Víctor Grifols Roura, presidente de honor de Grífols
Tras cerca de cinco meses de negociaciones, los planes de la familia Grífols para acordar una OPA conjunta con Brookfield sobre la compañía que lleva su nombre y recuperar así el control ejecutivo se han venido definitivamente abajo. Al margen del resultado final, ha sido una travesía repleta de dudas e incertidumbres, de dimes y diretes en los mercados, de acercamientos fallidos a la banca de inversión y a potenciales socios adicionales…
En definitiva, un tiempo plagado de todos aquellos ingredientes de los que Grífols debe huir en su intento por recuperar el pulso y levantar cabeza de la mayor crisis de su reciente historia, ocasionada por la publicación del ya célebre informe de Gotham City Research.
No deja de ser sintomático que los inversores hayan valorado los avances en los negocios de la compañía con el paso a la segunda fila en materia de gestión de los miembros de la familia fundadora. Y que esos avances en materia de gobernanza hayan hecho posible que el valor no haya sufrido un castigo aún mayor después de que el fondo canadiense haya decidido abandonar la operación.
Hace tiempo que el mercado manda señales a Grífols del camino a seguir y este intento un tanto precipitado de recuperar el poder no ha dejado de ser un obstáculo más en el camino. El tiempo dictará sentencia sobre si el precio de la OPA propuesto por Brookfield era adecuado o demasiado bajo. Pero el desarrollo del proceso sí ha dejado claro que éste no era el momento oportuno, en plena remontada, en pos de recuperar la senda del crecimiento.
