Valores (narco) familiares
La serie 'Ozark', creada por Bill Dubuque, aborda los valores familiares que son básicos para la sociedad norteamericana
2 mayo, 2020 00:00La familia que delinque unida permanece unida. Ese es el peculiar subtexto de Ozark, la serie de Netflix que acaba de aprobar con nota su tercera temporada y que nos deja con ganas de saber qué pasará en la cuarta. No es fácil para ninguna serie mantener el interés del espectador más allá de la segunda temporada, pero Ozark lo está logrando gracias a la evolución de sus protagonistas, quienes, en la línea del Walter White de Breaking bad, transitan de una vida burguesa decente a la criminalidad con un optimismo y una capacidad de adecuación a las circunstancias francamente admirable (y muy americana). Si la vida te da limones, haz limonada, sostiene el célebre consejo del mundo de la autoayuda. Y si la vida te da drogas y dinero ilegal que blanquear, apáñate cómo puedas si no quieres que te quiten de en medio los narcotraficantes mexicanos.
En su primera temporada, Ozark nos presentaba al matrimonio formado por Marty (Jason Bateman) y Wendy Byrde (Laura Linney). Marty es un asesor financiero que se gana muy bien la vida hasta que descubre que su socio es un mangante que ha hecho extraños y peligrosos planes de negocio con un cártel de la droga al que ha intentado timar. Los mexicanos se plantan en Chicago, ejecutan al socio ladrón y le dicen al socio superviviente, el pobre Marty, que le toca a él pagar los platos rotos. Así pues, los Byrde son enviados a los Ozarks, en el Misuri profundo, a lavar dinero a través de un casino y a devolver todo lo que el difunto socio sustrajo cuando se creía más listo de lo que era. El nuevo trabajo, lógicamente, conlleva la mutación de dos pilares de la sociedad como Marty y Wendy en dos delincuentes que, al principio, solo aspiran a saldar la deuda con el cártel y volver a su existencia habitual, pero que no tardarán mucho en darse cuenta de que su nuevo ambiente profesional va a ser el definitivo. Como si acabara de leer ¿Quién se ha llevado mi queso?, cima de la literatura de autoayuda, Marty Byrde se olvida de lo que ha perdido y se lanza a ver qué puede aportarle lo que le ha caído encima.
La tercera y excelente temporada nos muestra a unos Marty y Wendy que ya han dejado atrás los escrúpulos y se han dado cuenta de que, para mantenerse con vida --a ellos mismos y a sus hijos--, hay que tomarse muy en serio el nuevo trabajo que les han endilgado. Vigilados de cerca por la implacable abogada del cártel, Helen Pierce (Janet McTeer), los Byrde sufren las consecuencias de la guerra en México entre su narco particular, Omar Navarro, y un clan rival que le está amargando la vida a conciencia. Ruth Langmore (Julia Garner), heroína white trash y delincuente nata por herencia familiar, es ya un personaje fundamental en los tejemanejes de Marty: lamentablemente para todos, se enamora del hermano de Wendy, Ben (Tom Pelphrey), un inútil bipolar, fuente de todo tipo de problemas, al que no se le ocurre nada mejor que hacer que visitar a su hermanita cuando lo despiden de su último trabajo y al que, nada más verlo aparecer, sabes que va a causar una catástrofe descomunal, como así acaba sucediendo.
Como Animal kingdom --sobre cuya continuidad hay dudas desde que hubo que despedir a Ellen Barkin por insoportable, eliminando a su personaje, la amoral y fascinante Smurf, que era el que sostenía la serie--, Ozark consigue que empatices con unos personajes con los que, en principio, no querrías saber nada: los Byrde, por aburridos; casi todos los demás, por criminales. Hay algo enternecedor --y muy, muy americano-- en esa ansia de superación de Marty y Wendy, en su obsesión por mantener unida a la familia en las peores circunstancias, en su esperanza sin base alguna de que, al final, todo acabará saliendo bien. Ozark, creada por Bill Dubuque, es, en el fondo, una serie sobre esos family values a los que tanta importancia concede la sociedad estadounidense y que tan difíciles son de conservar cuando te juegas la vida a diario trabajando para un narco psicótico al que se le pueden cruzar los cables en cualquier momento. A destacar la labor de los actores y actrices, impecables todos en su cometido, y en especial en la tercera temporada, la de ese desconocido que da vida al atorrante de Ben, genuino agent provocateur en esta fase del drama.