Nuevo Teatro y Escuela de Arte Dramático para la Sala Becket de Barcelona / ESTUDIO CARME PINÓS

Nuevo Teatro y Escuela de Arte Dramático para la Sala Becket de Barcelona / ESTUDIO CARME PINÓS

Artes

Carme Pinós y sus escenarios para la vida

La arquitecta barcelonesa, autora de edificios como el CaixaFórum de Zaragoza o la Escuela Massana del Raval, explora los vínculos entre arquitectura y diseño interior

19 agosto, 2021 00:00

Asistimos como invitados virtuales a una mesa redonda con motivo de una exposición del Museo ICO de Madrid celebrada este año. Vamos escuchando de memoria los argumentos de los participantes. Todos manifiestan inquietudes compartidas sobre la utilidad de la arquitectura en el mundo actual. Son notables los desencuentros entre la arquitectura y una parte de la sociedad a lo largo de las últimas décadas. Desde los años sesenta se han hecho presentes los motivos: sostenibilidad, sociabilidad o globalización. De la mano de la arquitectura que nos convoca, Carme Pinós (Barcelona, 1954), planteamos una hipótesis sobre las razones de esta distancia. El título de la exposición, de hecho, así parece hacerlo: Escenarios para la vida.

¿Se trata de eso? ¿De crear una dilatada escenografía capaz de instalar la vida actual en ambientes diseñados, hechos de mobiliario, envolventes, con movilidades y demoras, virtual y real para lograr un vivir –una forma de habitar– que calme los conflictos que se producen debido a la imposición de este mundo monstruoso sobre una serie de vidas humanas –y ahora planetarias– incapaces de expresarlo? En 1985 Carme Pinós nos enseñó con Enric Miralles y su propuesta para el concurso del Puente sobre el Segre a valorar la posibilidad de decidir sobre el camino que debíamos tomar en aquel mirador sobre el tablero. Allí donde los caminos se bifurcaban: un lugar a donde llegar, el nudo estructural que hace posible el puente. 

Carme Pinós / ITALO RONDINELLA

Carme Pinós / ITALO RONDINELLA

Esta propuesta de instalación, con tres accesos distintos, más que procurar la funcionalidad de paso de una a otra margen del río nos conducía a tomar conciencia sobre la importancia del lugar donde se situaba, a interpretar y experimentar el sitio, a interactuar con el ambiente. Pero también nos enseñaron, con la casa Garau-Agustí (1988), a visibilizar el campo de fuerzas del empuje de un mueble sobre el terreno  para actuar dentro de su campo, materializándolas como muros separadores, pliegues o cotas de nivel practicables; una conciencia del sitio que solo se hace posible desde la consideración cruzada de la estructura física, el soporte estructural de la casa con sus escenarios vitales, con su habitabilidad, con los contenidos de un soporte cultural que nos pone en relación con las cosas, con los valores. Con lo doméstico. 

Casa Garau / ENRIC MIRALLES Y CARME PINÓS

Casa Garau / ENRIC MIRALLES Y CARME PINÓS

Como decían en la memoria del proyecto, “su casa es principalmente una pared, moldeada por los movimientos de los muebles, que intenta encontrar su posición correcta en la habitación. (…) Los delicados movimientos de los muebles entran luego en el jardín que forma una continuidad con el interior de la casa”. Es la potencia de lo doméstico. Y, con ella, la del mueble. Una manera de revisar con coherencia el mandato de una arquitectura moderna, que hasta ese momento era más un dispositivo que un aposentamiento; objetualidad en vez de cuerpo. Y que para estos arquitectos  revelaba sus límites y hacia necesaria una acción creativa con sus componentes: dioses (lares), humanos, objetos, animales, simbiontes, naturaleza. Configuraciones que se originan en un sitio –leído como medio donde instalarse– y para una actividad –la participación– promovida por sus usuarios: escenarios para la vida, en efecto. 

Escuela Massana / DUCCIO MALAGAMBA (ESTUDIO CARME PINÓS)

Escuela Massana / DUCCIO MALAGAMBA (ESTUDIO CARME PINÓS)

La práctica arquitectónica en la que el estudio Carme Pinós entra a partir de su autonomía creativa prolonga hábitos de la etapa de trabajo compartida con Miralles, pero supone un salto hacia un proceder propio, en el que se hacen presentes facetas destacadas por la autora en esta conversación sobre la Exposición. Para concretarlos, dejando de lado a las Torres Cube 1 y 2 (2005-2014), en Guadalajara y Zapopan (México), o el CaixaForum de Zaragoza (2014), basta detenerse en una de sus últimas obras: la sede de la Escuela Massana de Arte y Diseño (2017), la instalación/institución cultural –referencia en el mundo de las artes y el diseño situada en el Raval, o en la reurbanizada Plaza de la Garduña con el Mer­cado de la Boquería y una promoción de nuevas viviendas, donde encontrarnos estos fragmentos del paisaje urbano de Barcelona en los que se puede disfrutar de las exposiciones que se celebran, en sus salas y en sus espacios alternativos, o acudiendo al mercado o a casa. 

