La obra de Gaudí que quiere ser Patrimonio de la Humanidad: cumple 140 años
- Este edificio del arquitecto catalán combina modernismo, música y naturaleza
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La obra de Gaudí es de sobras conocida, sobre todo en Cataluña. El arquitecto de Reus elevó el modernismo a otros niveles, hasta el punto que ha tratado de ser imitado desde inicios del siglo XX. Y no siempre con buena fortuna.
Más allá del éxito de visitas de monumentos como la Sagrada Familia, el Park Güell, la Casa Batlló o la Pedrera, estas obras han sido reconocidas por los expertos en arquitectura y por instituciones internaciones. Prueba de ello es que estas creaciones, como muchas otras del genio modernista, han sido reconocidas como patrimonio de la UNESCO. Otras, en cambio, han sido ignoradas. Pero esto puede cambiar.
El Capricho de Gaudí
Aprovechando el 140 aniversario de El Capricho de Gaudí de Comillas (Cantabria), uno de los edificios menos conocidos del catalán quiere entrar en este selecto club. Y cuentan con apoyos.
La presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, ha dado su apoyo a la inclusión de este monumento en la lista de patrimonios mundiales de la UNESCO, iniciativa que también cuenta con el respaldo del Gobierno de Cantabria, el Ayuntamiento de la ciudad y la Cátedra Gaudí.
Propuesta de reconocimiento
Buruaga asegura que este hito sería un “revulsivo” para poner en valor el “excepcional legado modernista” que Antonio Gaudí dejo en Cantabria a sus 31 años. Además de sus características, el edificio es la primera casa terminada del arquitecto y una de las tres únicas obras que realizó fuera de Cataluña, junto con el Palacio Episcopal de Astorga y la Casa Botines de León.
Y también se ha sumado a la petición al Gobierno de España de que 2026 sea catalogado como Año de Especial Interés Público, con motivo del primer centenario de la muerte del ilustre arquitecto catalán.
Un encargo particular
Construido entre 1883 y 1885, este peculiar edificio fue encargado por Máximo Díaz de Quijano, cuñado del Marqués de Comillas, quien buscaba una residencia vacacional que reflejara tanto su pasión por la música y la botánica como su estatus social. Gaudí, con su habilidad para fusionar funcionalidad y estética, creó una obra adaptada a sus gustos.
El edificio fue concebido como un organismo vivo que seguía el recorrido del sol, tal y como lo haría un girasol. Así, las estancias principales están orientadas de manera que la luz natural ilumine cada espacio según su uso a lo largo del día.
Inspiración musical y natural
Los salones y despachos destinados a la mañana se orientan al sur, mientras que las habitaciones para la tarde, como el comedor de invierno y el salón de visitas, miran al poniente. Por su parte, la fachada norte, más fresca, alberga espacios auxiliares como la cocina y el comedor de verano.
La conexión entre el edificio y la naturaleza no termina ahí. La torre arborescente y los muros que en su momento estuvieron cubiertos de hiedra refuerzan la idea de que la casa debía integrarse con el paisaje. Los motivos vegetales y los perfiles redondeados de la construcción destacan la intención de Gaudí de crear una obra que dialogara con su entorno.
Exterior
Pero si algo llama la atención al observar El Capricho es su fachada, una explosión de color y creatividad. En la parte baja, se usaron sillares de piedra, mientras que en las áreas superiores predominan el ladrillo visto y la cerámica vidriada en tonos verdes, adornada con motivos de girasoles. Esta mezcla de materiales crea un efecto visual vibrante y único.
Sobre la otra pasión de Díaz de Quijano, la música, las cenefas exteriores de El Capricho recrean pentagramas. Las barandillas de hierro tienen formas de claves de sol y, en las vidrieras del baño, se pueden observar figuras como un pájaro tocando el piano o una abeja con una guitarra. Incluso las ventanas de guillotina son un guiño musical: al abrirse o cerrarse, producen sonidos gracias a sus campanas de hierro.
La torre que corona El Capricho es otro de sus elementos más icónicos. Inspirada en los alminares persas, se alza sobre un templete sostenido por cuatro columnas de piedra, destacándose como un faro arquitectónico que corona la villa. Los balcones, con barandillas que también funcionan como bancos, completan el exterior, otorgándole un carácter tan funcional como decorativo.
En su interior, El Capricho está diseñado para ser un espacio cómodo y práctico, ideal para las vacaciones de su propietario. La casa cuenta con tres plantas que organizan las áreas de servicio, los espacios principales y las habitaciones del personal.
Cómo es el interior
A pesar de que hoy el semisotano es el lugar para la tienda, exposición y servicios adaptados al turismo, antes tenía otra función. En esta planta, en el pasado, se albergaba la cocina, las zonas de almacenaje y la cochera.
La planta principal está presidida por el invernadero, un espacio que cumple una doble función. Por un lado, es un homenaje a la pasión botánica de Díaz de Quijano, y por otro, actúa como regulador térmico, acumulando calor durante el día para irradiarlo al resto de la casa al caer la noche. Este diseño subraya la estética naturalista de Gaudí y refleja su capacidad para integrar tecnología y sostenibilidad en su arquitectura.
Además del invernadero, la planta principal incluye el salón principal, un recibidor, el estudio y un cuarto de baño con vidrieras ornamentales. El salón principal destaca por su doble altura y su luminosidad, pensada originalmente para tener una cubierta acristalada.
Por último, en el desván de la planta superior se encuentran las habitaciones destinadas al personal. Este espacio, junto con el invernadero, cumple una función clave en la regulación térmica, aislando la planta principal de las temperaturas exteriores.
Más obras en la UNESCO
Todos estos elementos, para los cántabros y expertos en arquitectura, son suficientes para que El Capricho sea reconocido por la UNESCO. Pero no solo esta obra apuesta por ser valorada.
Según explica la presidenta cántabra, el objetivo es “reclamar el valor de El Capricho de Gaudí” y lograr el reconocimiento de la UNESCO, junto con otras cinco obras de Gaudí en territorio nacional: el Palacio de Gaudí en Astorga y el Museo Casa Botines en León (Castilla y León), el interior de la Catedral de Palma de Mallorca (Islas Baleares) y la Torre Bellesguard y el Colegio de las Teresianas (Cataluña).