'Anora'

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Cine & Teatro

¿Por qué 'Anora' ha ganado el Oscar?

La película de Sean Baker, triunfadora en la última gala de los premios de Hollywood al conseguir cinco estatuillas, es una obra con un inequívoco sello indie, vibrante y que evita las coartadas demagógicas y sentimentaloides

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Los premios de definen por sus aciertos y sus pifias. El Óscar -como el Nobel, sin ir más lejos- ha tenido de todo. La última pifia monumental fue dárselo en 2021 a CODA: los sonidos del silencio (¿alguien se acuerda de ella?) frente a la fenomenal El poder del perro de Jane Campion. Este año ha tocado acierto, porque otorgárselo a Anora lo es. Podrían habérselo dado también a The Brutalist, tal vez más ambiciosa tanto argumental como visualmente. Pero premiar a Anora es reconocer a un cineasta independiente con una trayectoria en imparable ascenso, que hace un cine vibrante, sin coartadas demagógicas o sentimentaloides.

Tanto Anora como The Brutalist son ejemplos a seguir: cine independiente, realizado sin presupuestos faraónicos, con guiones originales que se alejan de la reiteración de lo trillado y las franquicias. Anora ha trazado un círculo virtuoso, que se inició al ganar la Palma de Oro en Cannes y ha culminado con el Óscar (el mismo recorrido que siguió Parásitos de Bong Joon-ho, uno de los grandes títulos del siglo XXI y otro acierto de la historia reciente de los Óscars).

'Anora'

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Anora ha ganado cinco estatuillas: mejor película, mejor director, guion original y montaje -los tres para Sean Baker- y mejor actriz principal para Mikey Madison, que se ha impuesto a la opción más sentimental, que era dárselo a la veterana Demi Moore en su regreso a la primera línea. Es de justicia que lo haya ganado Madison, una actriz muy joven que da vida a un personaje complejo sin tirar de efectismo y con una entrega admirable. Es un bonito detalle que el Óscar a mejor director lo entregara Quentin Tarantino, otro verso libre del cine estadounidense, que además fue uno de los descubridores de Madison: interpreta a una de las chicas Manson en Érase una vez en Hollywood. 

Frente a los agoreros y plañideras empeñados en sentenciar la muerte del cine -algunos mitómanos de la vieja escuela certifican su defunción en los años setenta, con ese cansino sonsonete de que ya no se hacen películas como las de antes- Anora demuestra que el cine sigue muy vivo, lleno de vitalidad. 

De entrada, el largometraje podría leerse como una relectura moderna de la Cenicienta protagonizada por una escort. El argumento se resume así: un millonario se queda prendado de una prostituta, decide contratarla en exclusiva durante una semana y se enamora de ella. ¿Les recuerda a algo? Pues sí, a Pretty Woman una de las películas más ramplonas, zafias, tóxicas, imbéciles y taquilleras de la historia del cine. Pero frente al cartón piedra de Pretty Woman, Anora es una película sobre seres humanos veraces, llenos de flaquezas y contradicciones. 

'Anora'

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Más diferencias: el millonario no es Richard Gere sino un niñato veinteañero, hijo de un oligarca ruso, que pasa una temporada solo en la mansión familiar de Nueva York. Y la prostituta no es Julia Roberts haciendo de una suerte de Eliza Doolittle que aprende a comportarse como una dama elegante, sino una stripper y escort también veinteañera, mucho más creíble que la edulcorada prostituta de Pretty Woman. De hecho, Anora -que así se llama el personaje- es una de las maravillas de la película de Baker: una humana mezcla de candidez y astucia, ensoñaciones y sórdidas realidades.

El niñato, en lugar de pedirle matrimonio al final de la cinta como en Pretty Woman, se lo pide en mitad de metraje, durante una juerga en Las Vegas. Y entonces viene el lío y lo mejor de Anora. Cuando los padres del chaval se enteran de la boda, cogen un jet privado desde Moscú y, mientras vuelan hacia Estados Unidos, movilizan a un sacerdote ortodoxo armenio y a dos matones a sus órdenes, más ineptos que feroces. Este trío, encargado de velar por el niñato en Nueva York, deberá localizarlo con ayuda de la stripper y ahora esposa, porque, en cuanto el chaval se entera de la orden paterna de anular el matrimonio, se da a la fuga.

Sean Baker con los actores en el rodaje de 'Anora'

Sean Baker con los actores en el rodaje de 'Anora'

El director atrapa de forma prodigiosa un Nueva York muy alejado de la postal: la zona de Brighton Beach, al sur de Brooklyn, en el área de Coney Island, que se conoce como Little Odessa porque allí se concentra la comunidad rusa. Pocas veces el cine ha mostrado a unos matones procedentes de la Europa del Este más alejados del cliché. Y uno de ellos, Igor, el gopnik ruso que acompaña a los dos armenios, es un personaje lleno de matices, construido con una complejidad admirable. El actor que lo interpreta, Yuriy Borisov, estaba nominado a mejor secundario y es el único que se ha quedado sin Óscar. 

Los tres que ha ganado Sean Baker (Summit, Nueva Jersey, 1971) consagran a un cineasta con una trayectoria indie muy sólida y que da vueltas alrededor de un tema central. Siempre ha mostrado interés por los personajes que se mueven en submundos marginales, como la prostitución y el porno, a los que retrata de un modo muy distinto al de otros directores que cuando abordan estos entornos hurgan en la sordidez o manipulan al espectador con cataratas de sentimentalismo o de maniqueísmo panfletario. Baker mira a estos personajes con empatía, sin paternalismos y sin prejuicios, explorándolos como seres humanos con sus luces y sus sombras. 

'Anora'

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Inició su carrera en el año 2000 y empezó a captar la atención internacional una década después con títulos como Starlet, historia de amistad entre una actriz porno y una anciana, y Tangerine, rodada con iPhones y protagonizada por dos prostitutas transexuales negras. La buena acogida de esa cinta le permitió dar el salto a presupuestos más holgados y a poder contar con algún actor famoso. El resultado fue The Florida Project, que sigue las andanzas de unos niños que viven con sus familias desestructuradas en un cochambroso motel muy cerca de Disneyword. William Dafoe interpreta al conserje que vela por ellos. La película retrata los paisajes desolados de la cara B del sueño americano. Vino después la más irregular Red Rocket, sobre un actor porno retirado -interpretado por Simon Rex, ex actor porno en la vida real- que regresa a su pueblo. Anora supone su consagración con una obra de absoluta madurez. 

Hay dos secuencias que bastan por sí solas para demostrar el talento de Baker. La primera una larguísima escena en la que los matones retienen a Anora en la mansión tras la fuga del niñato. Es prodigioso cómo Baker logra combinar lo inquietante de una amenaza muy real con lo hilarante de la absurda situación. Consigue manejarla con un pulso vibrante, cercano al de los espídicos thrillers de los hermanos Safdie Good Time y Diamantes en bruto. 

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La otra secuencia prodigiosa es la del final abierto de la película: un largo plano sostenido de Anora y el gopnik en un coche aparcado envuelto en una nevada, que desemboca en un gesto desconcertado, contradictorio, de la protagonista desgarradoramente conmovedor. No, el cine no ha muerto. Directores como Sean Baker lo mantienen muy vivo.