La fotógrafa Cristina García Rodero durante la presentación de la exposición 'Tierra de sueños' / FUNDACIÓN LA CAIXA

La fotógrafa Cristina García Rodero durante la presentación de la exposición 'Tierra de sueños' / FUNDACIÓN LA CAIXA

Artes

García Rodero: "Las fotógrafas españolas, con perdón, tenemos muchos cojones"

La fotógrafa, perteneciente a la Agencia Magnum, denuncia las trabas que sufren los reporteros gráficos y critica que en España no haya un Centro Nacional de Fotografía

16 noviembre, 2020 00:10

Cristina García Rodero (Puertollano, 1949), siendo tan menuda, es en sí mism, quizá el mayor y más corajudo monumento de la fotografía española. Aquella  profesora de Dibujo de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid que a partir de 1973 quemó sus fines de semana en peregrinar por todas las romerías de España en las condiciones más precarias que se puedan imaginar –el empeño, incomprendido por la modernidad de la Transición, que lo consideró un ejercicio de costumbrismo etnográfico, cristalizó en 1989 en un libro tan mítico como inencontrable: España oculta– es hoy un faro del documentalismo y del reportaje humanista europeo consagrado por la agencia Magnum, que en 2005 convirtió a García Rodero en su primera fotógrafa española en plantilla. Premio World Press Photo y Nacional de Fotografía, entre una larga ristra de galardones, García Rodero pasea por los CaixaForum –ahora sus fotos visitan el de Sevilla– su Tierra de sueños, un trabajo sobre la implicación de las mujeres –y de la Fundación Vicente Ferrer– en la transformación de la vida rural de Anantapur, una de las zonas más pobres de la India.

–Pasear por la exposición escuchando tus explicaciones de cada imagen, la historia humana detrás de cada una de las fotos, resulta conmovedor. No has olvidado un detalle de ninguna,

–Me muevo mucho por el afecto hacia la gente. Que me gusten ellos, que haya algo que contar, aunque sea una instantánea sin una historia detrás… Pero las imágenes están muy deseadas. Y está la memoria. La fotografía es memoria. La gente cree que tengo mucha memoria y, qué va, tengo poquísima. ¡Pero fotografío con tanta intensidad! Es tan importante para mí la gente que tengo delante…Son memoria. Y vivencias. También de cómo yo lo he vivido, de cómo me han emocionado y me han roto el corazón…Y pasan los años y sigues recordándolos, reviviendo lo que has vivido… Momentos extraordinarios, por cotidianos que fueran, que a mí me emocionaron… Cuando haces este tipo de fotografía lo importante son las personas, la manera de mirarlas y compartir con ellas. La cámara no es más que una herramienta. Lo demás lo pone la cabeza, el corazón y la cultura que uno tenga.

La fotógrafa Cristina García Rodero durante la presentación de la exposición 'Tierra de sueños' / FUNDACIÓN LA CAIXACristina García Rodero, delante de las fotos de Tierra de sueños / FUNDACIÓN LA CAIXA

Cristina García Rodero, delante de las fotos de 

–Por dura que sea la situación que muestres, apenas hay drama en este trabajo. Te quedas con una mirada de esperanza.

–Bastante tragedia tienen estos niños y sus familias como para añadirle más dramatismo. Quiero ser respetuosa con la realidad y también que la imagen tenga calidad. Hay que hablar de la situación, de la dureza, pero que también haya empatía, cariño con la gente. Al final son muchas cosas en fracciones de segundo lo que tienes que resolver. Pero si tú no te emocionas… Yo quería contar la historia de Vicente Ferrer. De lo que él ha supuesto para mucha gente. De la esperanza y la ayuda que significa. ¡Bastante drama tienen ya! Si un niño con parálisis cerebral sonríe o una madre tiene una mirada de complicidad con su niña, si has sabido captar esa mirada, pues que se sepa que hay una tragedia pero también un amor y una complicidad muy grande entre una madre y un hijo. 

–Recorriendo la exposición, veía este trabajo como una especie de gran celebración de la infancia. Los niños protagonizan la muestra.

–¡Es que la infancia es tan bonita! Es tan maravillosa! Veo tantas cosas hermosas con los niños pequeños de mi familia. Sin filtros. Los niños van con quien pueden jugar, abren sus ojos con un asombro ante la vida…! Esos ojos, para un fotógrafo, son un regalo.

