Adolfo Suárez

Adolfo Suárez

Examen a los protagonistas

Adolfo Suárez

Todo se aprovecha

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El conato de polémica duró apenas unos días, probablemente porque no contó con un gran seguimiento popular. Pero, mientras duró, el nombre de Adolfo Suárez (Cebreros, Ávila, 1932 – Madrid, 2014) se intentó rebozar por el fango aprovechando una tardía (e indemostrable) acusación de abusos sexuales cometidos a principios de los años 80, a cargo de una mujer (nunca supimos su nombre ni vimos su rostro) que aseguraba haber sido una becaria asaltada por el primer presidente de la democracia.

Las acusaciones fueron aprovechadas por Podemos para seguir con su tema favorito: la destrucción de lo que llaman “el régimen del 78” y la insistencia en que la democracia que nos ampara es un asco que solo nos redimirá cuando nos convirtamos en una república comunista.

Decía la anónima acusadora que casi se había olvidado de las sevicias del presidente, pero que le habían vuelto a la cabeza tras ver la serie de televisión Anatomía de un instante, basada en el libro homónimo de Javier Cercas, que le había hecho mucha pupa mental y la había llevado a lamentar que el aeropuerto de Barajas llevase su nombre.

Evidentemente, a Ione Belarra le faltó tiempo para exigir que se le quitara el nombre de Suárez al aeropuerto de Madrid (solo le faltó añadir que podría pasar a llamarse Barajas- Almudena Grandes, ya que una simple estación de tren no es reconocimiento suficiente para la llorada escritora guerracivilista). Un poco después, el PSOE se apuntó al linchamiento porque hay que aprovechar todo lo que sirva para el convento, especialmente cuando está lleno de gentuza, ladrones y abusadores comprobados.

También yo volví atrás con Anatomía de un instante, pero para recordar los momentos en que Adolfo Suárez fue elegido por el rey para iniciar la democratización de España. Recuerdo que el nombramiento no fue para tirar cohetes entre mis compañeros de la Autónoma de Bellaterra.

Aparentemente, poco podíamos esperar de un falangista fiel al Movimiento que hasta había dirigido RTVE. Pero nos llevamos una agradable sorpresa cuando vimos cómo se desenvolvía el muchacho que podía prometer y prometía. Ahí empezó el intento de convertirnos en un país normal, cosa que no se ha acabado de conseguir porque, como dijo el torero, lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

Pero se hizo lo que se pudo, se pongan como se pongan los de Podemos y los separatistas vascos y catalanes. Los primeros no estaban allí y no se enteraron de nada, pero gracias a la ciencia infusa, han descubierto que todo fue una engañifa colosal.

Los demás, aunque somos conscientes de que la Transición no fue tan ejemplar como nos habían dicho, seguimos creyendo que, dadas las circunstancias -con los militares cabreados y los animales de ETA contribuyendo al sarao-, los logros de aquellos años son indiscutibles.

O lo suficientemente indiscutibles para que ahora no pongamos en duda las acusaciones de una ex becaria que, para colmo, volvía una y otra vez al despacho del clintonesco Suárez para seguir recibiendo sus atenciones (esta mujer recuerda poderosamente a la actriz que la tomó con Íñigo Errejón, rijoso indudable, pero sometido a unos ataques con serios problemas de verosimilitud).

Pasados unos días del bombazo, parece que Podemos va a tener que buscarse otra excusa para seguir ciscándose en la Transición y que el PSOE va a tener que acabar dando explicaciones de sus propios problemas sin necesidad de basurear a un muerto.