Manuel de la Calva
Nos dejó hace unos días Manuel de la Calva (Barcelona, 1937 – Madrid, 2025), creador, junto a su amigo Ramón Arcusa, del célebre Dúo Dinámico, pioneros del pop español famosísimos en los años 60 y 70 (hasta llegaron a rodar cuatro películas, además de vender miles de discos en España y Sudamérica) a los que llegamos a tratar con tanta familiaridad que el Dúo Dinámico eran para sus fans, simplemente, Manolo y Ramón.
Se conocieron trabajando de mecánicos torneros en la empresa barcelonesa Elizalde S.A., y lo suyo fue, a nivel español, un encuentro similar a los de Paul Simon con Art Garfunkel o John Lennon con Paul McCartney. A diferencia de otras promesas del pop patrio, Manolo y Ramón sabían componer y cantaban bien (con sus armonías inspiradas en las de los Everly Brothers).
Los temas que fabricaron lograron de inmediato la aprobación del público, que los mantuvo en el candelero durante un montón de años. Y, que a mí me conste, nunca se retiraron oficialmente.
En los aciagos tiempos del COVID, incluso, resurgieron de sus presuntas cenizas con su canción de los años 90 Resistiré, que ya había sonado en una película de Almodóvar y se convirtió en una especie de himno de resiliencia ante la enfermedad.
En el ínterin, Manolo y Ramón se dedicaron a componer para otros y a producir discos. Tuvieron, sobre todo Ramón, una larga relación con Julio Iglesias, para el que crearon hits inmarcesibles como Me olvidé de vivir y la apabullante Soy un truhán, soy un señor (gracias a la cual, El Tricicle protagonizó uno de sus números más logrados).
Componer para otros venía de lejos: recordemos su La, La, La, que debería haber cantado Serrat en Eurovisión, pero que, finalmente, le cayó a Massiel (también conocida como La Tanqueta de Leganés).
Nunca me crucé con Manolo de la Calva. Mis contactos con el Dúo Dinámico se reducen a un chorreo telefónico que me soltó Ramón Arcusa cuando yo escribía en el extinto diario El Noticiero Universal y me permití unos comentarios no muy caritativos con sus producciones para el señor Iglesias, que, a mí, señorito infatuado por Phil Spector, me sonaban a pobres, pachangueras y como de orquesta de fiesta mayor.
Reconozco que tuvo el detalle de llamarme tocayo (en vez de, por ejemplo, cabronazo), pero me cantó las cuarenta muy bien cantadas y más tarde comprendí que esos arreglos de estar por casa que a mí me chirriaban fueron fundamentales para alcanzar las prodigiosas ventas de discos de Julio Iglesias.
Me hubiese gustado conocer al señor Arcusa en mejores circunstancias, pero la verdad es que yo me lo busqué por cosas de mi loca juventud. Si me estás leyendo, tocayo, me disculpo de nuevo.
Supongo que el hecho de ser el más bajito del dúo y de salir a actuar sin una guitarra en las manos me llevó a pensar que Manolo era el Garfunkel de Ramón. Nada más lejos de la realidad. Además de ser el que tenía una mejor voz (disculpa de nuevo, tocayo), componía tanto como su socio. Nunca entendí por qué proyectaba el mentón hacia delante al cantar, pero eso nunca afectó a su voz o a sus canciones.
El Dúo Dinámico fue una bendita rareza en la España de principios de los 60. Manolo y Ramón fueron nuestros Buddy Holly, nuestros Beach Boys, creadores de un pop armónico, dulce y sentimental con el que los jóvenes de su época se identificaron, pasando luego a los Beatles, los Stones y demás glorias del Swinging London. Se metieron en una misión imposible para la época y la cumplieron.