Maqueta del puente sobre el Segre (1985)

Maqueta del puente sobre el Segre (1985)

Es notoria la atención extrema y cuidadosa, pero igualmente dispuesta a la sorpresa, que la arquitecta vuelca sobre el sitio para proceder a su interpretación y transformación, para proponer un nuevo espacio de relaciones que, con su activación, invita a mirar y mirarse en lo que nos rodea; y para lograrlo, su arquitectura nos remite –lejos del objeto insertado e impuesto– a instalaciones o muebles apilados que llegan al equilibrio con lo encontrado allí en un proceso conciliador de tiempos y espacios, reunidos bajo la unidad del proyecto y su imagen. Se proyecta entonces un espacio relacional de una incidencia urbana notable, un hacer que, de manera explícita, Pinós describe como “zurcir una parte de la ciudad que estaba rota” y que el arquitecto, profesor y crítico Juanjo Lahuerta, a poco de su inauguración, describía en la revista Casabella

CaixaForum de Zaragoza

CaixaForum de Zaragoza

La propia fachada se transforma en un gran parche de tejido que no solo alude a las cortinas y las contraventanas del mercado a lo móvil y lo efímero–, sino que se convierte en metáfora de la intervención en el contexto de la ciudad, del CORAZÓN de la ciudad. (…) El resultado es una estructura/tejido que sin duda dirige, dispone; pero, al mismo tiempo, habla sin paradojas del espacio que acoge el movimiento, del ir y venir, de la vida que desborda los límites en este sólido y, al mismo tiempo, cambiando el núcleo de la ciudad de Barcelona”.

¿Arquitectura o instalación? ¿Mueble o diseño interior? Una incierta relación, nunca una escultura, pues la plasticidad se proyecta desde una espacialidad que convoca sus aportaciones para la creación de un medio diferente de la habitabilidad contemporánea. El diseño interior, mucho tiempo supeditado e incluso minusvalorado por la arquitectura que lo contenía, con frecuencia relegado a los canales de ocio televisivos, cobra un significativo papel en favor de un nuevo diálogo de aportaciones mutuas que avanza por un equilibrio de igual a igual para conformar esos escenarios para la vida. 

Muchos argumentos competenciales han intentado en las últimas décadas evitar semejantes encuentros –siempre costosos– desde el origen mismo del proyecto o en la caracterización de los espacios cotidianos, de la habitación o el territorio. Consideradas como disciplinas irreductibles para muchos arquitectos, han evitado o tapado cualquier posible conciliación incluso si llegaba a producirse de forma singular. Sin embargo, la apreciación que tenemos en estos momentos a propósito de la relación entre la arquitectura y el diseño interior diríamos que es otra y que las singularidades ensayadas en otros momentos son ejemplificadoras: la crisis conceptual de la primera y la implementación tecnológica y eficiente del otro, la obsolescencia de determinadas tipologías y modelos arquitectónicos, la consideración patrimonial de muchos soportes edilicios llamados a ser reutilizados con una hibridación de usos, la referencia ambiental y atmosférica de los espacios públicos y edificios residenciales en la ciudad, –garante de otras formas de vida más amables–, parece haberlas llevado a un punto de encuentro productivo.

Los bloques de sensaciones que promueven, su capacidad de atender al usuario a la hora de vivir y experimentar la arquitectura, así nos lo hacen ver. Y sin demasiadas dificultades. Simplemente visitando los portales virtuales o las exposiciones del Museo ICO, de la Escuela Massana, de la ELISAVA o de los Premios FAD de arquitectura e interiorismo, tan consolidados y no solo en Cataluña. Podría ser un objetivo coherente. Y coincidente además con los diagnósticos que se han atrevido a resolver este desencuentro; con la segunda caída del hombre de la que hablaba Heidegger: la caída en la banalidad. La arquitectura responde así artesanalmente. No soñando grandes soluciones, sino asumiendo un arte de hacer que se base en el aposentamiento cuidadoso, en la instalación. En fijar la materia contemporánea y su complejidad: física, espacial, virtual, simbiótica, electrónica, telemática, un estar-en. La cultura de un habitar aprendido por la arquitectura, entendida como inteligencia general, con la decantación del trabajo paciente de todas estas décadas pasadas.

Plaza de la Garduña / ESTUDIO CARME PINÓS

Plaza de la Garduña / ESTUDIO CARME PINÓS

Cuando Carme Pinós señala ese mural de maquetas que sirve de fondo a nuestra conversación cruzada de la mesa y recuerda que ha sido traído de su estudio tal cual, donde envuelve la sala de maquetas; en el momento en el que uno de los asistentes menciona un caso similar y comenta su condición de cantera, de yacimiento formado por los pliegues superpuestos del proceso creativo, ¿acaso no aluden a la arquitectura como componente de una cultura material extensa que se correspondería no con el infausto mundo de la comunicación, sino con algo menos aparente que, siglo tras siglo, ha venido conformando la civilización humana? ¿Algo quizás llamado realidad?