La 'consellera' Alícia Romero y la líder de los Comuns, Jéssica Albiach

La 'consellera' Alícia Romero y la líder de los Comuns, Jéssica Albiach Govern

Examen a los protagonistas

Alícia Romero

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La Generalitat de Cataluña busca fórmulas para frenar el encarecimiento de la vivienda en Cataluña. Su interés es digno de encomio, aunque su tino es más que discutible.

Su última idea consiste en un recurso habitual por parte del Govern en los últimos años: aumentar la presión fiscal en la autonomía. PSC y los Comuns han acordado, de golpe, duplicar el Impuesto de Transmisiones Profesionales (ITP) a los grandes tenedores de cinco o más inmuebles; y, también, la tasa turística. Una medida, esta última, que ha causado indignación en el sector hotelero -entre otros-, según el cual Barcelona se convertirá, así, en la ciudad con la tasa más alta de toda Europa.

La Generalitat y su consellera de Economía, Alícia Romero, esgrime como argumento que su propósito es, en el caso del ITP, frenar a los especuladores; y, en el de la tasa turística, que una parte menor de su recaudación se destinará a políticas de vivienda.

Las buenas intenciones que aduce la dirigente socialista son, a priori, loables, y puede que tengan éxito. Pero dejan serias dudas y muchas preguntas en el aire. Por ejemplo: si la Generalitat aumentará de forma notable su recaudación del ITP por la vía de los grandes tenedores, ¿por qué no lo aprovecha para rebajárselo al resto de la ciudadanía? Recordemos que, en la actualidad, la Generalitat Cataluña cobra -junto a Valencia- el impuesto de transmisiones de inmuebles más alto de España, con un porcentaje que va del 10% al 13%. ¿No podría reducirlo a la mitad, y dejarlo en el 6% como hace Madrid, por ejemplo?

Por lo que respecta a la tasa turística, tres cuartos de lo mismo. Llegando a cobrar -como han reconocido los Comuns- hasta un máximo 15 euros por persona y día a los turistas que se alojen en Barcelona se reducirá, probablemente, su presencia en la ciudad. Pero ello, al margen de los perjuicios causados al sector, es un arma de doble filo: porque también saldrán perdiendo, por ejemplo, aquellos ciudadanos de Cataluña que hagan turismo o veraneen en otros municipios de la misma región.

En definitiva, todo induce a pensar que el afán recaudatorio ha vuelto a pesar más que otras ideas en una autonomía que, recordemos, ya es la que tiene más tributos propios de todo el país, y también uno de los mayores índices presión fiscal.