El núcleo Dalí-Pitxot: el éxtasis paranoico-crítico
Dalí quiere reflejar en su obra el conflicto entre realidad y paranoia, y él mismo señaló que se había inspirado Sigmund Freud
26 julio, 2020 00:00Al decir de los pescadores, los acantilados de Cap de Creus tienen forma de Camello. Cuando de madrugada, las barcazas se adentran en la pleamar, los mismos relieves de la costa se convierten en gallos o águilas. La naturaleza quieta de la piedra marcó la estética de dos grandes genios: Antoni Gaudí y Salvador Dalí. Años después del culmen del modernismo arquitectónico, el pintor de Cadaqués alcanzó el éxtasis de su método paranoico-crítico, glosado por los mejores expertos en arte, como Rodríguez Aguilera o el mismo Eduardo Cirlot. Este último se inició en el surrealismo daliniano, frente a los automatismos del movimiento parisino. Analista de alta mirada y poeta mesmerizante, Cirlot atravesó junto al pintor una etapa mística religiosa con la que ambos pretendían comprender la fuerza y las leyes ocultas de las cosas.
El método daliniano acabó significando un ataque frontal contra el mundo, cada vez más sectario, de los surrealistas, hasta desencadenar las conocidas diferencias entre el mandarín André Bretón y el pintor catalán. Dalí partía de imágenes reales sobre las que el artista volcaba el subconsciente. Puso en valor, por así decir, las fobias, obsesiones o influencias del creador sobre el lienzo hasta alcanzar composiciones caóticas, delirantes y enigmáticas. El centro de la obra de Dalí es el conflicto entre realidad y paranoia, algo que el mismo pintor confesó haber encontrado leyendo a Sigmund Freud.
El Teatro-Museo de Figueras
Quien mejor entendió al genio fue su amigo, el también pintor, Antoni Pitxot, miembro de una saga de artistas y sobrino de Ramon Pitxot, que había ejercido una clara influencia en el joven Dalí, orientando su carrera en el mundo de las vanguardias. La amistad creativa entre Dalí y Pitxot empezó en el verano del 72, cuando Dalí le visitó en su taller y le propuso instalar una exposición permanente de su obra en el Teatro-Museo de Figueres. El Museo, gestionado hoy por la Fundación Gala-Dalí, fue inaugurado en septiembre de 1974 y es, sin lugar a dudas, el resultado del diálogo de los dos creadores. En el patio interior del edificio habitan los Monstruos grotescos, figuras creadas por ambos artistas a la manera de los manieristas italianos, realizadas con acumulaciones de piedras, cajones, troncos de árbol, el esqueleto de una ballena, caracolas y conchas. Las fuentes de Pitxot fueron, en parte, las piezas de los jardines del palazo de los Orsini en Viterbo --patria de los etruscos-- levantados por el conde Orsini, tras la muerte de su esposa, Giulia Farnese. En los sesentas, el escritor argentino Manuel Mujica Láinez escribió Bomarzo, una genial novela histórica, que traza el desarrollo vital de Pier Francesco de Orsini, apodado Vicino.
Dalí y Pitxot estrecharon su amistad frente al paisaje mineral de sus respectivos entornos, Port Lligat y Sa Conca. Pitxot trabajó desde muy joven el sustrato de una pasión compartida con el maestro en la exposición titulada La batalla de Constantí, inspirada en un discurso daliniano sobre las rocas de Cadaqués. Dalí escribió el texto de presentación para el catálogo e insertó en él uno de sus más enigmáticos dictatums: “Cuando las rocas despiertas de cuatro mil años de soñar, las ensordece el estrépito de una batalla en cada mano".
En los últimos años de la vida del pintor de Port Lligat, ambos mantuvieron un intercambio permanente de opiniones sobre el arte y el mundo de la pintura; levantaron un ensayo mayúsculo, hecho a trozos, que todavía no ha visto la luz. Sus temas recurrentes, Watteau, Rembrandt, Velázquez, Gustave Moreau, los prerrafaelitas o el futurismo italiano, agotan un repertorio falto de una jerarquización a la altura de los dos creadores. La exposición temporal realizada en 2014 en el Castillo de Púbol, bajo el epígrafe Dalí, Pitxot. Alegoría de la memoria pudo haber sido el inicio de este resumen inacabado. Un año después se producía la muerte de Antoni Pitxot, el mismo día en que se inauguraba en el Museo de Figueras, la muestra Dalí, Pitxot. En torno a la pintura.
Un perro andaluz
En 1984, el ex secretario de Dalí, John Peter Moore, presentó la película Un perro catalán dedicada a la figura del gran pintor, jugando cacofónicamente con la conocidísima cinta Un chien andalou de Buñuel. En el primer encuadre de la cinta de Moore, se presenta el protagonista del filme, Petrol, un perro de piel negra y afilados colmillos que corretea por los acantilados del Cap de Creus, donde los Moore tenían su magnífica mansión, La Capitanería. Petrol se anuncia con estas palabras: “Soy un perro. Catalán. Vivo en Cadaqués, país surrealista donde el viento acaricia a los perros y da a las rocas formas que me intrigan”.
Moore y Dalí se habían conocido medio siglo antes, cuando Alexander Korda dirigía un Ricardo III para London Films, con Laurence Olivier como protagonista. La productora le propuso al Dalí de entonces --conocido solo en las élites del arte contemporáneo-- un retrato del actor; así nació el óleo Retrato de Laurence Olivier en el papel de Ricardo III, conservado por la familia Moore hasta el año 2000, cuando la Fundación Gala-Dalí lo compró por medio millón de dólares.
La doble imagen de Gala
A lo largo de sus años con Dalí, Moore acumuló una amplia y valiosa colección de obras del pintor que en varias ocasiones han resultado salpicada por acusaciones de falsificación e incluso de robo. El valioso cuadro La doble imagen de Gala, por ejemplo, desapareció de una galería de arte de Nueva York y fue encontrado por la policía en el Museo Perrot-Moore de Cadaqués en 1999. En el libro La vida excesiva de Salvador Dalí, su autor, Ian Gibson, ofrece pruebas documentales de aquellas falsificaciones que se vendían como originales. Entre ellas se encontró una parte de la serie daliniana sobre Los caprichos de Goya, una reformulación con intención similar a Las Meninas de Picasso sobre el logro primigenio de Velázquez.
En el primer cuarto de este siglo XXI, el mundo de Dalí se ha ido apagando, pero no así su referencia en el arte contemporáneo. Dando por bien entendida la provocación de John Peter Moore, podríamos decir que Petrol ha sido el único perro del mundo con intención de tener visiones paranoicas; aun siendo un animal, llegó a la desesperación tras no conseguir sueños eróticos con el Ángelus, contrariamente a lo que Dalí tantas veces pregonó. Antes de poner fin a su propio relato cinematográfico, el perro se siente con fuerzas para citar al maestro: "La belleza no es más que la suma de conciencia de nuestras perversiones”. Tras la desaparición del pintor, en 1989, nadie podrá borrar nunca los desiertos lunares o los enclaves oscuros que él puso al alcance de todos.