Oscar Tusquets se despide de ustedes
El arquitecto ha tenido una vida interesante y la explica, sin grandes pretensiones, pero con el acierto de entretener y de dejar algunas consideraciones muy valiosas
7 abril, 2021 00:00Además de ser un notable y premiado arquitecto, Oscar Tusquets (Barcelona, 1941) ha practicado la pintura, el diseño de muebles y, esporádicamente, la escritura; en este caso, con una serie de libros de amenas y pertinentes reflexiones del que la última entrega --hasta el momento; no se fíen del tono general de despedida de este mundo cruel: yo creo que el tío Oscar nos enterrará a todos-- es Vivir no es tan divertido, y envejecer, un coñazo (Anagrama), las reflexiones de un viejo humanista que, a punto de convertirse en octogenario, echa la vista atrás y engarza una colección de textos sobre su perdida juventud, su madurez y la experiencia provecta que atraviesa en la actualidad. Lo hace de forma desenfadada --término que utilizó para corregirme cuando le dije que el libro tenía un punto deprimente--, mezclando las épocas y las experiencias divertidas --Tusquets adora el término diversión, que en su caso no hay que confundir con la frivolidad; como él mismo insiste en afirmar, lo contrario de lo divertido no es lo serio, sino lo aburrido-- con algunas reflexiones más estoicas que fúnebres sobre el hecho de envejecer. El resultado es un divertido --en la terminología Tusquets-- cajón de sastre en el que se mezclan las alegres conversaciones con Dalí con los problemas de próstata a los que suelen enfrentarse los viejos.
Mezcla de memorias condensadas, despedida del público, en general, y de los que lo apreciamos, en particular, y reflexiones a calzón quitado sobre asuntos tan controvertidos como el aborto, la eutanasia o el toreo --unidos, según él autor, por la presencia de la muerte, que Occidente se empeña estúpidamente en ignorar--, Vivir no es tan divertido, y envejecer, un coñazo resume en pocas páginas y de manera atractivamente dispersa las experiencias, manías y obsesiones de nuestro hombre, y aunque sus reflexiones sobre la vejez no son especialmente optimistas, la impresión general que uno saca de la lectura es que Oscar Tusquets ha tenido una vida interesante y, sobre todo, como diría él, divertida: ha convivido con mujeres estupendas, ha echado hijos al mundo, ha tenido cuatro perros encantadores, ha viajado por todo el planeta, se lo pasó pipa con sus amigotes de la gauche divine y siempre ha dicho y hecho lo que le salía de las narices.
Por consiguiente, su último libro hasta la fecha --a mí no me la da con que éste es el último-- no es el canto amargo del cisne ni una muestra de desprecio hacia el mundo que algún día habrá de abandonar, sino una entretenida colección de remembranzas, teorías, reflexiones y hasta consejos involuntarios. Si fuese un disco, estaría más cerca de la última obra de Leonard Cohen, el agridulce álbum Thanks for the dance, que del tenebroso testamento sonoro de David Bowie, Black Star. El tío Oscar es consciente de haber vivido hasta el fondo de sus posibilidades y, aunque el libro parezca una despedida, no lo veo dispuesto a mantenerse callado hasta el fin de sus días, ni falta que hace. Está un poco sordo, sí, lo cual le lleva a veces a elevar en exceso el volumen de su voz, pero a menudo eso sirve para hacer callar a un pelmazo que se ha colado en su mesa, con lo cual no hay mal que por bien no venga. Vivir no es tan divertido, y envejecer, un coñazo, por el mismo precio, se deja leer de un tirón o dos y le deja a uno con la sensación de haber pasado unas horitas muy agradables (¡y divertidas!) con un viejo sabio que se enfrenta a la etapa final de su existencia con un estoicismo irónico francamente admirable. ¿Qué más se le puede pedir a cualquier libro?