No es Grecia: la ciudad de Cataluña que tuvo su propio Partenón

No es Grecia: la ciudad de Cataluña que tuvo su propio Partenón CANVA

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No es Grecia: la ciudad de Cataluña que tuvo su propio Partenón

Los arquitectos decidieron levantar una monumental fachada que ha quedado grabada en la memoria visual de la ciudad

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El Partenón es la imagen de Grecia. Una construcción histórica que se mantiene casi intacta desde hace milenios y que recuerda a la sociedad occidental de donde vienen sus bases.

Este tipo de construcción icónica fue también un ejemplo para las civilizaciones posteriores e, incluso en la actualidad, se ven réplicas en casi todas partes. El mismo Teatre Nacional de Catalunya (TNC) tiene este aspecto.

Lo que no todo el mundo sabe es que la misma Lleida tuvo su propio Partenón con una historia similar. Como pasa con el Teatre Grec de Barcelona, no hace falta remontarse a la edad Antigua, basta con ir a comienzos del siglo XX. Fue entonces cuando en la capital del Segrià se erigió la primera sede del Museo de Arte que albergó la colección de Jaume Morera, hoy una de las más importantes de arte moderno en el país.

Para estar a la altura, los arquitectos decidieron levantar una monumental fachada que ha quedado grabada en la memoria visual de la Lleida de principios del siglo pasado. Parecía realmente un Partenón.

Una fachada monumental

El llamado Partenón de Lleida estaba construido en hormigón y seguía un diseño clásico inconfundible. Diez columnas dóricas, robustas y simétricas, sostenían un frontón liso, sin ningún tipo de grabado o decoración escultórica. Su sobriedad arquitectónica y su escala lo convertían en un referente visual en una ciudad que, en aquel momento, comenzaba a experimentar transformaciones urbanas notables.

No hay constancia precisa de la fecha de su demolición, aunque se cree que pudo coincidir con el final del Mercado de Sant Lluís. El edificio se situaba en el lado oeste de este equipamiento que, como el Partenón, ya tampoco existe. En la actualidad, allí está el edificio de los Sindicatos, conocido también como “Ducados”, y la estación de autobuses de la ciudad.

El vacío que dejó esta fachada marcó el paisaje urbano y privó a la ciudad de una de sus estampas arquitectónicas más singulares. Aun así, trató de preservarse hasta no hace tanto.

La fachada “partenónica” tenía que anunciar, de algún modo, lo que el visitante se iba a encontrar en el museo. Era un 11 de mayo de 1917 cuando este museo abría sus puertas para acoger por primera vez la colección de arte moderno reunida por Jaume Morera.

Una obra efímera

El problema es que su vida fue muy efímera. En 1934, las colecciones se trasladaron al entonces antiguo Hospital de Santa Maria, sede actual del Institut d’Estudis Ilerdencs. Y no fue su última parada.

Durante la Guerra Civil, el museo cerró sus puertas de manera indefinida y no reanudó su actividad hasta 1939, en el mismo edificio del Hospital de Santa Maria. Allí permaneció hasta 1969, cuando inició un largo recorrido por diferentes sedes provisionales.

Un museo en constante mudanza

En 1975, el Museo Morera se trasladó al convento del Roser, que hoy alberga un Parador Nacional. Allí permaneció más de tres décadas, hasta 2007, año en el que pasó al Casino Principal de la ciudad. Aunque se planteó la construcción de una nueva sede junto a La Panera, el plan cambió y, finalmente, en 2016 se decidió que la antigua Audiencia de Lleida sería su ubicación definitiva.

Las obras comenzaron en 2019 y, tras varios años de reforma, el museo reabrió sus puertas en 2024. La historia de este centro cultural, desde su nacimiento en aquel edificio coronado por una fachada monumental hasta su sede actual, refleja no solo la evolución del museo, sino también los cambios urbanos y arquitectónicos de Lleida a lo largo de un siglo.

La Lleida que rodeaba al Partenón

En la época en la que el Partenón de Lleida formaba parte del paisaje, la ciudad experimentaba un crecimiento progresivo, marcada por la transformación de espacios como el Mercado de Sant Lluís, la llegada de nuevas infraestructuras y el desarrollo de zonas que hoy son céntricas. El edificio, además de servir como puerta de acceso al museo, funcionaba como un punto de referencia visual en una ciudad que combinaba construcciones históricas con edificaciones modernas para la época.

Hoy, Lleida conserva un importante patrimonio que abarca desde la Seu Vella —la catedral gótica erigida sobre una colina que domina toda la ciudad— hasta el Castell del Rei, pasando por museos, iglesias y espacios verdes como el parque de la Mitjana. Eso sí, del antiguo Partenón, ni rastro.

Cómo llegar

Eso no quita que la capital del Segrià bien merezca una visita. Desde que hay parada del AVE, llegar allí es muy cómodo. Queda a media hora de Tarragona y apenas unos 50 minutos desde Barcelona.

En coche, el viaje es bastante más largo. Se puede ir por la A-2 o la AP-2 y los 160 kilómetros que separan la capital catalana de Lleida se recorren en una hora y 45 minutos, más o menos.