¡OH, NO, ES DEVO! Getty images
¡Oh, no, es Devo!
El documental de Chris Smith en Netflix explica la historia del grupo y abre una ventana hacia esa época del pop
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A principios de los años 70, dos muchachos de Akron, Ohio, Mark Mothersbaugh y Gerald Casale, intuyeron que su país les había engañado como a chinos y que la evolución nacional hacia el progreso social y la felicidad personal era un tocomocho, un cuento (no necesariamente chino).
Estudiaban en la universidad estatal de Kent sin saber muy bien lo que querían, más allá de la cada vez más afirmada creencia de que Estados Unidos, lejos de evolucionar, de progresar adecuadamente, se encontraba inmerso en una desevolución o involución, de la que la absurda guerra de Vietnam era una buena prueba.
"Devolution"
El 4 de mayo de 1970, Mark y Jerry comprobaron en sus carnes cómo se las gastaban su país en general y Richard Nixon en particular: una protesta estudiantil contra la guerra acabó con varios muertos y abundantes heridos a manos de la Guardia Nacional (esa que Donald Trump se dispone a desplegar por todo el territorio nacional).
Esto acabó de convencer a nuestros héroes de que había que hacer algo para denunciar la gran engañifa americana, y hacerlo desde el mundo del arte, no formando un grupo terrorista. Buscaron compañeros de viaje, sin saber muy bien qué haría el grupo, si música, filosofía o arte conceptual. Y el resultado fue uno de los grupos más extraños de toda la historia del pop, Devo (diminutivo de Devolution).
La mezcla del contenido filosófico de Casale y la tendencia al bromazo y la irreverencia de Mothersbaugh dio origen a unas canciones que no sonaban parecidas a nada precedente.
La cosa se completó en directo con unos uniformes amarillos para los músicos, que solían moverse de manera mecánica y robotizada (ahí tomaron nota nuestros Aviador Dro y sus obreros especializados, aunque su relación con el original era como la de Miguel Bosé con Bryan Ferry), unos gorros rojos en forma de maceta muy vistosos y todo tipo de ideas visuales llevadas a cabo con la tecnología disponible.
Inicios
Los primeros años, Devo pasó hambre, tocando para selectas audiencias de doce personas (al inicio del set; al final, dos o tres), girando en autobuses cutres y durmiendo en sofás de amigos. Pero todo cambió en Nueva York, cuando los vieron actuar David Bowie e Iggy Pop y se declararon fans suyos. Bowie hasta se comprometió a producirles un disco, aunque le acabó pasando el muerto a su amigo y colaborador Brian Eno.
De esta forma, Devo se presentó al mundo con el estupendo álbum ¿Are we not men? We are Devo (1978), que incluía una versión ultra acelerada del Satisfaction de los Stones capaz de hacer bailar a un paralítico (o a mí, que siempre he tenido, como dicen los anglos, dos pies izquierdos).
Un recuerdo entrañable
El estupendo documental de Netflix Devo, dirigido por el eficaz Chris Smith, es una perfecta entrada en el universo de los señores Casale y Mothersbaugh para quienes llegaran tarde a Devo y un recuerdo entrañable para los que los disfrutamos en su momento, cuando el pop era un más difícil todavía que cada semana te traía nuevas alegrías. Nunca fueron para todo el mundo, pero se hicieron con una base de fans muy leal, inasequible al desaliento que intentaban propiciar los inevitables críticos cejijuntos que consideraban al grupo una pandilla de fascistas o de payasos (o de payasos fascistas).
Frank Zappa se preguntó en el título de uno de sus discos si el humor tenía cabida en el rock: Devo se encargaron de demostrarle que sí. Otra cosa es que no todo el mundo pillara sus chistes y su visión del mundo, que variaba ligeramente entre Casale y Mothersbaugh: para ambos era un sindiós desastroso, pero Casale se lo tomaba más en serio e, ilusamente, aspiraba a subvertirlo y tal vez redimirlo a través del arte: Mothersbaugh era consciente de que todo era un espanto y aún podía empeorar, pero no podía evitar tomárselo casi todo a chufla. ¡Dios los bendiga!
Sin hits no hay disco
Devo no tuvo suerte con las discográficas. Virgin se encargó de ellos en Europa, mientras que Warner Brothers hacía lo propio en Estados Unidos. Richard Branson les dejó, más o menos, hacer lo que quisieran, pero Warner quería hits. Uno detrás de otro. No hits, no próximo disco.
De esta manera, nuestros héroes lograron grabar unos cuantos álbumes sensacionales: Duty now for the future (1979), Freedom of choice (1980), New traditionalists (1981) y Oh, no, it´s Devo (en cuya portada aparecían todos los músicos vestidos de patata, un tubérculo que fascinaba a sus dos principales ideólogos).
Gira de despedida
En cuanto dejaron de ser una novedad para excéntricos, en Warner no veían la hora de quitárselos de encima, cosa que acabaron logrando. Tras unos elepés mediocres en un nuevo sello, Devo se disolvió en 1991, aunque desde entonces se han reunido en algunas ocasiones (ahora preparan su gira de despedida y de su 50 aniversario junto a otro interesante (¡y muy peculiar!) grupo de los 80, The B 52).
El documental del señor Smith recorre toda la vida y milagros de Devo, y lo hace de manera tan exhaustiva como estimulante: las declaraciones de Mothersbaugh y Casale son tan inteligentes como divertidas, y en más de una ocasión mueven a la risa (Mark conoció a John Lennon cuando éste se subió al escenario, le plantó la jeta a dos centímetros de la suya y le berreó el estribillo de uno de sus temas).
Quien quiera recordar a Devo o le apetezca descubrirlos, tiene en el documental de Chris Smith la oportunidad de hacerlo. Yo no la desperdiciaría.