Hyeronimus Bosh y el L.A. Noir
La serie vale mucho la pena con tramas extraídas de las mejores novelas de Connelly que funcionan de maravilla, mostrando una ejemplar relación entre lo criminal y lo meramente humano
29 diciembre, 2018 00:00Hay series que están en boca de todos y series de las que no habla casi nadie. Éstas suelen palmar tras la primera o segunda temporadas, pero hay gloriosas excepciones, como Bosch, que cuenta con una parroquia fiel en Amazon y lleva ya cuatro estupendas temporadas. Controlada por Eric Overmyer como productor y show runner, Bosch adapta las novelas de Michael Connelly protagonizadas por el inspector Harry Bosch, al que su madre, una prostituta de buen corazón que fue asesinada cuando el crío tenía siete años --un crimen que jamás se resolvió-- bautizó como Hyeronimus en homenaje al pintor flamenco que conocemos en España como El Bosco.
Serio, adusto, honrado a carta cabal y dotado de un sentido del humor un tanto retorcido --a causa de los horrores que ha presenciado a lo largo de su vida--, Harry Bosch es, en los libros, un veterano de la guerra de Vietnam --la serie empezó en 1992 con El eco negro-- que intenta poner un poco de orden como inspector del LAPD (Los Angeles Police Department) en una ciudad que alberga todo tipo de excesos, incluidos los criminales. En la serie, por cuestiones de puesta al día, la experiencia militar de Bosch se ha desplazado de Vietnam a Irak y Afganistán, y nos encontramos a nuestro héroe ya divorciado de Eleanor, la ex profiler del FBI reciclada en jugadora de cartas en Las Vegas, y con una hija de catorce años. Las novelas elegidas para las cuatro temporadas --Connelly ha escrito algún capítulo, y también ha pasado por ahí George Pelecanos-- son de la primera y más interesante etapa del personaje. Durante las diez o doce primeras aventuras de Bosch, Connelly mantuvo el listón muy alto y cada nuevo libro era una alegría para sus lectores. Lamentablemente, ahora que ya llevamos más de veinte, el interés ha bajado de una manera notable y algunos hemos dejado de comprarlas nada más llegar a la librería inglesa más cercana. ¿Falta de inspiración? Más bien me inclino por una producción exagerada del señor Connelly, que es de los que sacan una o dos novelas al año, dando por buena cualquier idea que se les ocurre. En cualquier caso, durante una década, Harry Bosch fue uno de los mejores personajes del thriller norteamericano, a la altura del Matt Scudder de Lawrence Block, y un digno heredero del Philip Marlowe de Raymond Chandler a la hora de retratar la ciudad de Los Angeles a través de su panorama criminal: una figura señera de ese subgénero que ha venido a denominarse L.A. Noir.
La serie vale mucho la pena. Titus Welliver --un secundario al que hemos visto en cientos de películas y telefilms-- compone un acertado Harry Bosch, y las tramas, extraídas de las mejores novelas de Connelly, funcionan de maravilla, mostrando una ejemplar relación entre lo criminal y lo meramente humano, que siempre suelen ir juntos. Especialmente indicada para quien ya conociera a Harry de sus novelas, Bosch es también una serie confortable porque sabes de donde viene y que ese lugar --o estado mental-- te gusta y te encuentras cómodo en él. No alcanza las cotas de pantuflismo policial propias de Columbo y Se ha escrito un crimen, pero es de sofá y manta y disfrute garantizado para quienes le cogimos cariño al pobre Hyeronimus desde El eco negro y nos encanta verlo convertido en un señor de carne y hueso. Como el mundo de Maigret y el de Sherlock Holmes, el de Harry Bosch resulta tremendamente acogedor.