Fernando Cayo lleva décadas en el mundo del teatro, como los lleva en la televisión, en la dirección... por eso se considera un “creador multidisciplinar”. Para muchos, en cambio, es el coronel Tamayo de La casa de papel.
Más allá de la famosa serie, de la que se siente muy orgulloso de poder participar, el actor prorroga en el Teatro Español (Madrid) Antígona, la obra de Eurípides pasada por un tamiz rompedor, antes de salir de gira.
Teatro y plataformas
Gracias a la dramaturgia de David Gaitán, el vallisoetano se mete en la piel de un Creonte no tan malo como en la pieza original. O, al menos, más poliédrico y, sobre todo, más showman. Un personaje revisado que está encantado de interpretar.
Cayo repasa con Crónica Directo qué tiene de actual y atractivo este montaje de tanto éxito y revisa la función del teatro en una época pandémica que lo ha convertido en algo más necesario que nunca. Y sí, también de la serie de Netflix.
--Pregunta: La obra se estrenó en Mérida el verano de 2020, pero ¿cómo llegó al proyecto?
--Respuesta: Me llegó a través de Domingo Cruz, del Desván Teatro, una productora extremeña, junto a David Gaitán un versionador y autor de la puesta en escena. Era una puesta escena destinada para el festival de Mérida. En el Teatro Español arrancamos con otra fase y estamos montando una gira estupenda de la mano de Concha Busto.
--¿Pasará por Cataluña?
--No lo sé, porque el teatro en Cataluña es complicado, es un circuito muy cerrado, como no vayas en catalán... Entran muy pocas funciones, tienen que ser supercomerciales... Yo he tenido la fortuna de estar en el Romea, que es un teatro con una programación más abierta, con una producción del Centro Dramático Nacional, Inconsolable, de Javier Gomá y puesta en escena de Ernesto Caballero, y con La vida es sueño, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente. Pero excepto eso... Es curioso porque los profesionales catalanes están aquí. Es una situación un poco injusta para los que están aquí, pero la llevaremos bien.
--Más allá de eso, esta es una Antígona muy distinta.
--Es una versión totalmente nueva, renovada, muy cañera, rompedora, juvenil. Tiene un espíritu muy potente que la hace diferente, por eso la gente se está divirtiendo mucho.
--¿Cómo definirías a tu personaje, Creonte?
--El que hacemos en esta versión es un personaje de personajes. Por un lado, puedo ser un Obama, un tipo dialogante, democrático; por otra parte, es Calígula, un emperador romano enloquecido; por otro, es un showman del poder que canta, da volteretas y encandela público, un clown del poder. También es un animal enfurecido, rabioso, que sale de la jaula dispuesto destrozar a Antígona.
--¿Lo definirías como el malo?
No, en esta versión, no. David Gaitán ha intentado crear una complejidad de pensamiento de cara al espectador, que pueda estar de acuerdo con algunas cosas, pese a ser despótico. O que Antígona, de repente no acepta o no escuche cuando Creonte le tiende la mano. Lo interesante es que te lleva a esa complejidad. Es cierto que Creonte manda de forma despótica, y ese punto de partida le coloca en un sitio más positivo que negativo, pero dice y hace muchas cosas que podríamos suscribir alguno de nosotros.
--¿Crees que este personaje, esta versión renovada, puede acercar al público joven?
--Totalmente. En provincias hay un envejecimiento del público teatral, me comentaba un compañero. Yo eso no lo veo, porque estoy de gira también con Por todos los dioses, que es un monólogo en clave de humor, crítico, sobre la mitología griega y nuestro mundo actual y la gente que se acerca es gente joven. Pero lo que a mí me alegra es ver la sala llena de gente joven. Hay muchos jóvenes que han venido a ver la obra y dicen que han entendido Antígona por primera vez, y eso está muy bien.
--¿Qué te lleva tanto al mundo clásico?
--Es que está en la base de nuestra cultura.
--Pero además de reivindicar lo clásico, Antígona resuena por su mensaje político
--La propuesta que se hace es la responsabilidad del ciudadano frente al poder para aprobar o desaprobar lo que hace y eso tiene consecuencias posteriores. Esa es la base de la democracia. Habla de esa responsabilidad del individuo y pensar, ¿aunque vayan a encarcelarme, es necesario que levante mi voz? ¿Siento que es necesario que haga esto o lo otro, según mi ética? Habla de eso de una manera muy divertida, por otra parte, porque se busca mucho el humor, la ironía, la crítica y eso creo que es fundamental en este montaje. Hay cierta tendencia, en el mundo cultural, a menospreciar el humor y la comicidad. Pero en los grandes clásicos como Shakespeare, Calderón, Lope de Vega siempre hay esa contraposición entre lo grotesco y lo poético, lo elevado y lo más bajo. En casi todas las piezas clásicas hay uno o dos momentos de humor en la que personajes hablan y crean una secuencia humorística. Y esto lo ha hecho David y hace que funcione muy bien.
