Los crímenes son para el verano
Shari Lapena escribe historias siniestras, dentro de ese subgénero que se conoce como 'Domestic Noir', y que gustan porque resultan muy cercanas
8 septiembre, 2021 00:00Desde hace algunos años, la escritora canadiense Shari Lapena (Toronto, 1960) publica cada verano un nuevo thriller de ese subgénero que conocemos como Domestic Noir y que, aunque ha existido toda la vida, vive un momento álgido de un tiempo a esta parte gracias a la proliferación de autoras (no hay apenas hombres que se dediquen a él) que lo practican. Entre ellas, la señora Lapena (el apellido original era Lapeña) ocupa un lugar destacado desde que publicó La pareja de al lado, un éxito en todos los países en los que se editó. Después vinieron Un extraño en casa, Un invitado inesperado y Alguien a quien conoces. Y ahora coinciden en las librerías su penúltima novela, Su último día, recién traducida al español, y la última, Not a happy family, que quienes no sepan inglés deberán esperar un año para leer.
El éxito del Domestic Noir se explica por lo mucho que nos gusta leer historias siniestras que nos resultan al mismo tiempo cercanas, historias que podrían sucederle a un pariente, a un amigo o a un vecino. Sus tramas suelen incluir niñas desaparecidas, mujeres felizmente casadas (en apariencia) que ocultan algún turbio secreto, maridos que no son exactamente quienes dicen ser y, sobre todo, un concepto fundamental: la posibilidad del peligro en un entorno supuestamente tan seguro como el propio hogar. Mezclando el thriller con el chismorreo, el Domestic Noir saca al exterior al cotilla y al morboso que todos llevamos dentro y nos sumerge en desastres domésticos que podemos seguir cómodamente desde la camita, conscientes de que a nosotros nunca nos pasarán esas cosas (o eso creemos). Como los niños que cuentan historias tenebrosas en torno al fuego, los lectores del Domestic Noir sufrimos de manera vicaria por gente que podría formar parte de nuestro vecindario, pero que (aparte de ser imaginaria) está lo suficientemente lejos de nosotros como para no preocuparnos en exceso por ellos, prefiriendo utilizarlos para nuestro entretenimiento. Aunque lo ideal para este subgénero es la piltra, el sofá o la hamaca de playa también sirven.
Genuinas montañas rusas
La última novela de Shari Lapena traducida al español, Su último día, es la menos interesante de su producción hasta la fecha: una intriga descafeinada, personajes más de cartón piedra que de costumbre (en eso se parece un poco a Agatha Christie, a la que rindió un divertido homenaje en Un invitado inesperado), desarrollo un pelín rutinario y una conclusión decepcionante. Los que lean inglés se la pueden saltar y pasar directamente a Not a happy family, donde la tía Shari ha recuperado el pulso y nos plantea una historia --de ésas que se devoran, que te obligan a pasar las páginas a cien por hora hasta que no puedes más y te quedas frito-- sobre una familia repugnante de ésas que tanto asco dan en la vida real, pero tan atractivas resultan en la ficción en general y en el thriller en particular (recordemos que dentro de cada lector de Domestic Noir anida un chismoso algo retorcido). Se trata de los Merton: papá, mamá y sus tres hijos. Sobre éstos recaen las sospechas de la policía cuando los Merton aparecen brutalmente asesinados en su lujoso domicilio de Brecken Hill, cerca de Nueva York. Todo parece indicar que uno de los vástagos --a cuál más lamentable-- ha quitado de en medio a sus padres para hacerse cuanto antes con una cuantiosa herencia. Y los inspectores Reyes y Barr deberán descubrir cuál de ellos, sorteando todas las trampas que la señora Lapena les va poniendo por el camino (a ellos y al lector).
No es necesario decir que Shari Lapena no descubre la pólvora en ninguno de sus libros, pero tampoco le hace ninguna falta. Sus crímenes son para el verano, sus misterios son genuinas montañas rusas (de las que te olvidas al final del agitado recorrido en diez minutos, pero da igual) y su ambición literaria es escasa, por no decir nula. Shari Lapena es, prácticamente, un placer culpable. Pero de los mejores que uno pueda encontrar en el mercado de las intrigas de ámbito doméstico. Cuando el cerebro no les dé para releer a Junger o a Wittgenstein, piensen que la tía Shari nunca les dejará colgados.