La infancia de la mujer que escribía 'cartas a los delincuentes'
La ilustradora Teresa Novoa y la escritora Mónica Rodríguez alumbran un cómic para revivir los primeros años de Concepción Arenal
20 marzo, 2021 00:00Esa es la labor que han alumbrado su tataranieta, la ilustradora Novoa, junto a la escritora Rodríguez, durante año y medio de trabajo. Gran parte del mismo, dedicado a documentarse, no solo sobre la vida de Arenal, sino también sobre el Madrid del siglo XIX para dar vida a La Mujer del Retrato (Ed. Nórdica, 2021). Un cómic que aborda la posible vida de la niña pelirroja, marcada por la muerte de su padre, cuya mayor pasión era pasar sus horas entre libros, lo que supuso toda una revolución. Admiradora de Hiparquía, y enamorada de su gran danés, Luga, su negativa a asumir el papel al que entonces se relegaba a las mujeres le valió una tormentosa relación con su madre, que aún creía, como era habitual, que casarse era el objetivo vital. Concepción, haciendo honor a su nombre —idea, opinión o manera de entender cierta cosa—, no claudicó, y consagró su vida a denunciar la situación en las cárceles, la miseria en los hospicios y la condición de la mujer en aquella época.
—Pregunta: ¿Cómo surge la idea de crear el cómic?
—Respuesta: Teresa Rodríguez (TR): Yo ya lo tenía en mente. Mi hija me lo planteó, y luego lo hizo Manuela Carmena (exalcaldesa de Madrid, que escribe el prólogo). Al hacerlo dos personas de diferente generación, pensé que era el momento.
—Respuesta: Mónica Novoa (MN): Nunca había hecho un guion para un cómic. Teresa me lo planteó y me dio la biografía [sobre Arenal] de Anna Caballé. Me fui a casa con el libro bajo el brazo y cuando comencé a leerlo me fascinó. No solo está rigurosamente documentada, sino que está tan bien escrita que se lee como una novela. Enseguida me pregunté cómo sería esa infancia, esa juventud, que hizo que Concepción Arenal fuese una mujer tan valerosa que, a pesar de la sociedad en la que vivía, supo dar voz a los desfavorecidos.
Concepción Arenal, "La visitadora de cárceles" / ELLAS MÁS
—Abordar la infancia para entender la mujer en que se convirtió.
—MN: Al ser la etapa de su vida de la que menos datos había dejaba espacio para la ficción. Lo que yo hice, como no sabía hacer un guion, fue una novela. Rigurosamente documentada, pero imaginando espacios y anécdotas que dieran sentido a los datos que sí se conocían. Le entregué la novela a Teresa y le dije: ‘Ahora haz lo que quieras con ella’. Ahí empezó el trabajo de ida y vuelta.
—TR: Me dio una novela estupenda, de 200 páginas, que daba pena convertir en un guion, pero poco a poco empecé a dibujar, se lo mandaba a Mónica, y así hemos estado año y medio. Ella ha estado tocando el texto hasta el último momento, y así yo podía aprovechar más espacio —para las ilustraciones—. Ha sido como un guiso, hecho con mucha paciencia.
—¿Cómo han llenado los huecos de la biografía?
—TR: Ha sido complicado. No teníamos un anecdotario de su infancia, pero sí datos precisos. Incluso había cartas. Todas las historietas son inventadas, pero siempre basadas en cosas que se sabe que ocurrieron. Luego Mónica, con su imaginación, nos ha llevado a entender por qué esta señora [Arenal] tenía esa empatía hacia los demás. Vivía en una zona donde había un orfanato, y de ahí plasmamos que pasa por delante y se conmueve.
—¿También está documentado el apego de la joven Arenal con su perro?
—MN: Se sabía que tuvo perros. Teresa es su tataranieta y tiene constancia de la pasión por los perros en la familia. El último, que se llama Lúa en el cómic, es también el nombre del que tiene ahora Teresa.
—TR: Siempre supimos que tenía un gran danés, e incluso mi abuela —nieta de Arenal—, cuando eran niños, también tuvo uno en casa. Yo heredé su tremendo amor por los animales. Creo que hay algo ahí, un vínculo con ellos. En la última ilustración del libro sale Lua, mi perro.
—Narran la evolución de una pionera del feminismo, lo que significó comenzar la lucha por la igualdad.
—TR: Es un tema que sigue estando de actualidad. Ella se planteó, tal y como contamos, ‘¿quién soy? Tengo cerebro de hombre en un cuerpo de mujer’. Yo también me planteé esas preguntas en mi infancia, hay personas que quizá no han tenido esa inquietud. Ella la tuvo, y de una manera tremenda, porque en su tiempo las mujeres lo único que podían hacer era casarse.
—¿Tuvo que vestirse de hombre para ‘colarse’ en la universidad?
—TR: Eso es una leyenda, otra cosa es que no vistiese como las mujeres de su época. Era mucho más austera, nunca usó corsé, por ejemplo. En ese sentido, siempre fue diferente.
—MN: Era una mujer increíblemente inteligente, y debía darle mucha rabia que hombres menos inteligentes pudiesen hacer cosas que a ella no le permitían. Ahí tuvo esa lucha de identidad y también contra la sociedad, porque era terriblemente injusto que no pudiese participar de esa, entonces, vida de hombres.
