Arata Isozaki, navegación propia
La obra del arquitecto japonés, Premio Pritzker y con seis décadas de ejercicio profesional, destaca por una indudable versatilidad formalista que le permitió sintetizar todas las formas de innovar
6 marzo, 2023 19:10Para dar cuenta del modo de hacer y posicionamiento de Arata Isozaki, fallecido tras 62 años de labor profesional y Premio Pritzker de Arquitectura 2019, la crítica más extendida ha utilizado habitualmente el término ecléctico para enmarcarlo en el panorama internacional de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. Y sí, desde sus primeros ensayos con la arquitectura brutalista hasta algunas de sus últimas obras –inmersas en la sociedad del espectáculo–, su producción ha pasado por la adhesión al metabolismo de la mano de Kenzo Tange (1963-1970), a la arquitectura postmoderna o a la high-tech. Formalista en suma.
En efecto, podemos encontrar en la página web de la oficina Arata Isozaki & Associates más de 170 proyectos y obras realizadas desde 1959 a día de hoy, algunas de las cuales, sobresalientes, han sido consideradas hitos de la arquitectura del siglo XX. (Por cierto, no esperemos encontrar en ella imágenes de las mismas: tan solo la localización en mapa y la posibilidad de aproximarse a ellas con Street View). Una dilatada producción de piezas diversas, síntesis precisa cada una de ellas de un arte innovador y unas técnicas disponibles, que no es posible asociar a un estilo determinado tiene su conjunto, si eso pudiera considerarse estilo, o a una trayectoria generalista. Cada pieza, para Isozaki, es un nuevo origen desde el que proseguir con una navegación propia, una deriva por la arquitectura; a la postre, un punto de inflexión más en su línea de pensamiento y reflexión.
En esta búsqueda continuada de Isozaki sobre el proceso creativo, en la que nunca olvidó su pertenencia tanto a la cultura japonesa como a la de la modernidad imperante en Occidente, habría que subrayar su determinación por una arquitectura referenciada en ella misma, en el discurso disciplinar, donde la aportación de novedad formal vendría como resultado de una poética personal, metafórica en ocasiones. Una arquitectura que atendiendo a la sensibilidad cotidiana de los japoneses, como él mismo dijo, actúa a favor de una suma de fragmentos en un espacio discontinuo.
Ahora bien, para no reiterar lo ya dicho sobre los procedimientos y la apariencia formal de la obra de Isozaki, pero ayudando a entenderla o cuanto menos indicando cómo mirarla, nos detendremos en un evento singular en su trayectoria y dos líneas de pensamiento (de navegación) que han orientado la actividad profesional autor y que nos siguen resultando de especial interés para el devenir de la producción arquitectónica en este incierto siglo XXI. El evento significativo: el Anyway de Barcelona, ocupando el espacio central de su dilatada carrera –en 1993, a 30 años del inicio de su actividad y a 30 años de hoy) y en el marco del gran debate planteado por las conferencias ANY internacionales; en cuanto a las líneas de pensamiento relacional: el carácter de insularidad de su país, Japón, en relación a un mundo globalizado y, en lo cotidiano de la experiencia, el concepto japonés de Ma.
En los mismos años en los que Isozaki está construyendo en Barcelona el pabellón San Jordi, a partir de su propuesta para el concurso de 1984, funda –en 1990, tras la caída del Muro de Berlín– junto a los prestigiosos arquitectos Peter Eisenman e Ignasi Solà-Morales i Rubió, la Anyone Corporation (Plataforma para promover el conocimiento y la comprensión de la arquitectura y sus relaciones con la cultura en general), como espacio para la revisión y el análisis de la arquitectura que se estaba produciendo desde las vanguardias de comienzos del siglo y las temáticas que vendrían a ser determinantes en el próximo milenio.
Con un formato de once conferencias a celebrar en distintos países cada año (de 1990 a 2000), será en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), tras las de Los Ángeles (USA) y Yufuin (Japón), donde tenga lugar en junio de 1993 la tercera de ellas bajo el título de Anyway. La ciudad de las ciudades. Un título, De cualquier manera, especialmente significativo y propositivo para lo que se planteaba y pretendía debatir. Entre otros, participaron figuras tan relevantes en el panorama internacional como E. Diller, A. Glucksmann, J. Herzog, F. Jameson, R. Koolhaas, S. Kwinter, D. Libeskind, P. Nicolin o B. Tschumi; o los nacionales Moneo, Ramoneda o Rubert de Ventós, además de los fundadores.
