Pastas de chocolate blanco del Convento de Santa María de Jerusalén

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Gastronomía

El único convento de Cataluña con un Solete Repsol de Navidad: pastas artesanales heredadas de generaciones de monjas

Este año, la Guía Repsol ha puesto en valor los delicados dulces artesanos que se elaboran en obradores de edifcios históricos

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La Guía Repsol presenta más de 300 Soletes de Navidad repartidos por casi todas las provincias de España. Una selección de restaurantes, bares, vinotecas y cafeterías con un ambiente que se vuelve más especial los días clave, así como hornos donde se elaboran los mejores dulces navideños.

Este año, además, trae consigo una novedad: por primera vez, 26 conventos reciben esta distinción, poniendo en valor los delicados dulces artesanos que se elaboran en obradores de imponentes edificios históricos. Los mejores hornos conventuales obtienen su premio por las recetas centenarias heredadas de sus hermanas y su desempeño artesanal; que en algunos casos guardan la tradición de toda una provincia.

El convento de Cataluña

Uno de estos 26 conventos está situado en Cataluña: el de Santa María de Jerusalén. En este histórico convento de monjas de la orden de las clarisas, situado en el barrio de Sarrià, en Barcelona, se elaboran dulces artesanos tradicionales bajo la marca Delicias de Jerusalén.

Estas recetas siguen técnicas artesanales heredadas de generaciones de monjas, poniendo en valor la repostería monástica como parte del patrimonio gastronómico de Barcelona. La calidad y la continuidad histórica del mismo lo sitúan como una referencia entre los dulces de convento. Destacan las pastas de almendra, las lenguas de Jerusalén, las estrellas, los nevaditos de limón, las rocas, los mazapanes y otras pastas navideñas.

Delicias de Jerusalén de almendras y cacahuetes

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Historia del lugar

En 1453 se fundó en Barcelona un monasterio de religiosas terciarias franciscanas, que poco después fue puesto bajo la advocación de Santa María de Jerusalén, en memoria del viaje a Tierra Santa realizado por su fundadora.

A finales del siglo XV, la comunidad se integró en la orden de Santa Clara. En 1494, la incorporación de varias monjas clarisas procedentes del monasterio de la Trinitat de Valencia impulsó definitivamente la consolidación del convento, que pasó a profesar, plenamente, como comunidad clarisa. Entre aquellas religiosas destacaba sor Aldonça de Corella, quien se convirtió en la primera abadesa.

El crecimiento de la comunidad permitió, pocos años después, la fundación del monasterio de Santa Lucía de Cagliari. En 1570 se produjo la unión de las comunidades de Jerusalén y Santa Clara de Vilafranca, y en 1576 las monjas participaron en la repoblación del convento de Santa Clara de Lleida, entonces sumido en una profunda decadencia. Ya en el contexto de la Guerra de la Independencia, entre 1794 y 1796, el monasterio acogió a religiosas procedentes de los conventos de Girona y Castelló d'Empúries.

Exterior del convento en Collserola

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Más que un monasterio

La comunidad sufrió episodios de violencia y abandono durante los siglos posteriores. En 1809 el monasterio de Jerusalén fue saqueado y en 1814 tuvo que ser abandonado temporalmente. A partir de 1835, con la exclaustración, las religiosas se vieron obligadas a refugiarse en casas particulares mientras el convento era utilizado como cuartel, situación que se prolongó hasta 1845. En 1868, un nuevo asalto culminó con el derribo del edificio, lo que obligó a las monjas a trasladarse a Pedralbes.

A pesar de la destrucción, se salvaron buena parte del claustro y diversos elementos arquitectónicos del siglo XV, que fueron restaurados y reinstalados en 1885 en el colegio de Sant Miquel, en el Eixample barcelonés. Para entonces, en 1879, la comunidad había abandonado este monasterio y se había instalado en una torre en el barrio de Gracia.

En 1884 se colocó la primera piedra de un nuevo monasterio, aunque este también sufrió daños durante la Semana Trágica de 1909 y la Guerra Civil en 1936, lo que obligó a las religiosas a abandonarlo nuevamente. No pudieron recuperarlo hasta 1945, cuando se inició un proceso de restauración que culminó con su regreso definitivo en 1950.

Finalmente, en 1967 se inició la construcción del que sería su nuevo hogar, situado a las faldas de Collserola, y que la comunidad ocupa desde 1970. Este enclave marcó el comienzo de una nueva etapa para las religiosas, tras siglos de desplazamientos, reconstrucciones y resistencia.