Xolís

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Gastronomía

El embutido tradicional de los Pirineos catalanes: su origen se encuentra en tres comarcas de Lleida

Ha formado parte durante generaciones de la matanza invernal y de la filosofía del aprovechamiento total del cerdo

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En pleno Pirineo catalán, donde los valles se encajan entre cumbres imponentes y el aire frío desciende desde montañas como el Aneto o la Maladeta, se elabora uno de los productos más singulares de la gastronomía española. Se trata del xolís, un embutido tradicional que, pese a su larga historia, apenas empieza ahora a ser reconocido fuera de su territorio de origen y a situarse junto a elaboraciones tan prestigiosas como el jamón ibérico o la cecina de León.

Nuestro país posee una cultura charcutera tan extensa como diversa, fruto de siglos de aprovechamiento del cerdo. Sin embargo, el xolís destaca por un rasgo que lo diferencia de buena parte de los embutidos peninsulares: se produce exclusivamente con las partes más nobles del animal, como el jamón, la paletilla o el lomo. Esta elección confiere al producto un sabor profundo y equilibrado, además de una textura firme en apariencia, pero sorprendentemente suave al corte. No es casualidad que muchos especialistas lo consideren una auténtica joya de la tradición pirenaica.

Origen y elaboración

Su origen se encuentra en tres comarcas de Lleida -Pallars Jussà, Pallars Sobirà y Alta Ribagorça- donde el xolís ha formado parte durante generaciones de la matanza invernal y de la filosofía del aprovechamiento total del cerdo. A diferencia de otros embutidos nacidos para conservar grasa, sangre o piezas secundarias, este se caracteriza justo por lo contrario: emplea carnes selectas, mezcladas con una cantidad mínima de tocino que aporta jugosidad sin ocultar el carácter de la materia prima.

La elaboración sigue un método paciente y riguroso. Las carnes se pican y se aderezan, únicamente, con sal y pimienta negra, un aliño sencillo que exige ingredientes de calidad para alcanzar su máximo potencial. En algunas casas se utiliza pimienta de variedades aromáticas excepcionales, molida justo antes de incorporarla a la mezcla. Una vez amasada, la masa se embute en el intestino grueso del cerdo y se deja reposar unos días para que pierda humedad.

Posteriormente, llega uno de los pasos característicos del proceso: el prensado entre tablas de madera, que confiere al xolís su forma final y evita la formación de bolsas de aire en el interior. Tras esta fase, las piezas se cuelgan de nuevo en bodegas naturales, donde reposan durante meses. El clima pirenaico -frío, seco y estable- actúa como un aliado insustituible, permitiendo una maduración pausada sin recurrir a cámaras de curación artificial.

Presencia del xolís

Un aspecto determinante de esta evolución es la presencia del Penicillium, un hongo que interviene de manera decisiva en el desarrollo aromático del embutido. Su aparición espontánea en las pieles del xolís lo vincula con un ecosistema microbiológico propio, condicionado por la altitud, la humedad, los materiales de las bodegas y la historia del lugar. Igual que en el vino se habla de 'terroir', el xolís posee también su identidad microbiana particular, que le otorga matices imposibles de replicar en otro entorno.

La supervivencia de esta tradición se debe, en gran medida, a productores comprometidos con la artesanía. Cal Tomàs, en La Pobla de Segur, es uno de los nombres de referencia tras más de dos décadas apostando por la ganadería ecológica y los métodos de antaño. Casa Ramon, en Adons, elabora sus piezas a más de 1.400 metros de altitud, aprovechando el frío natural de la montaña como principal herramienta de curación. Ambas casas son hoy guardianas de un saber que ha pasado de generación en generación y que, gracias a su constancia, ha logrado situar al xolís en el mapa gastronómico nacional.