Las cinco temáticas con la que se dio forma a esta tercera conferencia dan pie a ver la producción y la toma de decisiones que Isozaki ha mantenido en estos años de prolija producción. Estas fueron: Geopolítica, arquitectura; Poética, producción; Expansión, colonización; Razón, pasión; y, Subconsciente, fantasía. Isozaki participó en la de Poética, producción, pero diríamos que han estado presentes en su vida –en su obra, y sobretodo en sus escritos y entrevistas– a lo largo de estos últimos treinta años. Aunque podemos decir que dejó de lado dimensiones más implicadas con las comunidades y los escenarios locales, nunca las perdió de vista en sus diversas aportaciones –algo a rastrear– en relación al concepto de insularidad o del Ma japonés.
En cuanto a la insularidad del Japón, poco después del Anyway aparece como lectura de referencia su libro Island Nation Aesthetics (Polemics) de 1996, donde se recoge su reflexión sobre la estética de las naciones insulares en términos de espacio, diseño y organización tradicional de la vida. Posteriormente, en 2006, publicó Japan-ness in Architecture, explicitando que "Japón se ha encogido y una vez más ha cerrado sus puertos. (…) Más bien, pareciera que la forma entera del mundo hace hoy la noción de una frontera que se desvanece en el océano obsoleta, haciendo incluso imposible cerrar los puertos, dividiendo no sólo Japón sino al mundo entero en innumerables archipiélagos”.
Una línea argumental en la que insiste en el documental Time-Space-Existence. Plane-Site, de The GAA Foundation, de 2017: "Japón es solo una isla. Traté de encontrar el límite, pero solo es agua, no hay límites reales. Durante los siglos, en tiempos separados, pudimos crear un estilo japonés muy especial. Pero ahora, en Japón después de la guerra o especialmente después de los 70, estamos saliendo y trabajando afuera. Podemos decir que hay un estilo japonés, una manera para las cosas. Pero el punto más esencial es el gusto en sí mismo".
No deja de ser paradójico que, en esa manera consciente de sentirse en el mundo y militante en su hacer, haya un referente de anclaje y continuidad, explicito en diversos medios y momentos de su producción teórica y constructiva. Es la recurrencia al concepto Ma: el espacio y tiempo que existe entremedio de las cosas. Ese lugar es su principal interés, muy por encima del valor de cada uno de esos objetos –cosas– que lo configuran siempre de manera diferente. Algo que a día de hoy nos resulta familiar en las nuevas consideraciones de la arquitectura y el diseño urbano.
Dice a propósito de ello en Time-Space-Existence. Plane-Site: "Ni tiempo ni espacio, pero tenemos Ma entre objeto y objeto. El espacio es importante; entremedio del espacio es más importante. Esto (la pieza), no es importante. El estilo en sí mismo casi no tiene significado. El gusto mismo es más importante". Algo que 39 años atrás, en 1978, lo hacía ya explícito, visible y operativo en la exposición en el Museo de Artes Decorativas de París en torno al concepto japonés: Ma. Espace-Temps du Japon, “Sensibilidad cotidiana de los japoneses. La palabra Ma incluye simultáneamente el concepto del tiempo y del espacio en una sola cosa... lo importante no es lo material, sino lo que hay entre esos elementos. Es decir, lo que no ha sido manifestado”.
Isozaki, pues, como paradigma de una forma de enfrentarse a un mundo en el que lo monstruoso es la característica que aúna una multiplicidad de facetas, ante las que obligatoriamente la arquitectura –como doble técnica de la habitabilidad y la significación del entorno– debe pronunciarse. Recogerse íntimamente en una posición cultural que arranca –¿esencialmente?- de sus raíces, para, en esa incertidumbre del desafío exterior, encontrar un mínimo de certeza; construir un baldaquino con el que atravesar el mar receloso y amenazante del espectáculo. No es una mala lección para el hacer de la arquitectura.