Quentin Dupieux: programa doble
Las dos películas de Dupieux, 'Increíble, pero cierto' y 'Yannick', que se pueden en las plataformas, muestran un peculiar sentido del humor, absurdo y genial
16 enero, 2024 22:38Las (extrañas) películas del francés Quentin Dupieux (París, 1974) a veces se estrenan en España (duran una semana en las salas o, mejor dicho, en una sala y no suele ir a verlas nadie) y, más a menudo, se materializan en las plataformas de streaming, como es el caso de las dos últimas, Increíble, pero cierto (2022, Movistar) y Yannick (2023, Filmin), que dan para un estupendo programa doble (la primera dura una hora y cuarto y la segunda poco más de una hora) si uno comparte, como le pasa a quien esto firma, el peculiar sentido del humor de su autor (en su país, hay quien lo considera un genio y quien lo tilda, directamente, de imbécil y perturbado mental).
Para mí, el señor Dupieux es un maestro del humor absurdo que me ganó para siempre con su película Le daim (La chaqueta de ante, 2019), la delirante historia de un sujeto enamorado de una ridícula cazadora con flecos (Jean Dujardin) que se está divorciando de su mujer y vaga por Francia convencido de que la chaqueta en cuestión es lo que le define como un ser humano (como Nicolas Cage en Corazón salvaje, pero en versión subnormal). Acto seguido, pillé la anterior, Au poste (2018), ambientada en una comisaría propensa a actos de insania a cargo de policías y detenidos, con la que acabó de ganarme para su causa (sea ésta la que sea).
Quentin Dupieux lleva una doble vida de cineasta y músico electrónico, para la que se presenta bajo el seudónimo de Mr. Oizo (Señor Pájaro) y con la que obtuvo un hit en 1999 con el tema Flat beat, del que llegó a vender tres millones de copias y que le valió una nominación para los Brit Awards, los galardones de la música pop británica (en España, esta faceta es aún más desconocida que la cinematográfica). Como director, el señor Dupieux ha optado por un humor desquiciado que, como les decía, genera adicción u odio inmediatos, sin medias tintas. El metraje de sus películas suele ser reducido porque parten de una única idea (de un delirio elevado a la enésima potencia) y siempre cuentan con un presupuesto reducido (lo raro es que se las paguen, tal y como está la industria, aunque, no sé cómo, acaba de ser abordado por la actriz norteamericana Jennifer Lawrence -exacto, la de Los juegos del hambre- para que se estrene en Hollywood).
Cortocircuito fatal
Mientras llega su gran momento (si es que llega) el espectador español al que le gusten las cosas de monsieur Dupieux puede darse un festín con sus dos últimas obras, que han aparecido simultáneamente en Movistar y Filmin y que, sin estar a la altura de La chaqueta de ante o la descacharrante Mandíbulas (2020), sobre dos inútiles que encuentran una mosca gigante encerrada en el maletero de un coche, como un Puigdemont cualquiera, y pretenden monetizarla, con las desastrosas consecuencias que a todos se nos ocurren, constituyen dos nuevos galones en su guerrera de cineasta (o dos nuevos clavos en su ataúd, según el punto de vista.
Increíble, pero cierto narra la historia de una pareja que adquiere la casa de sus sueños, que viene con sorpresita: un conducto interior bajo una tapadera en el sótano que te conduce aparentemente a ninguna parte, pues tras bajar varios escalones, sigues estando en la misma casa, pero han pasado doce horas y has rejuvenecido tres días (ni una explicación de por qué sucede tal cosa). Este prodigio lleva a la mujer de la pareja a pasarse la vida conducto abajo y conducto arriba para recuperar la perdida juventud y poder iniciar una carrera de modelo, ante el pasmo del marido, quien, además, tiene que soportar a un jefe chiflado que se ha instalado un pene electrónico con mando a distancia que cada vez que se estropea le obliga a viajar a Japón para que se lo reparen (hasta que se produce un cortocircuito fatal que lo lleva a arder dentro de su propio coche: perdón por el spoiler).
Yannick transcurre en un teatro en el que se representa una comedia boulevardiere titulada Le cocu (El cornudo) en la que no creen ni los actores que la interpretan. Una noche, un miembro del público, el tal Yannick, interrumpe la función para decir que se aburre, que ha tardado una hora en llegar a la sala desde su lugar de trabajo en un parking (turno de noche) y que no hay derecho a jugar con su único día libre. Tras una tangana con actores y público, Yannick saca una pistola, toma rehenes y escribe en directo una obra de teatro llena de errores de ortografía que obliga a representar al elenco, que se encuentra con un disparate aún peor que el que se ven obligados a representar para llegar a fin de mes.
Visión desquiciada
En ambos largometrajes (no muy largos) conviven la risa floja, el pasmo ante la desfachatez de la propuesta y el peligro de salirte de tus casillas ante lo que se te está contando, que parece proceder de una mente enferma o, en el mejor de los casos, de uno de los representantes más radicales de lo que ha venido a definirse como post humor. La principal novedad de Yannick es un componente trágico que nunca había asomado en las anteriores películas del señor Dupieux: el segurata del turno de noche es un tarado, de acuerdo, pero de su boca salen a veces argumentos incontrovertibles que hasta suscitan el interés de sus rehenes y la envidia de los actores. ¿Quién es aquí más culpable? ¿Unos comediantes que representan un material defectuoso y repetitivo, el público que se lo traga o el chiflado que exige un poco más de respeto para un obrero en su día libre?
Las cosas de Dupieux, como habrán deducido ustedes, no son precisamente para todo el mundo. Lo que para mí son obras maestras del humor absurdo, pueden parecerles a otros unas insufribles tomaduras de pelo. Este año volverá a atacar con una peculiar biopic de Salvador Dalí (título: Daaaalí!) y puede que con su primera incursión en la industria de Hollywood por cortesía de la señorita Lawrence. Tal y como están las cosas en la industria del cine, me sorprende que a este excéntrico le dejen rodar con tanta frecuencia, y no me extraña que sus películas en España, cuando se estrenan, desaparezcan de la cartelera en siete días, pero, como adicto a su visión desquiciada de la existencia, le deseo una larga y fructífera carrera.
Si no saben quién es, pero les ha llamado la atención, empiecen por La chaqueta de ante. Si no la encuentran, el programa doble Increíble, pero cierto y Yannick constituye una excelente tarjeta de presentación. Después de verlas, amarán a Dupieux o lo odiarán. Como les decía, con este pedazo de friki no valen las medias tintas.