El conde catalán que no descansa: castigado a cabalgar hasta la eternidad
Esta leyenda es versionada por poetas como Maragall, Josep Carner y Josep Maria de Segarra
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Cataluña es tierra de leyendas. Una de las más conocidas es la de Sant Jordi, el supuesto caballero que salvó a la princesa de las fauces de un dragón. Más histórica parece el mito del timbaler del Bruc, ese hombre que, para espantar a las tropas napoleónicas se puso a tocar el tambor por las montañas de Montserrat para hacer pensar a los franceses que les esperaba una gran tropa defensiva.
Hay otra, en cambio, que ha pasado a la historia porque grandes escritores de la literatura catalana han versado sobre él. Y nunca mejor dicho.
Como no podía ser de otra manera, el protagonista de la novela es un catalán de clase alta, pero no un burgués sino un conde. Y no el de Godó, uno más antiguo, el Conde Arnau.
Este personaje es uno de los mitos más fascinantes del folklore catalán. Aunque en realidad suena más su nombre que su historia, este personaje legendario, que encarna la figura de un alma en pena condenada por sus pecados, está profundamente ligado a la tradición oral, la literatura y los paisajes de Cataluña. Concretamente, del Ripollès.
Amor y terror
Como toda buena leyenda, esta historia mezcla amor, traición, venganza y maldición, un cóctel que ha cautivado a generaciones y que, aún hoy, resuena en la memoria colectiva de Cataluña.
Dice la leyenda que el Conde Arnau, como bien indica su nombre, era un noble. Eso sí, su fama viene dado por su carácter cruel y despiadado. El aristócrata gobernaba desde su castillo en las montañas y causaba el terror sin apenas salir. Eran sus acciones y determinaciones lo que más miedo daba.
Un asalto al convento
Arnau fue un hombre que vivió al margen de las normas y del respeto por los demás, explotando a sus siervos y robando lo que deseaba. La fama que le precede habla no sólo de esclavismo, sino de maltrato y mucha violencia hacia sus súbditos. Pero tenía un punto débil.
Como pasa en las historias mitológicas, el mayor pecado o virtud del conde fue el amor sacrílego hacia Constanza, una joven, también noble, que ingresó como abadesa en el convento de Sant Joan de les Abadesses para escapar de su influencia.
Decidido como era, Arnau no tuvo reparos en asaltar el monasterio en el que vivía su amada, para, más que conquistarla, hacerse con ella. El noble obligó a sus hombres a acompañarle, pero de poco le valió.
Lo único que consiguieron Arnau y sus nobles fue aterrorizar a las novicias que vivían en el convento. Les hicieron cualquier cosa, causando el pánico en las dependencias del monasterio de Sant Joan de las Abadesses. ¿Y la princesa?
El dolor del conde Arnau
El asaltó no fue lo esperado. Más allá de sembrar el caos, el noble no encontró a Constanza. Al menos, no como esperaba. Cuando se acercó a sus dependencias, Arnau se quiso morir al ver que su amada había fallecido.
El dolor fue tal, que el conde Arnau no pudo acepar lo sucedido e, incluso con los hechos consumados, cogió el cuerpo de su amada, lo puso junto a él en el caballo y la secuestró. ¿Dónde fue? No se sabe.
Condenado a cabalgar
Lo único que cuenta la leyenda es que el rey, alertado por lo que pasaba en el monasterio, envió a sus hombres hacia allí y acabó con las tropas del conde Arnau. Con todas. Y, a modo de advertencia, decidió colgar los cuerpos de los asaltantes para que todos los vieran al día siguiente.
Sólo faltaba uno, el conde Arnau. Nunca se supo qué fue de este hombre, como tampoco de la joven Constanza. Cuenta el mito que el noble, castigado por sus hechos, fue condenado a cabalgar hasta la eternidad. Huyendo por lo que había hecho y envuelto en llamas.
Una leyenda para la historia
Pero no lo hace solo. La leyenda asegura que más de una vez se ha visto como el conde cabalga junto a su equino, que lleva en su lomo el cuerpo sin vida de la amada Constanza. ¿Por dónde? Por el monasterio e incluso por cualquier rincón del Ripollès.
El mito del Conde Arnau no es un relato fijo. Su evolución comenzó con una balada compuesta entre los siglos XVII y XVIII que se propagó desde el Ripollès por toda Cataluña y llegó hasta Mallorca. A mediados del siglo XIX, el movimiento de la Renaixença redescubrió esta balada, otorgándole nuevas dimensiones literarias y artísticas. Escritores como Víctor Balaguer, Joan Maragall y Josep Carner reinterpretaron la figura de Arnau, explorando su naturaleza trágica y condenada desde perspectivas que iban desde el romanticismo hasta el existencialismo.
Versiones del mito
En palabras de la Enciclopèdia catalana, Maragall presentó al Conde Arnau como un héroe nietzscheano, atrapado entre sus pasiones y los imperativos morales, mientras que Josep Maria de Sagarra ofreció una visión más dura y realista en la que no había lugar para la redención. En música, Felip Pedrell creó una ópera basada en el poema de Maragall, fusionando la tradición catalana con la estética de la balada romántica alemana.
Para quienes deseen explorar los espacios reales vinculados a este mito, hay excursiones y caminos organizados por el territorio en su nombre. Uno de esos puntos es el pequeño pueblo de Gombrèn, en el Ripollès.
Una visita al territorio del conde
Allí se encuentra el Museo del Conde Arnau, que alberga una colección de objetos encontrados en las excavaciones del Castillo de Mataplana, el supuesto hogar del mítico conde. La fortaleza, aunque en ruinas, ofrece un vistazo evocador a la vida de los Mataplana, una de las familias nobles más importantes de la Cataluña medieval.
De camino al castillo, se puede visitar el Gorg dels Banyuts, un rincón natural de la riera de Garfull. Según la leyenda, es aquí donde el espíritu del Conde Arnau emerge del infierno sobre su caballo envuelto en llamas al caer la noche.