–Ante trabajos como este, siempre surge la misma duda: ¿la fotografía sirve para algo? ¿Soluciona algo?

–¿Cambia? No soy tan optimista. La fotografía no va a cambiar las cosas, pero sí te va a hacer tomar conciencia porque las palabras no te cuentan tanto como una imagen que tú no puedes ver porque no estás allí. Las imágenes te hacen conocer y luego que cada cual actúe como crea que deba actuar: denunciando, apoyando, tomando partido. Se va construyendo poco a poco. La fotografía te abre la mente, los ojos y el corazón. Te da conocimiento. No va a cambiar el mundo de repente, no.

–Esa realidad que muestra la imagen es muy cuestionada por quienes sostienen que toda fotografía, incluso la documental, es siempre una ficción.

–¿Una ficción? Bueno, sí, hay gente a la que todo le parece una ficción y que todo está inventado, sí. Pero por los sitios por los que yo he ido a lo largo de mis casi 50 años trabajando no he visto ninguna ficción. La realidad es la realidad y yo lo que busco es la realidad. ¡Que vayan ellos a los sitios a los que yo he ido a ver si es ficción o no es ficción! Que aprendan de las personas, que dan muchas lecciones. Puede ser ficción lo que haga un fotógrafo que quiera hacer ficción. Pero un fotógrafo documental no va a hacer ficción. Si lo hace, no es documental: es otra cosa.

Imagen de la exposición 'Tierra de sueños' / © CRISTINA GARCÍA RODERO / FUNDACIÓN LA CAIXA

Imagen de la exposición Tierra de sueños / © CRISTINA GARCÍA RODERO / FUNDACIÓN LA CAIXA

–Desde la fotografía contemporánea también se cuestiona mucho la fotografía humanista de tradición clásica, como la tuya. La consideran agotada.

–Y la desprecian, sí. ¿Por qué? ¿Porque no es moderna? Pues no: en esa fotografía hay tanta creatividad como en otras. Y mucho más en muchos casos. Hay algunos que se creen muy importantes porque dicen que están abriendo puertas. No. Están repitiendo lo que se ha hecho hace muchos años cambiando cuatro cositas. Yo hablo de la vida. Me interesa la vida, el mundo. Lo que hago no es más que un pretexto para hablar de la vida. Y eso será moda hoy, mañana o cuando sea. El desprecio a eso me parece injusto porque hay mucha creatividad desde que eliges qué historia vas a contar, adonde vas a ir, cómo la vas a contar… Lo que hay son muchos prejuicios… Yo vengo de la pintura y a mí no me engañan. Yo sé cuándo hay algo fuerte detrás y cuando hay solo postureo para estar a la moda. Sí, me parece que hay un desprecio hacia la fotografía de reportaje.

–¿Nunca tuviste la tentación de hacer otro tipo de fotografía?

–Habría sido muy buena fotógrafa de modas porque –como no tengo abuela, ja, ja– diré que tengo mucha sensibilidad. Sin embargo, me ganó la fotografía de reportaje y mira que no tenía condiciones: mido metro y medio, era muy tímida, tenía poco mundo… Pero ver la vida, tener contacto con la gente te va llevando por otros derroteros y acabas en la fotografía documental, donde hay muchísima creatividad. Quizá en la fotografía de moda estén los mejores fotógrafos pero no hay comparación a ver la vida 

–Un factor básico de tu trabajo es la composición. Sea cual sea la escena, tu composición será siempre canónica, con todo en orden. ¿La composición es esencial para ti?

–La composición es fundamental en cualquier tipo de creación. Y a mí no me cuesta nada. Me costó aprender la técnica de la fotografía digital, pero la composición no porque pasé cinco años dibujando sobre papeles en blanco, pintando, luchando por dar vida a una superficie blanca. La composición la hago casi sin mirar. Es lo más fácil para mi. Lo complicado es saber dónde tienes que ir y que no se escape nada, estar con los ojos atentos. Cuando vives de la realidad, la realidad dura fracciones de segundo y no vuelve más. Yo he estado en muchos rituales y procesiones y, aunque cada año parezca idénticas, cada año es distinta: todo cambia. El fotógrafo tiene que ser muy ágil de cuerpo y de mente: la realidad muere a cada segundo. El trabajo de un fotógrafo es evitar que los momentos expresivos mueran.

