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Superados ya sus primeros 100 días de mandato como presidente de la Generalitat, Salvador Illa parece seguir contando con el respaldo mayoritario del electorado de Cataluña.
Así lo sostiene el último barómetro del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), según el cual, el PSC revalidaría su victoria con unos resultados muy similares a los que obtuvo en las autonómicas del pasado 12 de mayo.
No pueden decir lo mismo, en cambio, sus principales rivales con opciones de disputarle ese triunfo: si se celebraran ahora nuevas elecciones, Junts per Catalunya perdería entre tres y cinco diputados y ERC seguiría sin remontar el vuelo, quedándose con tan sólo 20 o, como mucho, 21 representantes en el Parlament.
A pesar de ello, también existen razones para inquietarse. Y es que una fuerza ultra como Aliança Catalana crecería de forma notable, pasando de sus actuales cuatro diputados a seis o siete.
Illa parece haberle tomado el pulso a la Cataluña actual, harta del procés -el apoyo secesión es el más bajo de la última década-, y necesitada de sosiego y de políticas que resuelvan los problemas reales de la ciudadanía. Pero debe estar alerta para evitar el crecimiento de esa pulsión ultranacionalista fomentada por fuerzas como la de Sílvia Orriols, latente en determinados ámbitos de la sociedad. Frente a ello, no se puede bajar la guardia.