La fábrica catalana de principios del siglo XX declarada Bien de Interés Cultural: abandonada y a la venta
Esta construcción forma parte del Inventario de Patrimonio de la Generalitat
Es curioso pasearse por Cataluña y ver como, la que un día fuera potencia industrial de España, ha perdido su peso en el sector. Pasear o simplemente conducir por algunas de las carreteras comarcales de la comunidad autónoma es descubrir una serie de fábricas abandonadas que, en su día, ayudaron a enriquecer el territorio y que ahora, parecen no ser nada más que escombros.
Si bien es conocida la potencia de la industria textil, la agricultura siempre ha tenido un peso importante. Mientras Lleida es la huerta de Europa, en su interior, a tocar de Tarragona se ha convertido en un eje fundamental para la cosecha de frutos secos, vino y aceite. Para estas dos producciones, hace falta también destilerías o fábricas donde elaborarlos.
Aceite e industria
El Montsant o la zona del Ebro tienen varias bogas y denominaciones de origen, pero también fábricas de aceite. Entre ellas hubo una muy famosa por su producción y por lo imponente que era, la Sociedad Anónima de Fabricación y Refinación de Aceite, más conocida como SAFRA.
Esta planta es un imponente testimonio de la industria oleícola catalana y el edificio en sí muestra el peso de la industria, ya que a nivel arquitectónico impresiona. Claro que si algo encoge el corazón es que está abandonada y a la venta.
El origen y uso de la fábrica
El edificio, construido entre 1925 y 1930 en Vinaixa (Garrigues), fue una iniciativa del empresario Bartolí, de Reus, quien impulsó la creación de esta planta dedicada al tratamiento de residuos de aceitunas —conocidos como “pinyola”— para obtener aceite refinado. La fábrica SAFRA recogía y procesaba toneladas de este material desde Les Garrigues y el Camp de Tarragona, contribuyendo al crecimiento de la economía local y posicionándose como un eslabón importante en la cadena productiva de la región.
El complejo estaba diseñado con instalaciones específicas para cada etapa de procesamiento, desde depósitos de lavado de pinyola hasta una destilería, prensas y un horno para el tueste. También había una parte importante dedicada al proceso químico para el tratamiento de residuos.
Cómo es la SAFRA
Pero si por algo destaca la SAFRA es por su arquitectura. Se trata de una extensa serie de construcciones de ladrillo de 11.000 metros cuadrados que se levanta sobre un zócalo de piedra y está dividido en cuatro edificios, uno de ellos de oficinas. El conjunto estaba coronado por una chimenea poligonal de ladrillo visto que se alzaba como una torre y aún domina el paisaje industrial de Vinaixa.
La fábrica también destaca por sus amplias naves con tejados de teja árabe a cuatro aguas, y las paredes enlucidas se mantenían en la parte superior con un acabado de pintura blanca. Un detalle arquitectónico significativo es que las ventanas se encuentran dispuestas cerca del tejado, un diseño funcional que aprovechaba la luz natural al máximo. Todas estas características hicieron que fuera declarada Bien Cultural de Interés Local.
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Uno de los elementos clave para la operativa de la fábrica SAFRA era la conectividad de su entorno. La planta contaba con vías de tren en sus inmediaciones, facilitando así el transporte tanto de la materia prima como de los productos refinados a otras regiones de Cataluña y más allá.
El transporte ferroviario fue esencial para la operación diaria de la fábrica, permitiendo la llegada de toneladas de pinyola desde las áreas vecinas y la salida eficiente de la producción de aceite refinado, que se destinaba tanto al mercado nacional como a la exportación.
Patrimonio a la venta
A pesar de su destacado papel en el pasado, SAFRA dejó de funcionar en 1957 debido a varias malas cosechas que afectaron la disponibilidad de la materia prima. Aunque en la década de 1990 fue adquirida por la empresa Edroa, el proyecto de reutilización no prosperó, y hoy en día el complejo permanece abandonado.
A pesar de su desuso, la fábrica está inscrita en el Inventari del Patrimoni Arquitectònic de Catalunya, lo que debería garantizar su protección frente a la degradación. Sin embargo, no es así. Más allá de su estado de abandono, visitar portales inmobiliarios como Idealista revela que, directamente, el edificio salió a la venta. Si antes su precio era de más de 800.000 euros, ahora ya ha caído a 778.000€.