–A veces, hablando de tus imágenes, se deslizan comentarios sobre la posibilidad de que algunas obedezcan a puestas en escena…

–Puestas en escena, no. Lo que sí hay son retratos posados. Yo comencé con el retrato posado. Después vino el espontáneo. Y luego,  haciendo un trabajo sobre fiestas, y sin saber siquiera quienes eran los mejores reporteros del mundo, tuve que aprender por narices a ser rápida, estar en el momento preciso. El trabajo te obliga a desarrollar cualidades. Yo aprendí que la realidad era más rica que lo que yo pudiera llegar a componer. Pero el retrato me ha seguido gustando. Lo que pasa es que como no tengo las circunstancias que me lo harían más fácil porque el estudio no me gusta, pues salgo, busco cualquier pared que haya, cualquier sombra, cualquier luz que me pueda ayudar a coger un rostro, esos ojos, que a mí me resultan especiales y que me comunican tanto. En los últimos años me estoy ayudando con el retrato posado. Me gustaría hacer una exposición de retratos posados. Pero cuando hay una acción… de posado, nada.

Imagen de la exposición 'Tierra de sueños' : © CRISTINA GARCÍA RODERO : FUNDACIÓN LA CAIXA

La exposición Tierra de sueños se expone actualmente en el CaixaForum de Sevilla / © CRISTINA GARCÍA RODERO / FUNDACIÓN LA CAIXA

–La tuya, en España, es una generación de fotógrafos autodidactas: apenas circulaban libros de fotografía…

–Tampoco había talleres…

–Sí, no había casi nada. Pero, dentro de esa pobreza, tú fuiste afortunada porque perteneciste a aquellos Cinco jinetes del Apocalipsis.

–Ja, ja, ja…

–Teníais trato personal con Josef Koudelka, el gran fotógrafo checo.

–En España éramos muchos los que nos dedicábamos a trabajar sobre las fiestas porque eran un universo muy rico y todos éramos conscientes de que las fiestas representaban a una España que iba a cambiar y que había que documentar. Nos íbamos conociendo por toda España y haciendo amistad.  Pero, al final, los que trabajábamos con más ganas éramos cuatro personas. Y nos hicieron grupo. No sé a quién se le ocurrió ese título, yo lo rechazo. No hemos sido grupo. Soy muy independiente y lo que hubo entre nosotros fue el deseo de hacer un buen trabajo, hablar de la fotografía y de fotógrafos que nos interesaban. Hablar con Fernando Herráez, Ramón Zabalza, Koldo Chamorro. Ver nuestras fotografías, darnos ánimos y criticarnos también.

–¿Y la influencia de Koudelka sobre vosotros?

–Para mí, ninguna. No tuve ningún trato con él por la sencilla razón de que él nunca se quiso tomar un café conmigo y eso a mí me ha parecido siempre absurdo y ridículo, antinatural y de ser poco compañeros. A mí no me dio la oportunidad de tener una conversación con él. Ahora no la quiero. Así de claro. Y mira que, en Magnum, lo veo todos los años.

–En el momento en el que vosotros hicisteis ese trabajo antropológico, etnográfico, las nuevas corrientes de la fotografía española encarnadas en Nueva Lente ya lo consideraban costumbrista y lo estimaban poco moderno.

–España, en ese momento, tenía un gran complejo de inferioridad por haber aislada durante tanto tiempo, por no poder comprarte un buen equipo, buenos libros, relacionarte con otros países. Fruto de todo eso había un deseo de ser muy modernos, de ir a la par con Europa. Pero se podía ser el más moderno de Europa y seguir haciendo lo que te interesaba, ¿no? El mundo es amplio. ¿Porque despreciar y matar al contrario? Eso es lo que hacen muchos para darse ellos más importancia. Todos podemos convivir, hacer la fotografía que nos interese sin necesidad de matar al contrario. El reportaje es una de las formas más difíciles de fotografiar. Eso no me lo va a quitar a mi nadie de la cabeza. El buen reportero es alguien que se deja la piel y la cabeza, también.

Imagen de la exposición 'Tierra de sueños' : © CRISTINA GARCÍA RODERO : FUNDACIÓN LA CAIXA3

Imagen de la exposición Tierra de sueños / © CRISTINA GARCÍA RODERO / FUNDACIÓN LA CAIXA

–Después de 50 años, ¿qué te impulsa a seguir con la cámara? 