--Metéis incluso Charlie Hebdo, ¿no es muy chocante?
--Hay algo extraño en esta obra porque la gente a veces piensa que hay mucho de improvisado y no es así. David Gaitan es estrictamente meticuloso y sabe perfectamente qué quiere que se haga. Y combina lenguaje culto, político y de la calle: palabrotas, expresiones chuscas. Esa combinación de elementos cultos de la pieza antigua, esas reminiscencias mitológicas o de cierta cultura griega con los elementos de las noticias de ahora y los debates con la justicia es muy interesante.
--Hablas maravillas de David Gitán.
--David Gaitán es el versionador y autor de la puesta en escena. Es un escritor y autor mexicano muy reconocido a nivel internacional. A pesar de ser muy joven va a dirigir un texto suyo en Alemania y ha estrenado varias cosas aquí. No tiene miedo en trabajar en distintos registros. Normalmente aquí somos muy pacatos en lo que estamos haciendo en el teatro. Hasta el punto en que no se entiende como algo verdadero nada que no sea naturalismo, lo cotidiano, que es lo que vemos en el cine y la televisión. El teatro es el territorio de lo imposible, de la metáfora, de lo poético, de lo excesivo, también. Es el lugar de otro tipo de expresividad. Y David juega con muchos niveles del lenguaje. Mi personaje susurra al espectador y luego se eleva a unos territorios de una épica wagneriana, para saltar a un espacio de cabaret alemán. Ese juego de distintos territorios es maravilloso. Es muy divertido para los espectadores y para nosotros, también.
--¿Cómo se ha enfrentado la pandemia? Esta obra empezó en verano de 2020, después de la primera ola
--Hay que ver la afectación de la pandemia en varios niveles porque no es lo mismo. No es lo mismo cómo lo he vivido yo que como lo han vivido las compañías de teatro independiente de provincias que, si ya estaban castigados por el IVA, la crisis y demás, este ha sido ya el remate. En Salamanca, por ejemplo, han tenido que cerrar una escuela y un par de salas de microteatro. Los que sufren más son los grupos de teatro independiente en sus diversas formas en todo el territorio nacional.
--¿Y a ti?
--En mi caso, no he parado de trabajar. En la cuarentena incluso hizo promoción de la cuarta temporada de La casa de papel, luego estrené Antígona en Mérida y Por todos los dioses en Donosti, que si bien estaba previsto para que se estrenara en Valladolid por las medidas de la Junta lo pude hacer. Y ahora podré alternar varias. Pero lo que se puede decir es que ha habido muchos teatros públicos que han estado apostando y es fundamental y en este sentido debo estar muy agradecido. Muchos compañeros han estado trabajando gracias a que los gobiernos locales han podido mantener una programación aunque sea con un aforo reducido. Eso una sala privada no siempre se lo puede permitir.
--En este sentido, ¿crees que se vino a demostrar la importancia de lo público en la cultura?
--En la cultura, en Sanidad y en todos los sectores. La base de una cultura equitativa y justa ha de ser lo público. Así lo entiendo yo.
--Has hablado de La casa de papel. ¿Has seguido rodando con las dos obras y la pandemia?
--Sí. Ha habido un par de semanas que he estado levantándome a las seis de la mañana, rodaba me soltaban aquí en el teatro a las siete de la tarde y a las 19.30 horas hacía la función. Estamos terminando y está quedando una temporada absolutamente bestial. Estamos grabando un capítulo de 45 minutos por cada mes y medio de rodaje, más que una peli. El nivel de producción es estratosférico. La gente va alucinar de lo que ocurre ahí porque la temporada es espectacular. Eso es complejo, lleva mucho tiempo de rodaje pero yo estoy supercontento.
--¿Qué te parece este éxito?
Yo me incorporé en la tercera temporada cuando el carro estaba en marcha y ya era un fenómeno internacional. Es maravilloso que el audiovisual español esté en primer lugar a nivel internacional. Las series más vistas a nivel internacional son La casa de papel y Élite, a otro nivel con algo menos de espectadores. Que la serie más vista del momento sea española y que haya un montón de productos situados a nivel internacional de distinto tipo de una calidad extraordinario Antidisturbios, Patria, La zona, La Veneno... Es para estar muy orgullosos.
--También está el teatro grabado que puede hacer que el teatro se vea de otra manera, ¿o no temes por el teatro?
--Para nada. Lo que ha pasado ahora es que la gente ha estado viendo tantas cosas pegado a una pantalla que ahora lo que quiere es venir al teatro. Y lo estamos viendo, los teatros, dentro de las restricciones de aforo, están llenos. La gente tiene ganas del vivo, el directo. El teatro grabado creo que es una solución momentánea para la gente que no podía ir a ver espectáculos en ese momento.
--¿Crees que las plataformas, si bien implican otros riesgos para las salas de cine, pueden ser también un trampolín para la industria?
Ya lo está siendo. La cantidad de producción audiovisual que hay ahora mismo en España es extraordinaria. Y, en este momento tan difícil, para toda la industria es muy importante.