Paul Laverty

Paul Laverty Wikimedia Commons

Examen a los protagonistas

Paul Laverty

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Hace años, hablando de cine con mi hermano mayor, salió a colación el nombre del realizador británico Ken Loach, cuyas películas se me antojaban unos sermones moralistas de muy pesada digestión (y, a veces, sin la imprescindible buena intención: Agenda oculta me pareció un discutible panfleto a favor del IRA).

“El problema es que la gente se ha equivocado con Loach”, enunció mi hermano, “Lo han tomado por un director de cine y en realidad es un cura obrero”.

Sigo pensando que tiene razón, aunque hace tiempo que dejé de ver las películas del padre Loach. Me tragué unas cuantas, eso sí. Y en todas me sorprendió el poco ingenio que le ponía el hombre a la realización, más plana y aburrida, imposible.

Luego leí que consideraba el cine un trabajo menor comparado con el del operario que baja a la mina y lo entendí todo: con esa visión del arte, supongo que permitirse un trávelin sería para nuestro hombre una desviación pequeño burguesa. Así pues, plano contra plano y arreando. Y mucho texto, que a la gente hay que explicarle las cosas como si fuese cortita o, directamente, idiota.

Pensaba yo en mi inocencia que un cineasta pogresista al que se la suda la parte formal de su oficio debía, por lo menos, ser el autor de sus propios guiones. Pero no era así: siempre se encargaba otro del asunto, aunque supongo que inspirado por monseñor Loach.

A partir de mediados de los noventa, nuestro hombre encontró al guionista y socio ideal en Paul Laverty (Calcuta, 1957, padre escocés y madre irlandesa), un licenciado en Filosofía y Derecho con alma de activista que pasó por la Nicaragua sandinista, El Salvador, Guatemala o México (concretamente por Chiapas, donde el olvidado subcomandante Marcos).

Su primera colaboración fue La canción de Carla, y a partir de ahí los sermones del padre Loach mejoraron considerablemente, aunque conservando, eso sí, el tono habitual de defensa del oprimido.

Ideales para burgueses con mala conciencia, las películas del dúo Loach & Laverty han funcionado muy bien en festivales, aunque puede que no tanto en taquilla (en Cannes los adoran).

Artísticamente, estamos ante uno de esos casos en los que se han juntado el hambre y las ganas de comer. Para alegría de su público fiel y aburrimiento de mucha gente.

Supongo que estos dos deben estar preparando algo sobre la matanza de Gaza (de hecho, no sé cómo no están en la flotilla de la Libertad que parte hoy de Barcelona junto a Ada Colau y Greta Thunberg, que seguro que son fans suyas).

Hace unos días detuvieron al señor Laverty en Escocia por lucir una camiseta pro palestina, lo cual me suena a abuso de poder, pero sirve para intuir en qué consistirá su próxima catequesis filmada.