—Pierde a su padre, luego a una de sus hermanas, y sus inquietudes intelectuales derivan en una relación tormentosa con su madre.
—MN: La muerte del padre le afecta profundamente porque era quien creía en ella y le enseñaba. Una pérdida que se acentuó porque se llevó muy mal con su madre, que quería que fuese como su hermana Tonina: una señorita, que se preocupara por el matrimonio. Fue clave en el desarrollo de su persona.
—TN: La madre la quería casar, pero también hay que entenderlo. Ellas tenían un buen nivel de vida, pero era muy fácil perderlo. Hay que ponerse en el pellejo de esa mujer: primero pierde al marido, luego se le muere una hija… y ella era muy joven. La vida en esos años era muy dura. Aunque Concha no quería ser ese personaje y peleó con su carácter fuerte y su tenacidad.
—Y sin ningún referente.
—TN: Se estaba inventando a sí misma. Las demás hemos ido teniendo algunos, pocos, y siempre nos quejamos. De hecho, una de las preguntas de mi infancia fue ‘¿cómo es posible que mi tatarabuela escribiera y todas las mujeres que yo conocí no?’ Las mujeres de mi infancia, excepto alguna profesora, eran amas de casa o trabajadoras en el campo. Me parecía algo increíble, de hecho a mí me interesaban los modelos masculinos... me parecían mucho más atractivos cuando era niña.
—¿Hemos avanzado?
—TN: La historia es muy sesgada, nos cuentan mucho más sobre figuras masculinas, y es muy importante para una niña tener referentes femeninos.
—Concepción sí contó con el apoyo de su abuela y dos de sus tíos.
—MN: Y bibliotecas y libros a su alcance. Fue autodidacta, aprendió francés e italiano sola, pero tenía libros.
—TN: Su referente era Hiparquia —una de las primeras mujeres filósofas—. No había una mujer en su vida en la que poder inspirarse.
—Luego fue ella la que se convirtió en un referente, pero parece que no se le ha dado el lugar que merece.
—TN: Es curioso, quizá han tenido más lugar las mujeres que han escrito literatura, que tampoco, pero es cierto que personas como ella que se dedicaron a reformar leyes, han tenido menos repercusión, lo que sí es cierto es que en muchas ciudades españoles hay calles con su nombre, lo que indica que en su tiempo tuvo que ser alguien importante.
—MR: Se está rescatando su figura. Creo que hace unos años se conocía menos. Uno de los objetivos que teníamos con el cómic era el de cambiar esa concepción de Concepción Arenal como adusta, grave, la de ese retrato, y presentarla como una niña, con su coraje y todo lo que le debemos.
—¿Hacerlo en forma de cómic busca acercarla a los más jóvenes?
—TN: Puede ser. Se une a que tenía muchas ganas de hacer un cómic. Al principio me planteé hacer algo corto y han acabado siendo casi 200 páginas. Me gusta mucho leer cómic, aunque en mi generación puede que no sea muy habitual, pero entre los de 20-40 años está cada vez más de moda. Aunque no está pensado para niños, a partir de los 14 años puede interesar a cualquiera con ciertas inquietudes.
—MR: A los jóvenes les puede interesar mucho esta historia porque está contada desde la búsqueda de identidad de un adolescente. La ambientación que ha dado Teresa con sus ilustraciones sobre el Madrid de aquella época es apasionante.
—Es un recorrido por muchas calles de la capital en el siglo XIX.
—TN: Nosotras vivimos muy cerca del barrio de Lavapiés y nos dimos un paseo por todos los escenarios de la vida de Concepción Arenal en Madrid. Fue bonito ver las calles a través de dos siglos, porque intentábamos describir el siglo XIX en el XXI, pero fuimos imaginando cómo era ese Madrid: la tabacalera aún existe y también la calle Salitre.
—MR: Hemos trabajado con fotos, planos y periódicos de la época. Nos hemos documentado para poder reflejarlo.
—¿Ha sido lo más laborioso?
—MR: Nos han surgido muchas dudas durante el proceso. Por ejemplo, sabíamos que los Condes de Vigo tenían hijos, pero no cuántos. Al final encontré las esquelas de los hijos en distintos periódicos y por eso supe que eran tres. También busqué lo que se bebía en aquella época cuando se iba a tomar algo, resultó ser soda.
—TN: Me he pasado hasta una mañana entera mirando fotos antiguas para dibujar el trozo de una mesita. Necesito ver mucho, aunque luego no vaya a dibujar nada de lo que he visto, para saber cómo era. No se trata de dibujar un coche y plantarlo ahí, sino de respirar ese ambiente. Hago todo lo posible para que sea creíble, y que [el lector] se meta en la historia.
—¿Y la coordinación para trabajar a cuatro manos?
—MR: Había momentos en que pensábamos como si tuviésemos un solo cerebro y decíamos ‘¡eso es lo que estaba pensando yo!’.
—TN: Es como funcionar con una sola cabeza: una que escribe y otra que dibuja. Tenemos buena sintonía. Nos entendemos muy bien, y no es fácil conseguir una comunicación tan buena con un escritor. La pregunta que nos hacíamos era si el resultado le iba a interesar a alguien.