Es conocido que Cataluña ha bebido y vivido mucho de la migración tanto interna como externa. Sólo hace falta hablar con cualquier catalán para descubrir que una, dos o tres generaciones atrás aparece casi siempre un familiar de otra región de España o del mundo.
Andaluces y extremeños son un ejemplo claro. Películas como El 47 recuerdan el fenómeno migratorio de gente del sur de la Península hacia el norte Mediterráneo durante el franquismo. Buscaban una vida mejor o huían de la represión y aquí encontraron un hogar.
La Giralda catalana
A algunos, por eso, les faltaba algo. Es normal. Es conocida la expresión de “la tierra tira”, en referencia a ese sentimiento de enraizamiento con un lugar concreto. Una sensación que se puede expresar de muchas maneras y que en ocasiones se acaban convirtiendo en arte.
Este es el caso de la Giralda catalana. Una construcción contemporánea que uno se encuentra de repente y de forma sorprendente cuando recorre el vinícola territorio del Penedès. Tras dejar atrás Vilafranca y Santa Margarida i els Monjos, y cruzar las vías del AVE, en la distancia aparece ese edificio que le recuerda a Sevilla. En realidad, es L’Arboç, pero este campanario parece un fiel reflejo del icónico monumento hispalense.
Cuando se acerca ya se observa que las dimensiones de esta torre no coinciden exactamente con las de la Giralda original, pero sus detalles arquitectónicos y decorativos son asombrosamente similares. Pero ¿qué hace una réplica de la Giralda en este rincón vinícola de Cataluña? La respuesta, según cuentan, tiene dos versiones.
La más popular narra la historia de una pareja andaluza, que, tras emigrar a Cataluña y con un fuerte sentimiento de nostalgia, decidió replicar la famosa torre sevillana para mantener su tierra natal siempre presente. Aprovechando su solvencia económica, decidieron que llevarían a su ciudad no sólo en su corazón, también al mismísimo Penedès.
Dos versiones de su origen
Si se pregunta a la gente de la zona, la historia es 100% verídica, claro que se acude a los libros pasó de forma muy distinta. Eso sí, también hay una pareja, esta vez con nombres y apellidos, y tiene algo de amor por este increíble monumento.
A finales del siglo XIX, el matrimonio formado por Joan Roquer i Marí y Candelaria Negravernis, herederos de una considerable fortuna de un familiar indiano, decidieron dedicar parte de su riqueza a proyectos culturales. Residentes en Barcelona, fueron conocidos por su apoyo al Teatre Romea, aunque también invirtieron en su localidad natal, L’Arboç, donde construyeron el Teatro Arbosense.
Con la vida casi solucionada gracias a la herencia y a sus buenas inversiones, no se estaban de escaparse de viaje. En su primer viaje de novios fueron a Sevilla y quedaron prendados de su belleza. Viajaron más veces a Andalucía, pero la imagen de la Giralda no se la secaban de su cabeza. Tanto que quisieron traérsela.
En 1898, la pareja adquirió unos terrenos y, diez años más tarde, L’Arboç tenía su propia Giralda. Y no en miniatura. Con 52 metros de altura y decorada con arcos de herradura y detalles arabescos que recordaban la arquitectura andaluza, este campanario se puede ver desde la carretera e incluso desde el AVE.
Cuánto cuesta y cuándo ir
La construcción fue un éxito rotundo y, aún hoy, sigue siendo uno de los principales atractivos de la localidad. Y es que, más allá de la réplica de la Giralda, cuando uno visita el edificio descubre también réplicas del Salón de los Embajadores de los Reales Alcázares de Sevilla y el patio de los leones de La Alhambra de Granada, completando un legado arquitectónico que, más de un siglo después, continúa sorprendiendo a visitantes de todo el mundo.
Eso sí, ahora ya no hay un horario de entrada determinado. Es necesario llamar o enviar un mail a la oficina de turismo de L’Arboç y pagar 10 euros las entradas, aunque hay precios también para grupos.
Cómo llegar
Quien quiera conocer este monumento, fruto del amor, puede acercarse en tren o en coche. Si se elija la última opción debe irse por la autopista AP-7 hacia Tarragona y tomar la salida 31 hacia L'Arboç. Se tarda unos 40 minutos en llegar.
Si se prefiere viajar en tren, el viaje dura una hora. Se debe tomar la línea R4 de Rodalies desde la estación de Sants o Plaça Catalunya en dirección a Sant Vicenç de Calders. Los trenes pasan cada hora.