Agatha y Pascal, la extraña pareja
La miniserie de televisión 'Eran diez', a partir del clásico de Christie 'Diez negritos', devuelve con la profesionalidad de Laugier la pasión por los cuentos de crímenes
24 octubre, 2020 00:00Agatha Christie es una autora británica de novelas de misterio muy hábil con la carpintería de sus tramas y nada propensa a abordar en ellas el factor humano. Pascal Laugier es un cineasta francés que factura unas películas de terror especialmente perversas que te ponen los pelos de punta porque se te meten bajo la piel y huyen como de la peste de esos clichés habituales del género que suelen convertir cualquier historia más o menos espeluznante en una versión audiovisual del tren de la bruja de los parques de atracciones cutres. Cuesta imaginar una pareja más imposible a la hora de crear una miniserie de televisión, pero los franceses han logrado tan extraño encuentro en su nueva versión del clásico de la señora Christie Diez negritos, rebautizado para la ocasión como Ils etaient dix (Eran diez). Si empecé a verla fue porque sentía una curiosidad malsana por saber qué habría hecho el autor de tan brillantes pesadillas como Mártires, El hombre de las sombras o Ghostland con esa historia que todos nos sabemos de memoria porque o la hemos leído o nos hemos tragado alguna de sus innumerables adaptaciones al cine y a la televisión. Tras consumir cuatro capítulos de un total de seis, la conclusión no es desoladora, pero sí decepcionante: el pobre Pascal no ha hecho absolutamente nada con el original porque esto es claramente un encargo aceptado por motivos alimenticios y controlado férreamente por los guionistas (Bruno Dega y Jeanne Le Guillou), que no han requerido los servicios de nuestro hombre a la hora de intentar explicar de una manera nueva una vieja y conocida historia.
Todos nos la sabemos: diez personajes variopintos son atraídos con engaños a una isla deshabitada por el mismo agent provocateur, que aparece muerto al principio de la trama. Por la isla ronda un asesino que conoce el secreto de todos los invitados: en algún momento de su existencia, todos cometieron un crimen; y ha llegado la hora de que paguen por él. Rodada en la isla de Guadalupe, Eran diez es una digna (y convenientemente afrancesada) puesta al día del clásico de Agatha Christie, ideal para un fin de semana lluvioso, especialmente si estás confinado en casa por culpa del coronavirus. El ritmo es vibrante y los actores --prácticamente desconocidos en España-- cumplen su cometido con absoluta dignidad. En resumen: un honesto entretenimiento para cuando el coco no nos da para más o nos apetece que nos vuelvan a contar un cuento de crímenes que nos gustó mucho y del que nos olvidamos de quién era el asesino nada más acabaron de contárnoslo.
¿Un director de encargo?
La pregunta que uno se hace es: ¿para qué recurrir a un tipo tan brillante como Pascal Laugier cuando esta historia archisabida la puede rodar hasta un chimpancé mínimamente espabilado? Que el señor Laugier acepte el encargo es comprensible: le cuesta dios y ayuda levantar sus proyectos personales y suelen pasar años entre uno y el siguiente. El problema conceptual emana de la producción, que, en vez de dar vía libre al inquietante Pascal, lo ha convertido en algo que nunca ha sido, un director de encargo.
Nadie notará en Eran diez la estimulante presencia del que para un servidor es el cineasta de terror más interesante del momento (junto a los norteamericanos Ari Aster y Jordan Peele), pero si se conforman, como hice yo, con una nueva vuelta de tuerca a una vieja historia pueden pasar un rato entretenido. Especialmente, si están enfermos o en la calle llueve a cántaros, lo que no ha sido mi caso.