Joan Laporta (Barcelona, 1962) vuelve a caminar sobre el alambre. Aunque ha tenido tiempo suficiente para ello, ha dejado la resolución de la carpeta Dani Olmo hasta el final.
Según las reglas económicas de La Liga, el Barça no tiene el dinero necesario como para inscribir a Olmo, el gran fichaje de la temporada, antes del 31 de diciembre.
Así que toca innovar... una vez más. Y, si es necesario, Laporta es capaz de vender el alma al diablo, señal inequívoca de la desesperación y la mala planificación y gestión.
El megacontrato con Nike es insuficiente y, ahora, busca nuevas palancas, así como la venta anticipada de los palcos vip del nuevo Camp Nou, una apuesta arriesgada para un club tan endeudado.
No es su único problema. La popularidad del presidente, con los líos que mantiene con la Grada d'Animació, está cayendo.
Pero, si algo tiene Laporta, es que termina siempre saliendo a flote de un modo u otro. Y, a estas alturas de la temporada, pese al bajón de resultados, la trayectoria es buena en el ámbito estrictamente deportivo. A ver qué conejo se saca de la chistera.