Joaquim Vilà
Hablar de SEID Lab es hacerlo de la familia Vilà. El noble linaje catalán ha construido ladrillo a ladrillo un pequeño grupo farmacéutico especializado en la salud femenina y bienestar de la mujer que ya atesora la nada despreciable cifra de 60 años de historia.
Desde su nodo en la carretera de Sabadell a Granollers, la firma ha logrado irrumpir en distintos segmentos de negocio y hacerse un hueco en el mercado como farma pequeña, pero eficiente.
Pero en el caso de SEID, uno de los pequeños negocios de su CEO se ha tornado mejorable. Se trata del Turó Blanc, antaño un club de tenis coqueto de los vecinos de Sant Vicenç de Montalt, uno de los pueblos con mayor renta por cápita de Cataluña.
El tenis, que tiene mimbres para triunfar -la zona necesita ocio para residentes VIP, máxime tras el cierre del golf local en 2022-, languidece en el semiolvido tras una trayectoria de medio siglo de historia.
Ahora, renueva su junta directiva sin haber logrado inversor para ponerse a punto. Y es que sus instalaciones, vetustas, ahuyentan a los ejecutivos del lugar, que son numerosos. Muchos prefieren recalar en el Golf Montalt, cercano, o en el pitch and putt de la localidad.
No se trata de un caso grave, pero sí indicativo de que la gestión empresarial, también la del ocio corporativo, requiere de nervio constante. De lo contrario, las aventuras se esclerotizan y los competidores se llevan el gato al agua. Es lo que le ha ocurrido a Turó Blanc y a sus accionistas, con Vilà a la cabeza. Se han dormido en los laureles, y la instalación ha entrado en declive.