Lorca y Tarragona. Poca gente pensó en esta relación, pero había pistas. Un hilo del que ha tirado la profesora María Isabel Calle Romero, de la Universitat Rovira i Virgili (URV) en su última investigación, de la que ha salido Lorca en Tarragona.
En este libro, la autora da a conocer los lugares de la antigua ciudad romana por los que el gran poeta granadino, dejó su huella. Han sido muchos los rincones de España donde lo hizo, pero aquí pasó un hecho un importante. El escritor se reconcilió con Dalí después de muchos años sin hablarse.
La Tarragona de Lorca
Al margen de esto, uno puede recorrer los escenarios donde Lorca experimentó momentos de introspección y descubrimiento. De reencuentro. La relación del poeta con Tarragona no fue solo un viaje, sino una profunda conexión con la ciudad y sus costumbres, un rincón que lo fascinó por sus monumentos romanos y sus tradiciones populares.
En 1935, durante su estancia en la ciudad, Lorca quedó cautivado por varios de sus rincones más emblemáticos, tal y como relata la investigadora. Calle Romero, relata como el poeta realizó "largos vagabundeos por el Passeig Arqueològic", un recorrido donde pudo contemplar de cerca los restos de la antigua muralla romana que rodea la ciudad.
Además, acudió a un espectáculo de Balls de Bastons, una danza tradicional catalana, y fue testigo de la procesión del brazo de Santa Tecla, que le impresionó por su fastuosidad. El Café La Unió fue otro de sus puntos de referencia, donde, después de observar los castells –las famosas torres humanas–, descubrió los sonidos de los grallers, músicos tradicionales catalanes que tocan la gralla, un instrumento de viento, relata la escritora.
El amor de Lorca por Tarragona no se limitó solo a su gente y tradiciones. El poeta también exploró su rica herencia romana. Durante su estancia, recorrió la necrópolis romana, un antiguo cementerio que refleja la importancia de la Tarragona imperial, y realizó una excursión a la cantera del Mèdol, de donde se extrajeron muchas de las piedras que construyeron los monumentos de la ciudad.
La reconciliación con Dalí
Este vínculo entre Lorca y Tarragona cobró un significado aún mayor cuando, en ese mismo año, la ciudad fue testigo de un reencuentro clave en su vida personal. En 1935, después de años de distanciamiento, Lorca se reconcilió con Salvador Dalí, el pintor surrealista con quien había mantenido una intensa amistad durante su juventud. El reencuentro se produjo en Tarragona y, como relató el propio Lorca, tras siete años sin verse. Esta reconciliación, aunque breve, renovó los lazos entre dos de los grandes genios del siglo XX.
Ambos genios se conocieron en 1923, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde también coincidieron con Buñuel. El poeta ya tenía 25 años y el pintor era un adolescente de 19 años en busca de su estilo. De allí salió una hermosa amistad que duró años. De hecho, el pintor le llegó a crear los decorados a Lorca para la representación de Mariana Pineda en Barcelona.
Relación epistolar
Tal y como recoge Víctor Fernández en Querido Salvador, Querido Lorquito epistolario 1925-1936, a pesar de la distancia mantuvieron el contacto, por carta y en diferentes visitas y encuentros que tuvieron. Pero En 1927, tras la enésima visita de Lorca a Dalí en Cadaqués, su relación se deterioró. Mucho. Apenas se hablaban, las misivas se cortaron.
Tal y como recoge el periodista, el escritor llegó a afirmar que "Federico, como todo el mundo sabe, estaba muy enamorado de mí, y probó a darme por el culo dos veces, pero como yo no soy maricón y me hacía un daño terrible, pues lo cancelé en seguida y se quedó en una cosa puramente platónica y en admiración". No lo pudieron remontar.
Todo cambió, como cuenta la profesora universitaria, en 1935. Dalí se tenía que encontrar con Gala y el millonario Edward James en Tarragona. Ni corto ni perezoso, el pintor invitó al poeta andaluz.
“Siete años sin vernos y hemos coincidido en todo como si hubiésemos estado hablando diariamente”, relataba Lorca, tal y como lo recoge Fernández. Lamentablemente, poco más de un año después, las tropas golpistas de Franco acabaron con la vida del escritor.