El feminismo oblicuo de Kathryn Bigelow
Un documental sobre la autora 'En tierra hostil' muestra que los trabajos cinematográficos son buenos o malos al margen de que haya detrás un director o una directora
3 octubre, 2023 18:42Movistar acaba de colgar un documental ilustrativo, didáctico y sucinto (52 minutos), dirigido por la francesa Michèle Dominici y producido por ARTE, sobre la cineasta norteamericana Kathryn Bigelow (San Carlos, California, 1951), de la que soy fan declarado desde mucho antes de que se convirtiera en la primera mujer ganadora de un Oscar en el 2010 con su película The hurt locker (En tierra hostil). Sin conocerla de nada, siempre me ha caído bien. Bueno, si nos atenemos a la teoría de los cinco grados de separación (según la cual, todo el mundo está relacionado con el actor Kevin Bacon), debo decir que tengo un amigo, notorio artista conceptual barcelonés que se pasó media vida en Nueva York, que la trató cuando ella militaba en la asociación juvenil izquierdista SDS (siglas en inglés de Estudiantes por una Sociedad Democrática) y que me aseguró que era más radical que él, ¡lo cual es mucho decir, pues mi amigo sigue siendo un bolchevique de mucho cuidado!). Y que sé que estuvo casada con James Cameron en 1989. Pero ahí se acaban mis informaciones sobre la señora Bigelow, peculiar feminista cinematográfica en un mundo de hombres al que siempre se ha asomado con fundamento, curiosidad y empatía, logrando que algunos obtusos la acusen de practicar un cine muy poco femenino (como si todas las cineastas estuviesen obligadas a rodar películas intimistas y sentimentales).
Me encantó su primera película, Near dark (Los viajeros de la noche, 1987), una cinta de terror que también constituía una reflexión fatalista sobre el mundo de los vampiros, adelantándose al irlandés Neil Jordan, que insistió en esa línea con Entrevista con el vampiro (1994) y, sobre todo, con la melancólica e ignorada Byzantium (2103), que compartía espíritu con la no menos ignorada película alemana Nosotros somos la noche (2012), dirigida por Dennis Gansel y que contiene la secuencia vampírica más demoledora de todos los tiempos: una joven mordida para la eternidad viendo morir a su hija anciana en la cama de un hospital. A partir de ahí, me las tragué todas encantado: Blue Steel (Acero azul, 1990), sobre los tormentos de una joven policía interpretada por Jamie Lee Curtis; Point break (Le llaman Bodhi, 1991), protagonizada por Keanu Reeves y Patrick Swayze y centrada en las andanzas de unos surfistas que atracan bancos cubiertos por caretas de ex presidentes norteamericanos; Strange days (Días extraños, 1995), thriller distópico con Ralph Fiennes en el papel de un traficante de realidad virtual y escrito por James Cameron cuando aún no se le había ido la olla con los pitufos gigantes de Avatar; The weight of water (El peso del agua, 2000), pretencioso resbalón en la impecable carrera de la señora Bigelow; K-19, the widowmaker, con Harrison Ford en el papel del capitán de un submarino ruso y basada en un hecho real; The hurt locker (En tierra hostil, 2009), sobre un desactivador de minas incapaz de vivir una vida normal con su familia en una urbanización americana de las afueras; The darkest night (La noche más oscura, 2012), con Jessica Chastain interpretando a la mujer que diseñó y supervisó la caza, captura y ejecución de Osama Bin Laden; y Detroit (2017), drama social inspirado en unos motines raciales de extrema gravedad en la ciudad del título.
Todas ellas son convenientemente revisadas y analizadas en el interesante documental de Michèle Dominici, aunque la señora Bigelow no aparezca en él, más allá de algunas entrevistas de archivo (como se nos informa al principio, todas las peticiones de participación fueron respondidas desde el silencio más sepulcral: Bigelow cada día habla y se muestra menos, mientras parecen crecer sus habituales dificultades para levantar sus proyectos). En ese sentido, se trata de un documental muy francés, muy Cahiers du cinéma, para entendernos, pero a los devotos de la señora Bigelow puede servirnos para repasar su obra y entender un poco mejor por qué nos gusta tanto.
Entorno caótico
En teoría, una feminista de izquierdas debería haber emprendido otro tipo de cine. Ella optó por ingresar en la industria y rodar, aparentemente, películas de acción con muchos tiros de esas que suelen filmar los hombres. Lo hizo a su manera, claro está, con un feminismo oblicuo que se pone especialmente de manifiesto en Acero azul y La noche más oscura. Se ganó la fama (no sé si como cumplido o como reproche) de dirigir como un hombre, pues todavía queda gente que no ha entendido que solo hay cineastas buenos o malos y que el género es poco más que un hecho biológico. Optó por the road less travelled (el camino menos recorrido), y se convirtió en una bienvenida rareza dentro del mundo del cine en general y del cine dirigido por mujeres en particular.
De todas sus películas, me quedo con Días extraños, fascinante y melancólica mezcla de géneros que me he tragado tres veces y no descarto tragarme una cuarta. Hay algo muy emotivo en el personaje de Fiennes, un ex policía reciclado en camello de cintas de realidad virtual que se pasa la vida recibiendo sopapos y protegido por una amiga que sigue en el cuerpo, Angela Bassett, que ejerce de amiga, madre y confesora y que es el personaje fuerte de la extraña pareja (de nuevo, el oblicuo feminismo de la señora Bigelow), mientras sigue echando de menos a la novia, Juliette Lewis, que lo plantó por un criminal. Todo ello ambientado en un entorno caótico, el de la ciudad de Los Ángeles al final del pasado milenio, cuando corrían todo tipo de teorías conspiranoicas sobre el fin del mundo tal como lo conocíamos, que cantaba Michael Stipe.
A quienes desconozcan la obra de Kathryn Bigelow, les sugiero que empiecen por Strange days y se salten El peso del agua. El resto de su producción es excelente, y el documental es una estupenda carta de presentación.