Hay gente que no se lo cree, pero el teatro catalán es más internacional de lo que parece. Ejemplos actuales hay varios, no todo es el éxito de Jordi Galcerán con Burundanga y El método Grönholm. Guillem Clua ha llevado su Smiley a medio mundo, Sergi Belbel ha estrenado en el teatro de la Comédie-Française y Josep Maria Miró incluso llegó a Nueva York.
Los méritos están a la vista, pero también tiene que ver mucho con los clásicos. Si bien es cierto que Calderón de la Barca y Lope de Vega se llevan casi todas las miradas del teatro internacional, hay un autor catalán que, desde hace tiempo también resulta atractivo más allá de nuestras fronteras. Hablamos de Ángel Guimerà.
De teatro a ópera
El autor de Mar i Cel y La filla del mar tiene y tuvo su fama. Su obra cumbre y, tal vez, la más representada es Terra Baixa, una obra de 1896 ya de por sí cargada de violencia, pero que lo puso en el foco del teatro europeo y mundial. Fernand Leborne creó una ópera basada en la historia de Manelic, Marta y Sebastián llamada Le Catalan, pero en la lírica fue Eugen d'Albert quien la llevó a la ópera de varios escenarios adaptándola al alemán.
Esta versión de 1903 se llegó a estrenar en el Metropolitan Opera de Nueva York y en el mismísimo Liceu con la presencia de Àngel Guimerà. Entre las grandes voces de la ópera que dieron vida a Marta estuvieron Maria Callas y Montserrat Caballé. Pero fue en el cine donde la historía se volvió completamente macabra.
Una versión para el cine
La realizadora alemana Leni Riefenstahl, conocido por su defensa del régimen nazi y sus películas en sintonía con el nazismo como fueron El triunfo de la voluntad y Olympia, se intersó también por el texto de Guimerà. Lo hizo gracias a la ópera del alemana de ’Albert, eso sí.
La cineasta tuvo claro que esas pasiones que se vivían en la obra estaban muy lejos de las relaciones bávaras y no dudó en querer irse hasta los Pirineos catalanes a rodar. Era 1930 y ella y buena parte de su equipo visitaron varios rincones del territorio catalán, como Montserrat, Barcelona y Tossa de Mar. Pero tuvo que detenerse. Hitler la requirió para filmar el Congreso Nacionalsocialista que se celebraba en Nürenberg en 1934 y que se convertiría en la mítica y escalofriante El triunfo de la voluntad.
Riefenstahl en Cataluña
La cineasta alemana cosechó grandes éxitos por la película, que ha pasado a la Historia del cine por sus logros técnicos. Aun así, seguía empeñada en el rodaje de Terra Baixa, o Tiefland. En 1940 desencalló el proyecto, pero el Ministerio de Propaganda alemán presidido por Goebbels le desaconsejó que fuera a España a grabarla. Estábamos en plena Guerra Civil.
Riefenstahl tiró de imaginación. Quería retratar esas tierras que dan nombre a la obra y mandó construir un poblado de aire español cerca de los Alpes, en Mittenwald, en la región de Baviera. Y allí es cuando toma una decisión mucho más que controvertida.
Una decisión atroz
La directora de cine se hizo traer a varios gitanos del campo de concentración que el nazismo construyó en Leopoldskren, cerca de Salzburgo. Fueron varios días, pero la idea no convenció al régimen, que se sintió molesto porque en una película alemana participaran intérpretes no arios. Dicho esto, la alemana detuvo el rodaje y varias fuentes indican que los prisioneros fueron devueltos a los campos de exterminio y, algunos de ellos, a Auschwitz.
A pesar de que Alemania ya estaba metida en la II Guerra Mundial, Riefenstahl no se detuvo. En 1942 trató de grabar más escenas en estudios de Berlín, pero cayó enferma y se dejó ayudar por G. W. Pabst. También en Praga, en 1944, acabó de rodar la cinta, aunque en 1945 se acercó de nuevo a España a grabar algunas escenas.
Una cinta fallida
Las tropas del frente Atlántico entraron en Berlín. El nazismo acabó derrotado y la realizadora completamente marcada. Se arruinó y apenas pudo montar la cinta con lo que tenía. Algún material se llegó a perder y el proyecto, finalmente, no pudo estrenarse hasta 1954, en unos cines de Sttutgart.
El éxito de Tiefland fue nulo. La historia de Leni Riefenstahl siempre ha estado marcada por su defensa del régimen nazi. Nunca se retractó de ello. Pero el hecho de descubrirse que la directora usó a presos de campos de concentración acabó de lacrar esta versión de Terra Baixa. La obra es independiente de lo que se haya hecho con ella. Pocos podían pensar que una adaptación de esta pieza teatral catalana tuviera un giro tan macabro y oscuro.
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