El castillo templario del siglo XI escondido en un desconocido pueblo de Cataluña: al lado de unos baños termales
- Esta fortaleza medieval incluye una iglesia que fue usada como granero
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Íberos, godos, romanos, griegos, árabes, judíos… por el territorio que ahora llamamos Cataluña han pasado todo tipo de civilizaciones y culturas. Los templarios son una de ellas. Poco se habla de ellos, pero la verdad es que parte de la arquitectura y de los pueblos de la comunidad autónoma le deben mucho a esta orden.
Uno de los edificios más importantes de este colectivo es el castillo de Vallfogona de Riucorb, una joya medieval oculta en el pueblo que le da nombre, conocido por sus termas. Discreto, silencioso, apenas conocido, este pequeño pueblo de la comarca de la Conca de Barberà (Tarragona), bien merece una visita.
Origen templario
Aunque el castillo es conocido principalmente por su vinculación histórica con la Orden del Temple, sus orígenes son aún más antiguos, remontándose al siglo XI. Eso sí, la fortaleza fue un importante bastión templario en el territorio y tuvo un papel estratégico para la orden en la administración de sus posesiones en la región.
La propiedad pasó a manos templarias en 1192, cuando Gombau d’Oluja, un noble local, cedió la fortaleza a los caballeros de la orden. Desde entonces, Vallfogona se convirtió en un núcleo templario clave en el territorio, función que desempeñó hasta la disolución de la orden en el siglo XIV. A partir de ese momento, la fortaleza pasó a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, que la mantuvo bajo su tutela hasta principios del siglo XIX.
La historia de la fortaleza
El castillo fue objeto de numerosas transformaciones y adaptaciones a lo largo de su historia. Durante el tiempo en que estuvo bajo dominio templario, la estructura fue modificada para cumplir con las necesidades de defensa y almacenamiento de la orden, algo habitual en sus fortificaciones.
En la actualidad, el castillo mantiene vestigios de su pasado románico, especialmente en una sala en la planta baja que se conserva desde la época templaria. Esta sala de planta irregular y alargada, con una longitud de unos ocho metros y una anchura de 3,5 metros, permite a los visitantes imaginar la grandeza de la antigua fortificación, aunque gran parte de su estructura haya sufrido cambios significativos.
Cómo es
En cuanto a la decoración interior, el castillo ofrece algunos elementos curiosos. Las arcadas apuntadas de la sala principal están sostenidas por robustas semicolumnas con capiteles desgastados que aún muestran escenas difíciles de interpretar. En uno de estos capiteles se observa un conjunto de figuras, entre las cuales destaca un ángel con las alas desplegadas, y en otro, una serie de animales que algunos expertos identifican como un posible simbolismo del Arca de Noé. Este tipo de iconografía, junto con los elementos vegetales de los capiteles exteriores del castillo, añade un componente místico que parece responder al carácter simbólico de la época.
El castillo también conserva algunos elementos exteriores interesantes, como las bases y capiteles esculpidos con motivos vegetales, que se encuentran insertados en el paramento y han resistido la erosión del tiempo. Aunque su calidad artística es superior a la de los capiteles figurados en el interior, su estado de conservación se ha visto afectado por el paso de los siglos. Estos detalles arquitectónicos datan probablemente de mediados del siglo XIII, cuando la orden templaria estaba en pleno auge en la región.
Una iglesia-granero
Aunque en documentos posteriores se menciona la posibilidad de que la sala principal del castillo fuera utilizada como almacén o granero, no existe certeza sobre cuál fue su función original. En cualquier caso, la cercanía de la iglesia de Santa Maria, que actuaba como parroquia del lugar, sugiere que no era una capilla, a pesar de la creencia popular de que podría haber cumplido funciones religiosas en algún momento.
Actualmente, el castillo, aunque bastante reformado y en estado de conservación variable, es un testimonio de la rica historia medieval de Vallfogona de Riucorb, un pueblo que, además de su legado templario, cuenta con atractivos como sus famosos baños termales, convirtiéndose en un punto de interés histórico y turístico en esta región menos explorada de Cataluña.
Vallfogona y sus termas
Las mencionadas termas son un atractivo turístico y de salud en la zona. El balneario, fundado en 1901, aprovecha las aguas mineromedicinales subterráneas del área, ricas en propiedades beneficiosas para la salud. Las aguas son cloruradas, sódico-sulfatadas, cálcicas y magnésicas, y contienen indicios de ácido sulfídrico, lo que las hace especialmente indicadas para el tratamiento de problemas hepáticos, reumatismos, artritis, psoriasis, eccemas, trastornos nutritivos y afecciones respiratorias. El balneario cuenta con una variedad de instalaciones, como una piscina, chorros, bañeras de hidromasaje, duchas a presión y un vaporario, además de ofrecer tratamientos adicionales como masajes, fangoterapia, presoterapia y servicios de estética.
Pero más allá del castillo y las termas, Vallfogona presenta una imagen única. En la ladera de una montaña, con sus casas de piedra y la fortaleza, consigue conquistar a su visitante. Sus estrechas calles están impregnadas de su particular historia que se queda en el recuerdo de aquel que se acerca
Cómo llegar
Para llegar a Vallfogona de Riucorb desde Barcelona en coche, se recomienda tomar la autopista AP-2 en dirección a Lleida. Después de aproximadamente 80 kilómetros, hay que tomar la salida 9 en dirección a Montblanc. Desde allí, se sigue por la C-14 en dirección a Tàrrega hasta llegar a la carretera LV-2341, que lleva directamente a Vallfogona.
El trayecto total desde Barcelona es de unos 120 kilómetros y suele durar aproximadamente una hora y media, dependiendo del tráfico.