Realeza rebelde resulta tan fascinante como los accidentes automovilísticos que no podían dejar de observar los protagonistas de la novela de J.G. Ballard Crash, llevada al cine por David Cronenberg. Sentado en el sofá, asistes al súper tocomocho que está montando el caradura del chamán y te entran ganas de gritarle a Marta Luisa que huya mientras aún está a tiempo. Luego te acuerdas de que sarna con gusto no pica, así que, si la buena mujer está tan contenta con ese calvo plumón, pues con su pan se lo coma.

Realeza rebelde se queda a medias con su tono de cuento de hadas. Pero ahí hay una historia que, en el terreno de la ficción y en las manos adecuadas, podría dar para una mezcla de thriller y comedia negra de muchos bemoles. Quedo a la espera de ella.