Rosalía ha colapsa la plaza de Callao para presentar el lanzamiento de su nuevo disco, 'Lux'

Rosalía ha colapsa la plaza de Callao para presentar el lanzamiento de su nuevo disco, 'Lux' Europa Press

Examen a los protagonistas

Rosalía

Publicada

Performance en la Gran Vía

Vaya performance postinera la de Rosalía en Madrid del otro día. Planeada con precisión castrense, incluyó un oportuno atasco que llevó a la cantante a dejar su vehículo tirado y lanzarse a correr como una loca feliz por la Gran Vía, seguida de una turba de admiradores y fans (y algún guardaespaldas, intuyo), hasta plantarse, triunfadora, en la plaza del Callao, que es lo más parecido que tenemos en España a la Times Square neoyorquina (aunque en versión notablemente reducida).

La excusa era la presentación mundial de su nuevo disco, Lux, que se publicará el mes que viene e incluye colaboraciones tan variopintas como pintorescas con la islandesa Björk, la fadista Carminho y la Escolanía de Montserrat, para que se vea que la chica no olvida sus raíces catalanas, aunque no ha podido evitar que se le rebelen algunos locutores procesistas de Catalunya Radio, que la han acusado de traidora por presentar su nueva magna obra en Madrid, que para ellos es el Gran Satán. Ha destacado especialmente en los reproches la joven promesa del independentismo audiovisual Juliana Canet, muchacha de belleza gélida y vehemente verbo antiespañol que nunca pierde la ocasión de señalar con el dedito a quien no hace lo que ella cree que tiene que hacer por el bien de la patria (chica).

Dudo que a Rosalía le afecten los rebuznos de Catalunya Ràdio, emisora a la que no necesita para nada. Y el único comentario que merece la señorita Canet es aquella línea inmortal de la película La boda de Muriel que rezaba: “Eres mala, Muriel”.

Viendo a Rosalía Vila Tobella (Sant Esteve Sesrovires, 1992) correr vestida de blanco por la Gran Vía, cual novia que se acercara al altar en el día más feliz de su vida, me importó un rábano que hubiese creado un cirio del copón en la circulación rodada de Madrid (motivo por el que el alcalde Almeida se pregunta si debería multarla: yo de él no lo haría, dado que esas imágenes se han visto en todo el mundo y solo pueden mejorar la afluencia del turismo a la capital del reino).

En realidad, Rosalía se casaba consigo misma, con su inesperado éxito internacional. Y tal vez recordó los tiempos en que solo era una cría que, contra todo pronóstico, había salido flamencona (su primer disco, con Raül Refree, fue una joyita que pasó prácticamente inadvertida) y aspiraba a hacerse un sitio en la música española. Luego vino El mal querer, menos puro, más abierto a otras influencias, y los puristas (que igual no habían comprado su disco anterior) la acusaron de venderse. Acusaciones que siguieron con Motomami, y la verdad es que uno ya no sabe si realmente se ha vendido (más bien creo que es bastante incansable explorando nuevos mundos), pero si lo ha hecho, ha sido por un precio exorbitado.

Rosalía publicita su disco vestida de seudo monja, lo cual permite intuir que habrá espiritualidad en Lux, por lo que se deduce del título y de la presencia de los colaboradores citados anteriormente. Algo perfectamente compatible con el baño de masas que se dio en Madrid, mientras corría, felizmente enloquecida, por la Gran Vía en uno de los días más felices de su vida.