Los pueblos. Esos rincones idealizados para la gente urbanita y a los que acuden en alguna escapada de fin de semana, vacaciones y fiestas de guardar para pensar que han podido sentir lo que es la vida rural. Una idea tan bonita que la realidad desmonta.
Sólo hace falta echar un vistazo a la evolución de la población de los últimos años en las zonas rurales para ver que, más allá del efecto pandemia, las localidades pequeñas y alejadas de los núcleos urbanos pierden habitantes de forma continuada. Tanto como visitantes cosmopolitas reciben luego. Porque claro, a la que los urbanitas descubren las historias que ocultan, sienten un gran interés por, al menos, conocerlos.
Esto es lo que sucede con Fatxes, un pequeño núcleo despoblado ubicado en el término municipal de Vandellòs y Hospitalet de l'Infant (Tarragona). Se trata de un lugar con una historia que se remonta a la Baja Edad Media y viaja el siglo XXI, cuando un japonés experto en Gaudí decidió hacer algo insólito con él.
Para empezar, los datos. El pueblo surgió como respuesta a la necesidad de los propietarios de tierras de estar cerca de sus cultivos y actividades ganaderas. Situado entre la sierra de Montalt y la muela de Genessies, su ubicación estratégica en la montaña hacía de Fatxes un enclave agrícola y ganadero importante para la época.
Un nombre con historia
El nombre de Fatxes, que a menudo aparece incorrectamente escrito como Fatges, tiene origen mozárabe, según el filólogo Joan Coromines, quien relaciona su etimología con el latín facies, que hace referencia a la cara o vertiente de una montaña. En cualquier caso, la primera mención documentada de Fatxes data de 1340, en un capbreu de Entença que alude a “la coma de Fatxes” y a un “campo de Fatxes que fue de moros”.
A lo largo de los siglos, el pueblo fue habitado de forma continua hasta que su población comenzó a disminuir gradualmente. En 1900, Fatxes alcanzó su mayor esplendor demográfico con 77 habitantes, pero a partir de entonces, comenzó un lento declive. Para 1950, solo quedaban diez vecinos, quienes finalmente se trasladaron a Vandellòs en busca de mejores infraestructuras como tiendas y escuelas.
Un japonés amante de Gaudí, al rescate
El pueblo permaneció décadas abandonado, casi medio siglo, pero en 2001, algo sucedió. El futuro de Fatxes pareció tener un nuevo rumbo gracias a un proyecto de restauración liderado por Masayuki Irie, un arquitecto japonés especializado en la obra de Antoni Gaudí.
El nipón, con un departamento propio en la Universidad Waseda de Tokio, sintió curiosidad por este pueblo abandonado mientras estudiaba la arquitectura tradicional del Baix Camp, la región donde nació Gaudí. Al saber que se encontraba en un estado de abandono total, se le ocurrió un plan: rehabilitar varias masías del pueblo, en su mayoría en ruinas, y convertir el lugar en un centro académico y cultural.
Un proyecto premiado
La propuesta fue bien recibida por las autoridades. El proyecto de Irie comenzó en 2002 con la rehabilitación de tres masías. Fue relativamente rápido: en 2009, finalizó la restauración de dos de ellas. La primera fue restaurada utilizando materiales y técnicas tradicionales del Baix Camp, mientras que la segunda fue reconstruida con un enfoque más moderno, incorporando estructuras de hierro y espacios diáfanos en su interior. Esta labor le valió el prestigioso premio de arquitectura japonés Togo Murano, una de los más prestigiosos en el país nipón.
Todo parecía encauzarse. Fatxes apuntaba a un creativo renacimiento, pero poco a poco, la propuesta se fue desinflando. La tercera masía, que estaba destinada a convertirse en un centro de acogida para estudiantes de arquitectura de Japón y Cataluña, nunca llegó a rehabilitarse.
Iniciativa fallida
El acuerdo entre Irie y el Ayuntamiento de Vandellòs establecía que el arquitecto japonés y su equipo financiarían y llevarían a cabo las obras, mientras que el consistorio se encargaría de la logística necesaria para facilitar el proyecto. La Universidad Waseda y el Ministerio de Cultura japonés también respaldaban la iniciativa. Sin embargo, el terremoto de Fukushima en 2011 interrumpió el flujo de fondos destinados a Fatxes, ya que Japón concentró sus recursos en la reconstrucción del país tras el desastre.
Una visita a este municipio muestra de forma clara la situación. Fatxes sigue en ruinas. A pesar de que el proyecto quedó inconcluso, las dos masías rehabilitadas aún se mantienen en pie, aunque han sufrido actos de vandalismo y la vegetación ha comenzado a invadir las estructuras.
Cómo está el pueblo
El estado actual del proyecto es incierto. Aunque el Ayuntamiento de Vandellòs ha señalado que no se ha abandonado oficialmente, las obras están paralizadas y las casas rehabilitadas muestran signos de deterioro. El plan original, que aspiraba a transformar Fatxes en un centro de estudio y un destino cultural vinculado a la arquitectura y al legado de Gaudí, no ha podido materializarse.
El municipio sigue siendo un lugar deshabitado, con solo dos casas en condiciones aceptables de las más de veinte existentes, que permanecen en diversos estados de ruina. La visión de Masayuki Irie de revitalizar el pueblo ha quedado suspendida, y el futuro del núcleo despoblado continúa en la incertidumbre. El ejemplo de Fatxes muestra cómo la idea de hacer resurgir a un pueblo de sus cenizas, por muy bonito que este sea, no siempre es tan fácil. Eso sí, bien merece una visita.
Cómo llegar
Para llegar a Fatxes desde Barcelona en coche, el trayecto más rápido es tomar la autopista AP-7 en dirección sur hacia Tarragona. Una vez en la AP-7, se debe seguir en dirección hacia la salida 38, que conecta con la carretera C-44 en dirección a Vandellòs. Después de salir de la autopista, se continúa por la C-44, que pasa cerca del municipio de Vandellòs y Hospitalet de l'Infant. Esta carretera es la que lleva hacia el Valle de Lors.
El recorrido por la C-44 atraviesa paisajes montañosos, con algunas curvas pronunciadas en dirección al collado de Fatxes, donde se encuentra el núcleo despoblado. Este paso es un camino estrecho que conecta Vandellòs con Tivissa. Fatxes, aunque despoblado, se encuentra cerca de la sierra de Montalt, y debido a su ubicación remota, el acceso puede ser complicado, especialmente en épocas de nieve o lluvia.