Amor, 1995 / PAULA REGO (A CASA DAS HISTORIAS MUSEUM CASCAIS)

Amor, 1995 / PAULA REGO (A CASA DAS HISTORIAS MUSEUM CASCAIS)

Artes

Historias y secretos de Paula Rego

La pintora portuguesa es una artista apasionada y admirable, de una fuerza enorme

14 noviembre, 2021 00:00

Acaba de cerrar en la Tate de Londres la mayor exposición retrospectiva de la artista portuguesa Paula Rego (1935). No he podido visitarla, pero durante estos meses a veces pensaba en esa exposición, en la posibilidad de ir a verla, incluso quizá en la posibilidad de conocer a la autora, y la verdad es que con eso me conformaba. Tengo “muy vista” ya a la señora Rego, bastante me ha turbado ya desde que la descubrí en el año 2004 en la exposición de la fundación de un banco que ya no existe en La Pedrera de Barcelona, exposición titulada Cinco pintores de la modernidad portuguesa, que eran Amadeo de Souza, Almada Negreiros, Vieira da silva, Joaquim Rodrigo y Paula Rego. La fundación la dirigía Giménez Frontín, tengo por ahí la foto en que posamos muy orgullosos los dos ante el famoso retrato de Pessoa por Almada Negreiros. Y recuerdo demasiado bien el cuadro de Rego que allí se exhibía, Los perros de Barcelona, de 1965, inspirado por la noticia de que en Barcelona había tantos perros que el ayuntamiento había sembrado las calles con cebos envenenados para acabar con ellos; esto le había escandalizado tanto a la señora Rego que le inspiró ese cuadro que, según ella luego ha comentado, es uno de los que prefiere entre los muchos que ha pintado en su larga ya trayectoria.

Hablando de perros, una serie de pinturas muy celebrada de la señora Rego es la de las Mujeres-Perro, mujeres un poco bestiales como todas las que pinta (nada más lejos de la mujer modelo, dulce y soñadora, la “mujer flor” picassiana que le gusta a los pintores varones que las mujeres dolientes, desesperadas, retorcidas, musculosas, locas, disparatadas, abortivas de Paula Rego). Otras veces en sus pinturas vemos a niñas y mujeres acariciando, peinando a un perro, que simboliza al hombre, al marido, al padre. Nosotros hemos tenido ocasiones de ver por lo menos dos veces que yo recuerde el trabajo turbador, protofeminista, a menudo inspirado en los cuentos infantiles, otras veces en episodios de su propia vida, a veces monstruoso, de esta artista excepcional: hubo una gran retrospectiva en el Reina Sofía hacia el año 2007 o 2008, y luego más recientemente vimos una pequeña selección en la Virreina de Barcelona, hacia el año 2017.

Como no he podido ir a la Tate, al enterarme de que la exposición ya ha concluido me he consolando volviendo a ver la película que le dedicó Nick Willing, que es su hijo cineasta, hijo de ella y de Vic Willing (1928-1988), un artista muy considerable que falleció prematuramente a causa de la esclerosis múltiple que padecía. “Historias y secretos”. La señora Rego es (o fue, quizá ya ha cambiado eso) una mujer tímida que se moría de vergüenza cuando se le pedía opinión sobre cualquier asunto en público, y había dejado siempre que sus cuadros al pastel hablasen por ella, hasta que ante la cámara de su hijo accedió a hablar y a contar su vida sin tapujos. Lo que cuenta aclara a veces el sentido de muchas de sus imágenes más traumáticas. Educada como artista en Londres gracias a la financiación familiar, allí se ligó con Willing, entonces un hombre casado; después de varios abortos a los que se sometió para no perder a Willing, que le amenazaba con volver con su esposa, la joven se volvió a Portugal para tener a su primer hijo (tendría tres); Willing la siguió allí, renunció sin darse cuenta a la pintura para dedicarse a vivir deliciosamente (“fui cayendo en un largo sueño despierto, perdí cualquier interés en mi carrera. ¿Para que tenía que conquistar ningún lugar en el mundo, si ya estaba en el paraíso?”) y a respaldar con sus gestiones y sus escritos la carrera de Paula, para quien, a diferencia de él, el trabajo era, como sentencia en la película, lo más importante en la vida, una realización personal y un alivio de los tormentos interiores. Vivieron en la formidable quinta de su difunto abuelo en Ericeira, cerca de Lisboa. Muerto el padre, Willing se puso al frente de la empresa de ingeniería electrónica de éste, y no tardó mucho en arruinarla; parece que no era un gran hombre de negocios. Se perdió todo, incluida la quinta del abuelo, y no hubo más remedio que regresar a Londres. Allí rompieron. Enfermo, desposeído de todo y pronto confinado a la silla de ruedas, Willing alquiló un estudio y regresó inesperadamente a su pasión pictórica juvenil, obteniendo más éxito que nunca, exponiendo en los centros más distinguidos. Es una historia asombrosa. Su pintura es muy interesante y elegante, pero desde luego no tiene el pathos tétrico e intrigante de la de su esposa. Asimismo, Paula Rego de vuelta a Londres se consagró como una de las grandes pintoras de su época, en parte gracias a que la descubrió Saatchi y decidió apoyarla.

Paula Rego Aborto

Paula Rego Aborto

A propósito de sus retratos de mujeres solas, recuperándose de abortos clandestinos, que fueron decisivos, según cuenta el expresidente de Portugal Jorge Sampaio -que dirigió el país desde 1996 al 2006, y por cierto murió el pasado mes de septiembre- para concienciar a las mujeres portuguesas para que votasen a favor de la ley de legalización de la interrupción del embarazo, cuenta esto Paula Rego: “El dolor físico y el lado erótico están ligados. En estos cuadros las chicas están en unas posturas que tanto pueden permitir la penetración de una mano que aborta como la penetración de un amante. Las dos cosas se equivalen. Y en estos cuadros las dos cosas están íntimamente ligadas. Estos cuadros me dicen mucho. Creo que son lo mejor que he hecho nunca. Porque son veraces. La decisión de sobrevivir, la provocación, y le hecho de que nunca sentimos culpa, nunca. Se trata de una cuestión de supervivencia. Por esto, ésta es la única causa por la que lucharé, porque creo que el hecho de la prohibición es una atrocidad”. 

Hay algo más interesante entre las muchas cosas que dice Paula Rego en Historias y secretos, acerca de la pintura: “Estaba pintando un cuadro contra el dictador Salazar, Salazar vomitando la patria, y de repente… sentí pena por él”. Por cierto, que Rego estaba concienciada políticamente y a veces pintaba obras críticas con la dictadura, pero ésta, misteriosamente, nunca la molestó: parecía oscuramente respetarla. El caso es que le pregunta su hijo, con sorpresa: “¿Sentiste pena por Salazar cuando lo estabas pintando?” Y ella: “Sí, no sé cómo fue… son cosas que pasan cuando pintas. Nunca sabes lo que el cuadro te hará sentir. Los cuadros consiguen cambiarnos los sentimientos. Nos permiten sentir cosas prohibidas.” Es una artista apasionada y admirable, de una fuerza enorme; ahora ya tiene 86 años. Es tan inquietante Paula Rego que casi me alegro de no haber podido ir a ver su retrospectiva en la Tate, aunque no me cabe duda de que ha sido maravillosa.