
Carles Puigdemont EUROPA PRESS
Junts ha fallado en lo que no se podía permitir fallar. El partido heredero de Convergència ha dilapidado su relación con el empresariado catalán a vueltas con la OPA al Banco Sabadell.
Ni Carles Puigdemont, ni su secretario general, Jordi Turull, han hecho nada a derechas desde que Pere Soler, el consejero impuesto por los neoconvergentes en la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), votara a favor de la adquisición por parte del BBVA de la entidad de Josep Oliu y, por tanto, permitiera la sorpresiva e inesperada unanimidad en el dictamen.
Si bien la decisión ya provocó un incendio interno, según ha podido saber este medio, la torpeza de la dirección tanto en los tiempos como en los argumentos ha avivado las llamas. Turull no logró amortiguar el golpe con su atención de urgencia a los medios el viernes, dos días después del pronunciamiento del regulador, y las críticas internas han llevado a Puigdemont a pronunciarse por primera vez este domingo; esto son, cuatro días después.
Y lejos de --al menos intentar-- arreglar las cosas, el expresident doblemente fugado ha reincidido en lo que es experto: denunciar una campaña "sistemática" contra él, procedente incluso desde el mismo espacio que él monopoliza sin oposición. También ha descargado responsabilidades en el Gobierno y ha defendido la "discrepancia" entre el voto de Soler y la posición del partido, contraria a la OPA en lo declarativo, pero no en lo factual.
Este, de hecho, es el principal reproche de los críticos, que censuran la pérdida de credibilidad y coherencia que Junts arrastrará durante mucho tiempo tras esta concatenación de patinazos.