Exposición de Manolo Laguillo

Exposición de Manolo Laguillo

Artes

Manolo Laguillo y Marie Jalowicz

Laguillo ha fotografiado en Berlín las casas donde Jalowicz se refugiaba, perseguida por los nazis, y ello confiere a esas imágenes un sentido de ultra-realidad

El semi olvidado talento de 'pan' Has

Publicada

Qué impresionante es el libro, la memoria Clandestina de Marie Jalowicz, y qué espléndido, si glacial, homenaje le tributa el fotógrafo Manolo Laguillo en una serie de fotos de su exposición “1986-2023” que se inauguró el pasado jueves en la galería madrileña MPA (siglas de Moisés Pérez de Albéniz, en la calle Doctor Fourquet de Madrid, cerca del Reina Sofía).

Luego hablaremos de la admirable Jalowicz y de su extraordinario libro. Ahora, celebremos al artista fotógrafo que muchos años después ha pensado en ella y le ha rendido un homenaje.

A Manolo Laguillo (Madrid, 1953, residente en Barcelona) creo que todo el mundo, por lo menos todo el mundo interesado en la fotografía, lo conoce, es uno de los más reputados profesionales de Barcelona, además de catedrático –no sé si jubilado— en la universidad de Barcelona, músico aficionado (al armonio y al chelo), traductor (de filósofos alemanes), galardonado con el Nacional en su especialidad, que tiene obra en el MNAC, el MACBA y el Reina Sofía.

Fotografías de la exposición de Manolo Laguillo

Fotografías de la exposición de Manolo Laguillo

El año pasado comentamos una composición de sus fotografías expuesta en la colectiva Cronos en la sede del Banco de España. Sus imágenes, centradas en la arquitectura y el urbanismo, pueden ser consideradas una forma de documentalismo íntimo dotado de una seca lírica; sus fotos suelen ser (pero no siempre) en blanco y negro, y se despliegan ante la mirada como verdades solemnes dichas en voz baja.

El primer plano, incluido

Para definir su estética con mayor exactitud, recurro a sus propias palabras, en un ensayo que escribió para el catálogo de Valladolid, con motivo de su exposición en el Patio Herreriano de esa ciudad en 2023. Allí Laguillo define su estética en 10 puntos, como las leyes de la tabla de Moisés. Cito la primera ley:

“Entiendo el dispositivo fotográfico como un instrumento que registra de forma presuntamente objetiva , sin la subjetividad de la mano, sin gesto ni trazo. Por ello busco imágenes austeras y carentes de expresión, huyo de lo anecdótico y del efectismo sentimental y, en definitiva, me elimino a mí mismo”.

Bueno, venga, como el tipo se explica verbalmente bien –cosa rara, por cierto, en un fotógrafo, dicho sea sin ofender al gremio-- copio otra ley, la número 8:

“Le presto atención a la minucia significativa. Busco el detalle extremo en todos los planos, rechazo la borrosidad. Prefiero la frontalidad, y del escorzo hago un uso parco y controlado. Las líneas verticales de los edificios deben aparecer paralelas en las fotografías, tal y como son en la realidad. El primer plano debe estar incluido en la composición”.

El fotógrafo Manuel Laguillo

El fotógrafo Manuel Laguillo

Estas restricciones –las líneas verticales de los edificios deben aparecer verticales, y el primer plano debe figurar en la composición— las entiendo como un compromiso de honestidad. Ahora podría hablar de las fotos que expone en MPA, pero no lo haré, porque son muchas, ligadas entre sí por vínculos no explícitos. Pero voy a detenerme en una serie de cinco o seis que retratan fachadas, o portales de anónimos edificios berlineses. Ninguna cartela lo explica, pero esas son las casas berlinesas donde encontró refugio la Joven Marie Jalowicz mientras trataba de escapar del destino al que la condenaba el régimen nazi.

Casas que son templos

Clandestina lleva por subtítulo “Una joven sobrevive en Berlín 1940-1945” y es el testimonio –no escrito, sino verbal, dictado a un pariente cuando la autora ya era una anciana a punto de fallecer— de los avatares de Marie, judía de 19 años, desde que la policía fue a buscarla a su casa para llevarla a un campo de exterminio, y logró burlarla fingiendo ser una subnormal que estaba allí por casualidad, y escapar, con lo puesto, y refugiarse durante cinco años de casa en casa: empezando por la de un sujeto sifilítico –que a consecuencia de la terrible enfermedad caminaba con piernas como de goma y hablaba comiéndose las sílabas— y que para colmo era “un nazi fanatizado hasta el límite de la locura” que en el barracón donde vivía, entre docenas de acuarios con sus pececitos, un marco de madera no realzaba una pintura sino un pelo, laboriosamente adquirido, del perro pastor de Hitler.

Fotografías de Manolo Laguillo

Fotografías de Manolo Laguillo

Y esto es sólo el principio de un libro al que detalles como estos, probablemente inimaginables para cualquier narrador de ficciones, Otorgan una vida poderosísima, el acento de una verdad desvelada.

Ahora bien, que Laguillo haya ido por Berlín fotografiando las casas donde Marie se refugiaba, también confiere a estas fotos un sentido --¿cómo decirlo?-- de ultra-realidad. Si las casas donde se han cometido crímenes están malditas, las casas donde la vida perseguida supo, y tuvo la suerte de, preservarse, se convierten en templos.

Y las fotografías, en silenciosos rituales religiosos.