Manel Balcells
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El conseller catalán de Salud, Manel Balcells, ha intentado poner orden de una vez por todas a las alianzas hospitalarias. El también médico ha abordado una cartera pendiente desde hacía años: regular las uniones de hospitales para encauzar los aspectos laborales y asistenciales.
Es, de hecho, una acción necesaria. Balcells atina en este aspecto, ya que tanto la transferencia de talento como las derivaciones de pacientes entre centros sanitarios generaban polémica.
Eso sí, el conseller no podrá culminar otros proyectos, ya que su mandato queda abortado por la convocatoria avanzada de elecciones autonómicas. Y, con ello, se aparcan algunas de las iniciativas que impulsó. Un ejemplo: el plan de listas de espera se ha desplegado, pero renqueante. Y las demoras -en toda España, no sólo en Cataluña- han aumentado.
Repita en el cargo o no tras las elecciones, la gestión de Balcells en esta legislatura habrá estado marcada no por sus logros -muy escasos, siendo generosos-, sino por sus obsesiones identitarias. Su fijación por imponer la lengua catalana a los profesionales sanitarios no sólo denota su afán politizador y su nacionalismo a ultranza -tan propios también de su partido, ERC-, sino su absoluta falta de sensibilidad hacia enfermeros y médicos. Por si fueran poco los problemas que éstos sufren en su día a causa del colapso, los recortes y la pésima gestión de los mandatarios de la Generalitat a lo largo del procés, ahora tienen que verse sometidos a chantajes y exigencias lingüísticas. Inadmisible.