Una imagen de 'Midnight mass' / NETFLIX

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Cine & Teatro

La isla misteriosa

En 'Midnight mass' uno cree que hallará una historia de terror y se encuentra con una profunda reflexión sobre Dios y la religión

2 octubre, 2021 00:00

Gracias a su miniserie Midnight mass (Misa de medianoche), el norteamericano Mike Flanagan puede vanagloriarse de haber creado un nuevo subgénero del cine de terror: el thriller metafísico y religioso. Me dirán ustedes que eso ya lo practicó William Friedkin en El exorcista, pero ahí la religión era un simple elemento de atrezo y lo importante era el miedo que daba aquella niña poseída por el diablo que gritaba obscenidades mientras su cabeza efectuaba un giro de 180 grados. En Midnight mass, bajo la apariencia de una historia de terror en siete capítulos, encontramos muy serias reflexiones sobre Dios, la religión y el peligro de cruzarse con un ángel caído, como le sucede a uno de los protagonistas, el padre Paul, quien se planta en la pequeña Crockett Island para ponerlo todo patas arriba con la excusa de la segunda venida del Mesías.

Netflix es un inmenso cajón de sastre en el que hay de todo y te puedes encontrar la misma semana con un escapismo coreano como El juego del calamar, algún delirio sobre cheerleaders empoderadas (ahora no me viene ninguno a la cabeza, pero ustedes ya me entienden) y una historia de terror paranormal como Midnight mass que, por el mismo precio, te habla de Dios, de la religión y del sentido de la vida (situándose esporádicamente al borde del ridículo, pero sin caer nunca en él). Su creador, Mike Flanagan, tiene en esa plataforma sus dos miniseries anteriores, The haunting of Hill House, que no tenía nada que ver con la novela homónima de Shirley Jackson, pero estaba la mar de bien, y The haunting of Bly Manor, de la que pasé en su momento y que ahora pienso visionar con urgencia. En cine, nuestro hombre es el responsable de películas como Absentia (2011), Oculus (2013) o la adaptación de Stephen King Doctor Sueño (2019), en las que se limitaba a cumplir sin saltarse las reglas del género ni inventar subgéneros como el que presagia Misa de medianoche, que constituye una muy agradable (y estimulante) propuesta en el abigarrado y a menudo errático catálogo de Netflix.

Una imagen de Midnight mass / NETFLIX

Una imagen de Midnight mass / NETFLIX

Todo sucede en una islita echada a perder por unos vertidos de petróleo en la que cada vez queda menos gente viviendo de la pesca. A ese enclave decadente con dos ferris costrosos que lo comunican (no muy bien) con el continente, llega un buen día el joven sustituto del provecto monseñor Pruitt, el padre Paul (Hamish Linklater), y no pasa mucho tiempo hasta que empiezan a suceder hechos insólitos: una joven paralítica echa a andar y la anciana madre de la doctora local empieza a rejuvenecer mientras, en un bosque de las marismas, se detecta una extraña e inquietante presencia. La beata oficial del pueblo, Beverly Keane (una impresionante Samantha Sloyan) no cabe en sí de gozo ante la era de los milagros que se abre ante ella. En paralelo, el joven Riley (Zach Gilford) vuelve a casa tras cumplir una condena de cuatro años de prisión por haberse cargado a una pobre chica en un accidente de carretera provocado por él mismo al quedarse frito al volante, y reemprende su relación adolescente con la maestra Erin (Kate Siegel, actriz solvente y esposa del señor Flanagan en la vida real). No tardaremos mucho en descubrir la auténtica e inverosímil identidad del padre Paul ni en identificar a la siniestra presencia de las marismas, pero hasta ahí puedo leer para no incurrir en el spoiler.

Habrá quien piense que Mike Flanagan se ha metido en camisa de once varas con esta ficción en la que demuestra, entre otras cosas, un profundo conocimiento de la Biblia, pero yo diría que es lo mejor (y más arriesgado) que ha hecho en su vida. Uno entra en Midnight mass creyendo hallarse en el familiar terreno de las historias de terror y se encuentra con una profunda (y amena) reflexión sobre Dios, la religión (y sus peligros), los caminos del auténtico amor y el sentido de la vida. Que una propuesta tan extraña como ésta haya recibido la luz verde de los ejecutivos de Netflix solo puede considerarse una buena señal y la prueba definitiva de que las plataformas de streaming van sustituyendo al cine en la asunción de proyectos de riesgo: imagino al señor Flanagan explicando esta extravagancia místico-terrorífica a los mandamases de Netflix y me pasmo, complacido, ante el hecho de que no lo echaran a patadas de sus despachos.