El director de cine Paolo Sorrentino

El director de cine Paolo Sorrentino CAIMAN EDICIONES

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Sorrentino está triste

Con 'Parténope', el director napolitano muestra una faceta poco esperanzadora, pero es uno de los  pocos cineastas contemporáneos cuyas obras se esperan como antes se esperaban las de su maestro Fellini

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Descubrí el cine de Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970) en el festival de Sitges de 2008 con su película Il Divo. No sabía quién era ese director italiano, pero la fui a ver porque era una biopic de Giulio Andreotti, el político más turbio y resiliente de la escena italiana desde los tiempos de Nerón, un meapilas que iba a misa cada día mientras mantenía relaciones con la mafia y con la gentuza en general y alumbraba frases brillantes y cimas del cinismo como “El poder desgasta. Sobre todo, a los que no lo tienen”.

La película me impactó por varios motivos. El guion, tragicómico como todo lo que distingue a Italia, era excelente. El protagonista, Toni Servillo, conseguía ser Andreotti sin parecérsele en nada, hazaña que repetiría años después con Silvio Berlusconi en la biopic, también tragicómica, que le dedicó el mismo Sorrentino. La dirección, brillante y ultramoderna, trataba la historia de una manera muy diferente a la que solemos encontrar en los films biográficos.

Paolo Sorrentino durante un rodaje

Paolo Sorrentino durante un rodaje

El señor Sorrentino me atrapó a la primera con su mezcla de humor y crítica social. Sigo sin haber visto sus tres primeros largometrajes (Un hombre de más, 2001, Las consecuencias del amor, 2004, y El amigo de la familia, 2006, aunque las tengo en una cajita de DVD británica que consumiré cuando me harte del streaming o me retiren de la columna de televisión semanal que publico en Letra Global), pero desde Il divo no me he perdido ni uno: This must be the place (2011), La gran belleza (2013), La juventud (2015), Silvio y los demás (2018), Fue la mano de Dios (2021) y Parténope (2024).

La llegada de esta última a las plataformas ha suscitado un montón de comentarios en las redes sociales. La mayoría, negativos, y algunos hasta insultantes, los que describen a Sorrentino como un mal discípulo de Fellini y un realizador pomposo, irritante y de una ambición estética tan desmesurada como ridícula. Parténope no ha funcionado bien en taquilla: costó veintidós millones de euros (nuestro hombre no sale barato) y recaudó solo ocho a nivel global, lo cual no ha impedido que Sorrentino ya haya rodado la siguiente, de cuyo rodaje se ausentó un par de semanas porque necesitaba reflexionar y se lo permitieron, con la pasta que cuesta interrumpir la producción.

Gracia y ligereza

A mí me ha gustado mucho Parténope, pero su visionado me destruyó, pese a divertirme y hacerme pensar. A diferencia de sus films anteriores, en Parténope no hay espacio para la esperanza y el humor resulta especialmente agrio. El Sorrentino de Parténope es un tipo que se cisca en la existencia, en la inutilidad de la belleza (la protagonista, Celeste Dalla Porta, es preciosa, pero comunicar, lo que se dice comunicar, comunica poco, la pobre), en Italia, en su Nápoles natal, en la vida en general, concebida como un absurdo sin gracia alguna…Me quedé pensando en si Sorrentino estaría pasando una depresión, ya que la historia de la pobre Parténope es de una tristeza apabullante.

Paolo Sorrentino y Gary Oldman en el festival de Cannes en 2024

Paolo Sorrentino y Gary Oldman en el festival de Cannes en 2024 RTVE

Todas las películas de nuestro héroe tienen un poso de melancolía más o menos evidente. Pensemos en el Jep Gambardella de La gran belleza (enorme Toni Servillo), o en el alter ego del líder de The Cure Robert Smith (Sean Penn) buscando a su padre en This must be the place (gran aparición del gran David Byrne), en los dos carcamales de La juventud (Michael Caine y Harvey Keitel en estado de gracia), en el Berlusconi de Silvio y los demás, en el chaval aspirante a cineasta de Fue la mano de Dios, el film más autobiográfico del director napolitano…Son historias desastrosas todas ellas, pero narradas con una gracia, una ligereza y un humor que las hace plenamente disfrutables y no contribuyen a deprimirte.

Sí, la huella de Fellini se nota por todos lados, pero Sorrentino homenajea, no copia, al autor de I vitelloni y La dolce vita.

Parténope, por el contrario, no hace prisioneros: la vida es un asco, y lo mismo puede decirse de la belleza, de Italia, de Nápoles (impresionante el discurso de la actriz homenajeada que les dice a sus conciudadanos que son una pandilla de desgraciados y que lo mejor que ha hecho en su vida es emigrar al norte)…Pese a los cenizos de Facebook, Parténope me parece una gran película y un motivo más para considerar a su autor como uno de los pocos cineastas contemporáneos cuyas obras se esperan como antes se esperaban las de su maestro Fellini.

Te deja hecho polvo, sí, pero el calvario ha valido indudablemente la pena.