–Me impulsa dejar una buena obra, ¿sabes? Yo elegí la fotografía pudiendo ser pintora, que se me daba muy bien. La fotografía iba más con mi forma de ver la vida: yo no quiero aislarme en un estudio, quiero conocer el mundo, vivir aventuras. La fotografía ha sido el vehículo más idóneo para mi forma de ser. Lo que me alienta es estar viva y dejar una buena obra. En eso me dan muchas lecciones los fotógrafos de Magnum. Josef Koudelka tiene, no sé, ¿80 años?, y ahí está trabajando, exponiendo con un rigor impresionante. Esas personas te dan fuerza y energía. Son fotógrafos vocacionales. Eso es importante: tener vocación es lo que te hace aguantar lo difícil de una profesión que, como todo el arte, es siempre una carrera de obstáculos. Este trabajo es una lucha en el que el que resiste, vence.

–En tu caso, tú misma has invertido en  tu propia producción. 

–He financiado la mayoría de mis proyectos. Siempre he perdido dinero con la fotografía, siempre. Bueno, manteniendo un equilibrio: pierdes por aquí, ganas por allá. Pero hay que tener tenacidad. Si me hubieran pagado por horas de trabajo sería millonaria. La jefa más importante que he tenido, la más dura, la que ha puesto el 99% de los presupuestos, ha sido una tal Cristina García Rodero. 

–¿Esa energía para desplegar tu propia obra, la ves en los jóvenes fotógrafos que se te acercan? Porque casi todo el mundo en el oficio sostiene que ahora se quiere triunfar rápido, que los que llegan quieren ser autores y ser, no fotógrafos, sino artistas...

–Sí, es verdad. Es lo que tiene la juventud: no tiene la experiencia suficiente para ver lo dura que es esta vida. Habrá quien lo deje porque habrán pasado ocho años y no habrán conseguido nada. Nunca sabes cuándo llega una oportunidad. Mira los actores, a José Sacristán, los papeles que le daban al principio y mira que pedazo de actor es. Y, como él, montones. Con la fotografía pasa igual. El problema ahora es que no hay sitio para tantos. Y la gente necesita vivir, comer. Es difícil sobrevivir a los no. Hay que tener mucha energía.

Imagen de la exposición 'Tierra de sueños' : © CRISTINA GARCÍA RODERO : FUNDACIÓN LA CAIXA4

Imagen de la exposición Tierra de sueños / © CRISTINA GARCÍA RODERO / FUNDACIÓN LA CAIXA

–No todo es solo una cuestión de energía individual. La fotografía española, que nunca gozó de buena salud industrial ni prestigio cultural, se enfrenta al abismo de la pandemia. Hace poco hubo una reunión de fotógrafos de los premios nacionales con el Ministerio de Cultura y el resultado fue catastrófico. No hay un Centro Nacional de la Fotografía, los archivos no están cuidados...

–No sabía nada de esa reunión, pero es de vergüenza que no tengamos un Centro Nacional de Fotografía, que no se puedan guardar colecciones de fotógrafos que mueren, que no se proteja la historia de nuestro país. ;ontones de países están haciendo fototecas, cosas y aquí no hay nada. Qué va a pasar a pasar con los fondos de esos fotógrafos importantes cuyos archivos solo le crean a sus hijos problemas de espacio, gestión, responsabilidades, mientras sus obras podrían estar bien atendidas. ¿Somos sordos, estamos ciegos, somos tontos o qué? ¿A qué vamos a esperar? A que aparezca otro Covid y desaparezcamos de la Tierra? Al menos, que quede un documento.

–¿Qué va a pasar con tu archivo?

–Ese fue uno de los motivos que me llevó a ingresar en Magnum, que ha creado una fundación, se preocupa de los archivos de las personas muertas y lo hace muy bien: hace que esos fotógrafos sigan vivos. Ese fue uno de mis intereses. Otro, la gran calidad de los fotógrafos que hay allí y el poder hablar de fotografía. En Puertollano me han hecho un museo y sé que mi familia no va a cargar con 800 imágenes de gran formato. ¡Pobrecitos míos, qué iban a hacer! Ya hay un organismo que se va a hacer cargo de material recopilado durante 50 años de viajes por el mundo en el que he puesto todo mi esfuerzo, inteligencia, economía y creatividad. Quiero es que los fotógrafos me donen libros y fotografías para que haya una buena biblioteca de fotografía española. No quiero que se mi museo, sino el Centro de Fotografía de Castilla-La Mancha. ¿Que lleva mi nombre? Pues porque he nacido ahí y soy una de las que más ha trabajado, pero bueno.

