Alan Moore durante su aparición en 'The Show', la primera película escrita por él / YOUTUBE

Alan Moore durante su aparición en 'The Show', la primera película escrita por él / YOUTUBE

Artes

Alan Moore se pasa al cine: ¡Dios nos asista!

'The Show', la primera película escrita por Moore, es un refrito de todos sus temas habituales, pero con un aire de 'thriller' paranormal

25 agosto, 2021 00:00

Hay autores cuya obra me irrita profundamente, pero de los que, por motivos que nunca he conseguido aclarar, me acabo tragando todo lo que hacen (tal vez porque, sobre el papel, la cosa apunta maneras). En mi lista particular de creadores irritantes, el británico Alan Moore (Northampton, 1953) ocupa un lugar destacado. No le negaré el mérito de haber sabido convertirse en una estrella partiendo de un oficio tan poco agradecido como el de guionista de comics (es la única estrella del medio aún con vida, ya que Stan Lee, el creador de todos los superhéroes de la Marvel, nos dejó recientemente), y reconozco que su habilidad para el autobombo es más que notable, pero sus obras –que él tanto valora y que tanto éxito han cosechado– me han parecido siempre de una banalidad y una pretenciosidad insufribles, ganándome por ello múltiples regañinas entre los aficionados a los comics. Sintiéndome culpable (y un pelín zoquete), me he tragado sus principales contribuciones al tebeo para adultos: Watchmen, From hell, V for Vendetta, The league of extraordinary gentlemen…No contento con ello, hasta he visto las adaptaciones cinematográficas de esos cuatro libros, que a Moore se le antojan traiciones imperdonables a su universo literario y a mí me parecen extremadamente fieles, lo cual arroja un resultado audiovisual tan lamentable como el de los comics en que se basan.

Alan Moore se ha hecho famoso poniendo al día el universo de los superhéroes (Watchmen), dando una nueva vuelta de tuerca a los crímenes de Jack el Destripador (From hell), inventando una Inglaterra fascista inspirada en la de la señora Thatcher (V for Vendetta) o reuniendo a una serie de personajes literarios de campanillas y convirtiéndolos en una especie de superhéroes victorianos (The league of extraordinary gentlemen, cuya adaptación cinematográfica fue la última película que rodó Sean Connery, y no me extraña que se fuera a su casa después de trabajar en semejante disparate). En sus ratos libres practica la magia y la brujería y se declara fan de Aleister Crowley, el grotesco satanista británico que presumía de ser el hombre más malvado del mundo, cuando solo era un majadero con pretensiones (una descripción, por cierto, que le cuadra perfectamente al señor Moore). También se dedica a echar pestes de quienes adaptan sus tebeos al cine, a los que acusa de no entenderle y, por consiguiente, traicionar sus profundos mensajes. Tal vez por eso se ha marcado ese largometraje que se puede ver en Filmin hasta mañana, miércoles 26 de agosto, en el marco del Mallorca Film Festival, The show, magna obra que yo, como no podía ser de otro modo, me he acabado tragando, aunque todo me llevaba a sospechar que me iba a encontrar ante la basura pretenciosa y esotérica de siempre, pero en movimiento, como así ha sido.

El primer rótulo que aparece en The show reza: A film by Alan Moore and Mitch Jenkins. La primera en la frente: ninguna película se abre con el nombre del guionista, pero Moore lo ha logrado. La película es un refrito de todos sus temas habituales, pero con un aire de thriller paranormal que –sobre el papel, una vez más– suena más o menos interesante (de ahí que haya vuelto a picar). No lo es. De hecho, estamos ante un disparate mayúsculo y cargado de pretensiones que no va a ninguna parte y hasta cuenta con varios personajes que sobran, como un justiciero jubilado que remite a los Watchmen y que nadie entiende qué pinta ahí (aunque también es verdad que en The show nadie pinta nada porque te desinteresas de la trama a los veinte minutos). Eso sí, esta vez el señor Moore no podrá quejarse de que ha sido traicionado por sus adaptadores, ya que es el dueño y señor del producto (hasta se reserva un papel que le permite apuntarse al grand guignol, aunque sin mucha gracia). Cómo es posible que el prestigioso BFI (British Film Institute) haya financiado esta inmensa chorrada es algo que supera mi capacidad de entendimiento. Lo mismo me ocurre con el prestigio universal del señor Moore, alguien que, en mi modesta opinión, solo ha escrito memeces pretenciosas trufadas de citas literarias con las que hacerse el listo en el mundo de los tebeos, donde, lamentablemente, abundan los zotes entre los lectores (sobre todo, entre los devotos de los superhéroes).

Tras tragarme The show, me hice la promesa habitual: “Esta es la última birria que consumo del maldito Alan Moore”.  Pero, en el fondo, sé que volveré a picar, aunque no alcance a columbrar por qué: me lo tomaré como una maldición inofensiva, pero un pelín molesta.