El acto vandálico contra el restaurante del Ateneo Barcelonès parece que se circunscribe a un conflicto laboral que ha escalado. Es, seguro, un hecho que no se repetirá. Pero lo cierto es que el incidente esconde raíces más profundas. La principal es una pésima concesión a los actuales operadores.
Desde que la abandonaran las anteriores gestoras, el ATN ha generado graves problemas. De hecho, desde el Ateneu se tenía pensado rescindir el contrato con los restauradores turcos hace ya tiempo. Pero al final no ocurrió, y ha terminado pagando el precio reputacional de no hacerlo.
Isona Passola, como presidenta de la icónica institución, tiene una responsabilidad no sólo con el Ateneu, sino con las concesiones que pueda tener. Si externaliza un servicio, o lo alquila, debe velar para que el contratista cumpla con los mínimos exigibles. A la vista está de que no lo ha hecho.
Porque, de lo contrario, se resiente la imagen del polo cultural. Es lo que ha pasado ahora: por la voluntad de que alguien opere el restaurante a todo precio, el Ateneu ha sufrido un conflicto laboral atroz que, según las primeras informaciones, podría haber acabado en atentado.
Una triste senda que Passola debería corregir antes de que el pulso escale aún más.