Cruz Ramírez, de 'Cars 3', la primera chica (coche) Pixar

Cruz Ramírez, de 'Cars 3', la primera chica (coche) Pixar

Cine & Teatro

Cruz Ramírez, la primera chica (coche) Pixar

Laura Fernández desciende al mundo de los niños para explicar el fenómeno de los vínculos que se crean entre los menores y los personajes animados según género

21 julio, 2017 00:00

A John Lasseter, un tipo que creció dibujando en la iglesia, los domingos, porque no tenía más remedio que ir con su madre y lo aborrecía soberanamente, siempre le sorprendió que a las niñas les gustase Cars. Lo confesó en una entrevista a la imposible revista Autoweek que concedió al poco de saberse que habría una tercera entrega de la serie protagonizada por el irremediablemente engreído Rayo McQueen.

Aunque John Lasseter debe estar al tanto de lo que me confesó Ben Bocquelet, creador del brillante El asombroso mundo de Gumball, y esto es que en todo producto audiovisual dirigido a los niños hay una regla no escrita según la cual las niñas son capaces de empatizar con un personaje masculino mientras que, oh, hay un puñado de estudios que dicen que los niños no lo hacen al revés. Eso explicaría el fracaso de Brave, una fábula posmoderna sobre la química mal resuelta entre una madre y una hija que prefiere cazar —cualquier cosa— a dejarse cazar —por un príncipe estúpido—, entre otros.

A la que Disney movía un dedo para tratar de cambiar la tendencia de la que habla Bocquelet, un dedo que no apuntase en la dirección de (PRINCESAS), el público del que hablamos y, al que no olvidemos, lleva al cine su familia, esto es, sus padres y sus madres, que quizá temen que si sus hijos ven una tiara no puedan soportar la idea de no tenerla, le dejaba en la estacada. Ocurrió con Brave, sí, pero también con ¡Rompe Ralph!, un producto más irregular, pero en el que el peso protagonista recaía, a partes iguales, entre el Ralph del título –que hacía las veces de figura paterna, en realidad– y una niña decidida a ganar una carrera de coches en un mundo de golosinas (virtual), y con la mismísima Al revés. No, no ocurrió con Frozen, pero es que en Frozen hay (PRINCESAS).

Llega la oportunidad

¿Y qué podía hacer un tipo como John Lasseter –que, no lo olvidemos, es también el creador de Toy Story– para evitar que el público se negase a ver (en masa) el enésimo intento de Disney/Pixar por acabar con tan absurda tendencia? Una tendencia que, de remitir y desaparecer, quizá podría ahorrarnos muchos problemas en el futuro, porque estamos hablando de que damos por hecho que los niños no pueden empatizar con las niñas, no son capaces de meterse en su piel, pero no lo son porque nadie les ha pedido que lo hagan, no lo necesitan, el mundo es suyo. Como diría Cruz Ramírez, el personaje hallazgo de Cars 3, la solución en la que pensaron Lasseter y su equipo para esquivar el golpe de taquilla, ellos siempre han sentido que podían. Que podían hacerlo todo, cualquier cosa.

En un momento de la película, Cruz confiesa a su jefe, Rayo McQueen —en realidad, su entrenado, porque Cruz es entrenadora de coches, sí—, que de pequeña corría todos los días y que pasó mucho tiempo entrenándose sola antes de presentarse a su primera carrera, pero cuando llegó allí y descubrió que todos los demás eran “más grande y más fuertes” que ella, sintió que no iba a poder hacerlo, porque aquello no era para ella, sino para ellos. A continuación, le pregunta a McQueen si él se ha sentido así alguna vez, y McQueen se muestra sorprendido y suelta: “Yo siempre he pensado que podía”. Y en ese medio minuto, Lasseter y sus guionistas habituales (Baird y Gerson) definen a la perfección lo que ocurre cuando no se tiene un modelo. La inseguridad que se siente al tener que dar el primer paso cuando nadie lo ha dado antes que tú. Y lo que sigue es, mal que le pese a la crítica cinematográfica —que, con toda seguridad, en su mayoría, nunca ha sido niña—, una recta final que contiene los minutos más valiosos de la serie en forma de, por un lado, redención del personaje (engreído) de McQueen, convertido en una nueva vieja gloria —con toda la carga de “acepta de una vez que eres mayor, querido, quizá hasta demasiado”— y, por otro, de puñetazo al fan hardcore que jamás podrá empatizar con un personaje femenino, pero que no tiene por qué condenar a sus hijos a no hacerlo.

Dijo Lasseter en aquella entrevista que había escrito el personaje de Cruz Ramírez para agradecer a todas esas niñas que amaron a Rayo McQueen desde el principio, aunque no estuviese hablando de ellas, y al colocarlo en la película de la forma en que lo hace, está dando una oportunidad a todos esos niños que los estudios creen que jamás podrán empatizar con un personaje femenino. La oportunidad de admirar, por qué no, a una chica (coche). La primera chica (coche) Pixar.