Imagen de la exposición 'Tierra de sueños' : © CRISTINA GARCÍA RODERO : FUNDACIÓN LA CAIXA5

Imagen de la exposición Tierra de sueños / © CRISTINA GARCÍA RODERO / FUNDACIÓN LA CAIXA

–¿Cuando uno repasa su archivo y hace arqueo de su trabajo, cuántas fotos realmente buenas aparecen? William Klein decía que sumando los tiempos de disparo de las fotos realmente buenas el trabajo de una vida de un gran fotógrafo podía caber en 1 o 2 minutos.

–Uff, yo tengo pocas fotos buenas. Buenas, buenas, poquísimas. Las buenas se hacen de rogar. Pero como llevo tantos años trabajando, más de 40, alguna que otra ha ido saliendo. Pero son poquitas, sí. En mi casa lo mejor que hay es una fotografía en color de Juan Manuel Castro Prieto, de Etiopía, que es una gloria.

–Un museo andaluz ha colgado una exposición anunciada como un gran repaso a la fotografía española entre 1910 y 2010 y entre los 37 autores que cuelgan no aparece ninguna mujer. Tú, de hecho, no estás en esa antológica.

–Pues eso que se pierden, porque las mujeres valemos un montón. A lo mejor es porque hago fotografía documental…

–¿En tu carrera te has sentido excluida por ser mujer?

–A mí me ha dado absolutamente igual ser mujer en mi carrera. Yo tenía que hacer mi trabajo lo mejor que pudiera. Claro que comprobé que se reían de mí o que me ninguneaban. Va a quedar feo que lo diga, pero lo que tenemos las fotógrafas españolas, con perdón, son muchos cojones, ja, ja.

Imagen de la exposición 'Tierra de sueños' : © CRISTINA GARCÍA RODERO : FUNDACIÓN LA CAIXA6

Imagen de la exposición Tierra de sueños / © CRISTINA GARCÍA RODERO / FUNDACIÓN LA CAIXA

–Volviendo a esa exposición sin mujeres, el asunto es doblemente tonto porque el hecho es que las tres únicas presencias de la fotografía española en Magnum –un medidor de prestigio– sois mujeres.

–Pues sí, y estupendas: dos Cristinas y Lúa. Somos diferentes las tres. Lúa Ribeira, muy jovencita, es un pedazo de fotógrafa; Cristina de Middel, que está llena de imaginación y no para de hacer y de hacer también viene de Bellas Artes. Y yo, que soy la mayorcita. Formamos un buen trío.

–Tú con ellas no tienes nada que ver. El documentalismo intervenido de Lúa está en tus antípodas…

–Somos muy diferentes pero son muy válidas. Magnum se está llenando de mujeres porque se han dado cuenta de que tenían muchos fotógrafos y pocas mujeres

–Numerosos fotoperiodistas –Gervasio Sánchez, Emilio Morenatti, Sandra Balsells– están alzando la voz contra la censura visual y las limitaciones al trabajo de los fotógrafos en el tema de la pandemia. 

–Hay que documentar algo extraordinario que está pasando: esto es historia. Es como no mandar a un fotógrafo a una guerra. Es como decir: “No nos interesa que veas a enfermeras y médicos con batas hechas con una bolsa de basura, que no se vean a los muertos”. Yo he visto trabajos hechos con respeto, caras agotadas, máscaras clavadas en la cara, el cansancio. Cuando pase todo esto seguro que dicen: “No existió. Se lo han inventado”. Están haciendo las cosas muy mal. Hay miles de muertes y algunos dicen que todo es una invención: yo me quedo con la boca abierta.

–¿No te parece que esa censura revela, precisamente, el poder de la fotografía?

–Pues sí. Y la falta de libertad. Es necesaria la libertad de expresión, que cada cual se manifieste como quiera. Han dejado que se manifiesten los que lo niegan tido. M,e parece estupendo, pero nosotros tenemos que dejar un documento de lo que está pasando. Es importantísimo. Es otro tipo de guerra. Con más muertos. ¿Cómo no vamos a dejar un documento. cómo pueden poner pegas? ¿A qué tienen miedo? Es el miedo lo que hace poner barreras. ¿Hay miedo?

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